ENCUENTROS PAULINOS

Entrevista con José Ramón Álvarez Rendueles

Por Aitor y Xabier Errasti Martínez de Antoñana

«Lo que más me enorgullece es haber sido Gobernador del Banco de España y Presidente de la Fundación Príncipe de Asturias. Y, por supuesto, haber sido Paulino del Año»

«La función del San Pablo es hoy más importante que cuando yo estudié»

Cuando Don José Ramón Álvarez Rendueles accedió a este encuentro tuvimos una alegría familiar. Durante muchos años le hemos escuchado en la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias como Presidente de la Fundación. Hasta la popularización de Internet, en nuestra casa estos premios se grababan. Para nuestros padres los contenidos de muchos de los discursos de los premiados eran un referente y había que volver a ellos. Por eso un encuentro con él nos acercaba, de alguna manera, al galardón español más importante en el ámbito internacional, con el que poco a poco, año tras año, hemos ido impregnándonos de grandes enseñanzas.

Con todo ello en mente nos acercamos a su casa, en Puerta de Hierro, donde tiene la gentileza de recibirnos. Al instante apreciamos su categoría, nos acoge en su magnífica biblioteca contigua al despacho, donde tenemos el privilegio de escucharle en un entorno acogedor y grandioso a la vez. Hemos llegado abrumados por su curriculum, por su trayectoria y tras conocerle pronto sentimos que su personalidad nos cautiva.

Para dar una idea de sus méritos, basta anotar aquí las condecoraciones con las que ha sido distinguido: Gran Cruz del Mérito Civil, Gran Cruz de Isabel La Católica, Orden de Mérito Constitucional, Oficial de la Legión de Honor de Francia, Gran Cruz del Mérito Civil de Italia, Cruceiro do Sul de Brasil y Couronne de Chêne de Luxemburgo. Es, además, Hijo Predilecto del Principado de Asturias.

Escena del Encuentro mantenido en el salón de la casa de José Ramón

Con estos antecedentes, tras una primera mirada al entorno y envueltos en magníficas librerías, pronto se aprecia que el orden es su máxima, que es metódico y sistemático, quiere empezar por el principio, busca causas y efectos, origen y destino, no deja nada a la casualidad. Considera que, en parte, su familia y el ambiente familiar en el que creció explican su trayectoria.

Soy hijo de un empleado de Banesto, nacido en el año 1911 que ingresó muy joven en el banco. Por motivos profesionales mi familia se mudaba de lugar de residencia como consecuencia de los ascensos profesionales de mi padre, por lo que, a pesar de que procedemos de Asturias, principalmente de Gijón, desde que yo cumplí 8 años vivimos en León, Plasencia y Salamanca, con las dificultades que ello conlleva. Por ejemplo, medio curso lo tuve que estudiar con profesor particular en Plasencia, porque no pudo resolverse el traslado de expediente a tiempo. A pesar de ello, fui un buen estudiante. Prácticamente toda la educación la hice en colegios de Maristas, de los cuales tengo una excelente opinión.

En algún momento pensé en estudiar Ingeniería en Madrid, pero el cambio de la Ley de Enseñanza del año 1957 y un programa en el Banesto de apoyo a hijos de empleados me permitieron estudiar Ciencias Económicas, que en aquel momento era una carrera muy novedosa.

Impulsado por mi madre, durante mis veranos de quinto y sexto de bachillerato estudie las asignaturas de perito mercantil que quedaban tras la convalidación de las del Bachillerato en la escuela de Gijón. Esto me garantizaba que, si finalmente no podía estudiar una carrera universitaria, podría conseguir un trabajo en el banco en el que trabajaba mi padre. Terminé esos estudios durante mis veranos de la Universidad, por lo que también soy profesor mercantil por Escuela de Gijón.

En el verano de Preuniversitario me fui a Inglaterra a aprender inglés y al volver para iniciar la universidad sólo había plazas en el San Pablo, que era el colegio más caro de Madrid. Gracias al esfuerzo de mis padres y a la ayuda de algunos familiares pude entrar en el Colegio, con la idea de que sería únicamente por un curso. Soy el primer universitario de mi familia, mi madre tenía la carrera de piano, por lo que el mundo universitario era muy novedoso para nosotros.

En el Colegio los colegiales que estudiaban Económicas hacían la carrera en el CEU, que estaba en el mismo edificio, y yo a veces asistí a sus clases. Mi inquietud hizo que también me quisiera matricular en Derecho, pero al haber hecho el bachillerato de ciencias no lo pude iniciar hasta aprobar primero de Ciencias Económicas. Así que en segundo de carrera, como planeaba, me cambié de Colegio Mayor y compatibilicé las dos carreras. El cambio fue duro, ya que el nuevo colegio era mucho más modesto y con habitaciones compartidas, pero yo sabía que mis padres no podían mantener ese esfuerzo mucho más tiempo.

El año del San Pablo fue un poco convulso, con algunas protestas y un cambio de Director. Abelardo Algora, dio paso a José María Sánchez Ventura; con ambos he mantenido buen trato. De hecho, cuando le comuniqué a Sánchez Ventura que tenía que dejar el Colegio me ofreció ayuda, pero la decisión ya estaba tomada.

El cambio me costó, pero era inevitable. Mi experiencia y recuerdos del San Pablo son excelentes, guardo en mi memoria grandes momentos y conservo buenas amistades. Recuerdo especialmente a Landelino Lavilla, Marcelino Oreja, Carlos Abella, Ramón Armengod, Miguel Cordobí, Miguel Cerezo, Alfonso y Gonzalo de Borbón, éste último gran lector de novelas de rodeo. En el Colegio se daba mucha importancia a la cultura, y disponía de grandes instalaciones deportivas para ejercitarnos. Recuerdo al Padre Sopeña, ¡qué gran melómano! personas de esta categoría siempre dejan huella

En el otro colegio, el Nuestra Señora del Buen Consejo, fui director de estudios en tercero y director del colegio en cuarto y quinto, pero para hacer oposiciones, como era mi intención, pensé que tenía que irme a una pensión. Y dicho y hecho, hice dos oposiciones, a Economista del Estado y posteriormente a Catedrático.

Siempre me ha gustado estudiar, es lo que más satisfacción me ha reportado, más que la vida social o política. De hecho, recuerdo las oposiciones con mucho cariño, especialmente las segundas, una vez superada la incertidumbre propia de toda primera oposición.

Fiesta de Santo Tomás, 1958

Su capacidad de trabajo y el valor que concede al esfuerzo se palpan en esta síntesis que hace de su época de estudiante. Hace suyo el pensamiento de Víctor Hugo, por el que todo poder es deber. Queda claro que los valores familiares y el ejemplo de sus padres fueron un motor en sus compromisos y le preguntamos si la labor de los profesores y de los centros en los que estudió jugaron también un papel importante en su trayectoria.

Sin duda. Todo suma y considero que la función del San Pablo es hoy, si cabe, más importante que cuando yo estudié. Porque ahora hay ausencia de formación religiosa y de formación humana, y el Colegio aporta esa faceta mediante encuentros y conferencias de gran interés. Ahora hay gran despreocupación por lo religioso y lo espiritual, se lee mucho menos, no se trabaja en valores. En la universidad los profesores tienen poco afán de superación y publican muy poco, son más académicos que referentes humanos. Y qué decir del nivel político, la mayor parte de los ministros no tienen ningún tipo de experiencia salvo en los aparatos de sus propios partidos. No son referentes académicos ni profesionales ni humanos, salvando contadas excepciones. Por eso la familia y los centros escolares, incluido el Colegio Mayor, son un referente en la formación de todos los jóvenes.

Tengo que reconocer que mis padres no iban a misa y que fue precisamente mi paso por colegios religiosos lo que hizo mella en mí. Eso sí, en casa me enseñaron a actuar bien, a tener una ética firme y la conciencia tranquila. Unos valores que trato de transmitir a mis hijos y nietos.

Tras una exitosa vida de estudiante, con una sólida formación y siendo tan metódico en tus decisiones, ¿cómo enfocabas tu vida laboral? ¿Tenías claro lo que querías hacer?

Tras terminar la carrera y gracias a las casualidades de la Providencia, que siempre ayuda, recibí una oferta para trabajar en la Comisaría del Plan de Desarrollo, dentro de la Presidencia del Gobierno. Era una copia de la estructura existente en Francia, que tenía por objeto fomentar el desarrollo económico planificando las inversiones públicas y dando orientaciones e incentivos al sector privado, la llamada planificación indicativa. Nos incorporamos Manuel Azpilicueta, compañero de promoción, y yo a trabajar en los sótanos del Palacio de Castellana 3 y 5. El sueldo era mucho más bajo que en el sector privado, pero mi objetivo era ser catedrático y la mejor opción para ello era trabajar en el sector público, porque compatibilizar la oposición con el trabajo privado era difícil. Primero había pensado prepararme para Técnico Comercial, pero cuando me incorporé al Plan de Desarrollo se habían convocado 7 plazas de Economista del Estado, y tuve facilidades para prepararla mientras trabajaba; y desde 1964 soy miembro de la tercera promoción del Cuerpo.

Mi primer destino fue el Ministerio de Agricultura y en esa época me casé y comencé a trabajar como profesor no numerario en la cátedra del profesor Fuentes Quintana. En 1965 nombraron a Laureano López Rodó Ministro Comisario del Plan de Desarrollo y en 1966 demandó de nuevo mis servicios. Dudé mucho, porque mi trabajo en el Ministerio de Agricultura me permitía dedicar tiempo a preparar la tesis y la oposición a Cátedra, pero el aliciente de volver a estar en Presidencia del Gobierno con personas a las que admiraba, y una magnífica biblioteca, hicieron que aceptara la propuesta. En 1973 aprobé la oposición a Cátedra de Hacienda Pública en la Facultad de Económicas de Sarrico, de Bilbao, y el tercer ejercicio, llamado la lección magistral, lo dediqué a “La Hacienda Pública y el medio ambiente”, muy común actualmente pero tremendamente novedoso en aquel entonces. Sustituí a José Ángel Sánchez Asiaín, que dejó el puesto para asumir la dirección del Banco de Bilbao.

A las siete de la tarde su esposa pasa a saludarnos, se va a misa y aprovechamos su amabilidad y disposición para pedirle que nos saque las fotos que acompañan este encuentro y que permiten hacerse una idea del maravilloso entorno en el que nos encontramos, en el que se respira un ambiente sereno y erudito. José Ramón nos cuenta que conoció a su esposa en el descenso del Sella, en 1960, y desde entonces están juntos. Tienen 5 hijos y 15 nietos, que viven en España y en el Reino Unido.

Escuchando sus ordenados recuerdos entendemos su currículum. Ya a los 30 años era abrumador, reconoce que lo que no ha tenido nunca es tiempo libre, que siempre ha llevado a cabo varios proyectos a la vez, solapaba iniciativas siguiendo un orden riguroso y un método apropiado. Esto hace que ni siquiera ahora, evocando sus recuerdos, nos podamos saltar ninguna época, por lo que volvemos a sus años de Catedrático.

Una vez ganada la cátedra mi plan era ir a Bilbao y esperar a que abriera la Facultad de Económicas de Oviedo para, una vez obtenido el traslado de cátedra mudarnos y ejercer como Catedrático y Economista del Estado en mi tierra. Pero la Providencia tenía otros planes para nosotros y cuando estábamos celebrando que había ganado la cátedra pensando en ir a Bilbao, me llamó Paco Fernández Ordóñez, en aquel momento Secretario General Técnico de Hacienda, para que fuera a ver al Ministro de Hacienda recién nombrado, Antonio Barrera de Irimo. Así lo hice y me ofreció el cargo de Secretario General Técnico de Hacienda. Me resultó sorprendente, porque ninguna persona había ocupado antes ese cargo sin ser funcionario del Ministerio de Hacienda.

A mí nunca me había llamado la atención la vida política y de hecho he rechazado siempre las ofertas que he tenido. Pero el cargo de Secretario General Técnico en el Ministerio, en el área de mi especialidad y con Don Antonio Barrera de Ministro de Hacienda, al que tanto admiraba, era verdaderamente tentador. Tras valorarlo, la única condición que puse era poder ir los viernes, coincidiendo con los Consejos de Ministros, a Bilbao a ejercer como catedrático. La experiencia fue tremendamente enriquecedora.

Nos hemos acercado ya a los años 70, casi en vísperas de la muerte de Franco. ¿Eráis conscientes del cambio que se avecinaba? ¿Sentíais que estabais construyendo los pilares de un nuevo sistema?

No. La administración se organizó en buena medida en los años 1957-58 y el principal mérito se le debe atribuir a López Rodó. El principal objetivo de los Planes de Desarrollo fue modernizar la economía, porque España estaba muy retrasada. Pero tuvimos muy mala suerte, porque a pesar de que en julio de 1973 la inflación ya era alta, pronto estalló la guerra del Yom Kippur y el precio del petróleo se disparó, una situación muy similar a la actual. El precio del barril del petróleo se multiplicó por seis en apenas cuatro meses. Y la consecuencia en nuestra balanza de pagos fue catastrófica, ya que España importaba todo el petróleo que consumía. En aquel momento hubo que recurrir a sucesivas depreciaciones de la peseta para compensar esa situación.

Entrega del Premio Paulino, 1990

¿Cómo se vivió la muerte del entonces Jefe del Estado en vuestro entorno? Lo vivisteis en primera línea.

Yo era Subsecretario de Economía Financiera en Hacienda. Ya se había preparado un Plan de transición, pero el asesinato del Jefe de Gobierno, el Almirante Carrero Blanco, dio un vuelco a toda la planificación. Un hecho que nunca me he explicado cómo pudo suceder. Que unos terroristas trabajaran tantos meses en la preparación del atentado -y tan cerca de la Embajada Americana- sin que se les detectara es insólito. Hubo muchas dificultades, políticas y económicas, luchas internas en el seno del gobierno entre los tecnócratas y los falangistas. Hay que reconocer que el cambio de régimen tan rápido y tan exitoso, llevado a cabo por prácticamente las mismas personas que constituíamos el régimen anterior, fue un auténtico milagro.

Despaché dos veces con el General Franco. La segunda fue el mismo año de su muerte y ya no se encontraba en plenitud de facultades. Pero en la primera ocasión sí tuvimos una conversación sobre la crisis energética y le recuerdo como un hombre muy informado y con la habilidad de hacer las preguntas correctas.

En la Administración estuve rodeado de los llamados tecnócratas, muchos de ellos miembros del Opus Dei. Yo nunca fui miembro ni recibí presiones para serlo, pero sí participe en coloquios y retiros. Conocí al Padre Escrivá de Balaguer en un Instituto de Vallecas. Esto me permite decir que he conocido a un Santo, ¡e incluso le di la mano!

En octubre de 1974 el Ministro Barrera se sintió incómodo con la destitución de Pío Cabanillas por el Presidente Arias Navarro, sin ni siquiera haber sido informado, a pesar de ser Vicepresidente del Gobierno, y presentó su dimisión. Nombraron sucesor a Rafael Cabello de Alba y me apresuré a reunirme con él para transmitirle mis planes de irme a Oviedo. Fue muy sincero y directo, me dijo que era más importante que diera clases de Economía al Ministro de Hacienda, por lo que me quedé con él. Visto con perspectiva ha sido el jefe con el que mejor relación personal he tenido. Me nombró Subsecretario de Economía Financiera y fue una experiencia magnífica.

A la muerte de Franco teníamos un Plan de transición que involucraba al Banco de España, al resto de bancos y cajas y a la Bolsa. No sabíamos qué podía ocurrir con la noticia pero las bolsas operaron con normalidad; y únicamente un pequeño milagro puede explicarlo.

Recuerdo asistir a la proclamación de D. Juan Carlos I en el Congreso de los Diputados. La idea generalizada, casi el consenso, era que sería rey por un periodo máximo de seis meses. Yo había coincidido con él en la Facultad de Derecho, porque asistió a determinadas clases, y lo recuerdo como un hombre simpático y divertido, opuesto a la imagen que en aquel momento podíamos tener de los monarcas europeos.

El nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno fue una auténtica sorpresa. Era una persona conocida y daba la impresión de que estaba muy ligado al Movimiento. Yo había coincidido con él en el Gobierno, cuando él era Subsecretario del Movimiento yo era Subsecretario de Economía Financiera.

José Ramón es tan preciso que cuando le surgen algunas dudas sobre fechas y cargos concretos acude a consultar el Tamames, no pasa nada por alto. Aprovechamos para interrogarle sobre si no ha pensado en recoger en unas memorias tantas experiencias políticas y vivenciales durante una época tan decisiva para la historia de España. No nos sorprende que nos confiese que ya las tiene escritas. Lo que no quiere es publicarlas para no tener que dar explicaciones sobre hechos que prefiere guardar en su memoria. También prefiere mantener su autonomía. No nos extrañaría que lo tenga todo dispuesto para publicarlas a título póstumo, pero tampoco nos lo confirma y continúa con los hechos.

Se criticó mucho la formación del primer gobierno de Adolfo Suárez, por el supuesto pobre bagaje de sus miembros; les llamaban el gobierno de los PNNs (profesores no numerarios). Pero ahí estaban Alfonso Osorio, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Eduardo Carriles, Rodolfo Martín Villa, Leopoldo Calvo Sotelo, Aurelio Menéndez, Álvaro Rengifo, Carlos Pérez Bricio, Fernando Abril Martorell, José Lladó o Andrés Reguera y mi director del San Pablo, Sánchez Ventura. Desde luego los Gobiernos actuales no aguantan la comparación.

Tras mi paso por el Ministerio de Hacienda me ofrecieron, junto al profesor Fuentes Quintana, crear un servicio de estudios para dar soporte a las Cajas de Ahorros, lo que posteriormente se convirtió en Funcas. Era un proyecto muy atractivo y perfectamente compatible con la cátedra. Además, en el año 1976 conseguí un acuerdo con la recién creada Universidad Autónoma de Madrid, a la espera de que convocaran la oposición a cátedra, para ejercer como profesor. Era un momento inestable para la economía, parecido al actual, en el que a la inestabilidad propia de la Transición se sumaba la del periodo constituyente. He explicado mi asignatura de Hacienda Pública en la Autónoma durante treinta años.

En esa época tuve ofrecimientos para ser Ministro, que decliné. También me ofrecieron ser cabeza de la lista electoral por Asturias de la UCD. Siempre tuve claro que la actividad política no era mi campo. En mi familia así lo hemos considerado. No tengo ambición política ni encuentro ningún partido que me satisfaga al cien por cien. A pesar de eso me costó mucho tomar las decisiones y decir que no. Sin embargo, no dudé en aceptar el ofrecimiento para ser Gobernador del Banco de España, porque era un cargo técnico que me resultaba muy atractivo.

Fue en febrero de 1978, tras haber participado como Secretario de Estado en la creación del Ministerio de Economía. Tenía 37 años y tengo el honor de ser el más joven que accede al puesto en la historia de España. Acepté con una única condición: que se regulara su funcionamiento por una ley, ya que se regía por el Decreto-Ley que lo había nacionalizado en el año 1962. La ley que se aprobó no resultó plenamente satisfactoria e inmediatamente, tras su aprobación en 1980, presenté mi dimisión. Fue el Presidente Suárez el que me pidió que continuara por un periodo de 4 años, dándome carta blanca para hacer los nombramientos, entre ellos Mariano Rubio y Ángel Rojo, personas independientes. De este modo acabé siendo Gobernador con los tres primeros presidentes del Gobierno de la democracia: Suárez, Calvo-Sotelo y González.

Viví el Golpe de Estado del 23-F siendo Gobernador del Banco de España. Fue una situación muy tensa para la que no existía manual de instrucciones. La Guardia Civil que custodiaba el Banco fue reclamada por la Dirección General, por lo que nos quedamos únicamente con la seguridad privada. Mi temor era que vinieran los golpistas al Banco a pedir la apertura de las cajas fuertes, pero afortunadamente no ocurrió. En el momento de mayor tensión se organizó una reunión de Subsecretarios en la que participé y 25 años después fuimos distinguidos con la Medalla del Mérito Constitucional.

Posteriormente la UCD fue derrotada políticamente, lo que generó mucha inestabilidad. Antes del fin de mi mandato, en el año 1984, hubo una gran crisis bancaria que hizo desaparecer más de 50 entidades financieras. Los mayores problemas los vivimos con el caso Rumasa y con Banca Catalana. Creo que mi labor modernizó la banca española, liberalizó los tipos de interés, se mejoró en la política monetaria y se permitió la entrada de entidades extranjeras en el mercado español. Instauramos las primeras oposiciones abiertas a Inspectores del Banco de España y constituimos el Fondo de Garantía de Depósitos. Mi modelo a seguir fue el Banco de Inglaterra, aunque éste se independizó del Gobierno más tarde que nosotros. Fueron unos años apasionantes pero muy complicados, hasta el punto de que en cuatro de los siete años en los que fui Gobernador  hubo decrecimiento económico real en España.

Escuchándote parece que la historia se repite periódicamente, la inflación, la crisis energética, ¿qué similitudes ves entre los primeros ochenta y el momento actual?

Hay una diferencia clave, que es el déficit público crónico y el nivel acumulado de deuda pública. Un 120% de deuda sobre el PIB es excesivo y la normalización de la política monetaria va a implicar un grave problema con la subida de los tipos de interés. Los balances de los bancos centrales se han multiplicado con las compras de activos tanto públicos como privados. La mayor crítica que puedo hacer es que durante el último ciclo económico positivo no se ha hecho nada por tener una política fiscal seria ni por favorecer el empleo de calidad, a excepción de la reforma laboral de 2012, que posteriormente ha sido modificada. Sólo se ha incrementado el gasto público improductivo, como dice la propia AIREF.

También me preocupa mucho la inflación. Ya se está demostrando que no va a ser un fenómeno estacional. Cuando negociábamos los Pactos de la Moncloa, llegó a estar al 28% anual. En aquel momento nuestro mayor esfuerzo era tratar de eliminar la práctica habitual de que los convenios colectivos establecieran subidas de salarios vinculados a la inflación y limitar la masa monetaria total en circulación. La ayuda del Partido Comunista para aprobar medidas económicas dolorosas pero necesarias fue clave. Ahora los Bancos Centrales están activando con retraso la subida de tipos. El hecho de que los principales banqueros centrales, Christine Lagarde y Jerome Powell sean abogados y políticos más que economistas no ayuda ciertamente. Afortunadamente en España la persona que dirige esta institución es un profesional solvente.

Los gobiernos siempre piensan en las siguientes elecciones y las medidas que se deben tomar para ser eficientes son impopulares. La inflación es como un cáncer y cuanto más tarde se combata más doloroso va a ser el proceso. Los tipos de interés negativos durante tanto tiempo han sido muy perjudiciales. Es una situación que ni siquiera se estudiaba en los manuales de economía.

Hecho este descargo sobre la situación actual, retomamos el hilo de su trayectoria formativa y laboral.

Tras terminar mi mandato en el Banco de España dediqué mis dos años de incompatibilidad a centrarme en la docencia, mi cátedra y clases en CUNEF. Tuve algunas ofertas y acepté la de Pirelli para ser su presidente no ejecutivo en España, así como la de Hispano Olivetti para ser su vicepresidente. Con posterioridad, y una vez terminada la incompatibilidad, acepté el puesto de Presidente ejecutivo del Banco Zaragozano. Era un gran Banco, liderado como accionistas por los llamados Albertos (Alberto Alcocer y Alberto Cortina), que eran buenos empresarios. Lamentablemente, determinadas aventuras sentimentales y quizás una ambición excesiva les llevaron a realizar una operación con Javier de la Rosa para adquirir el Banco Central que creo fue una equivocación. Me empecé a sentir incómodo por los conflictos que me generaba y en el año 92 pasé a ser Presidente no ejecutivo, compatibilizándolo con otras actividades como Consejero de Asturiana de Zinc y Presidente de Peugeot España, y posteriormente, ya en 1996, Presidente del Patronato de la Fundación Príncipe de Asturias.

Su esposa vuelve de misa y se queda muy sorprendida cuando le contamos que aún estamos repasando la década de los 90. Pero José Ramón es un torrente de información, datos y detalles. Tiene una memoria prodigiosa y es capaz de hilar personas y hechos con gran habilidad.

En 1997 ceso en el Banco Zaragozano y, mientras estamos participando en la ceremonia de entrega de los Premios, me llamó el Ministro Josep Piqué para pedirme que participara en el proceso de privatización de Aceralia. Era un proyecto muy atractivo y bien planteado, yo no tenía gran experiencia en privatizaciones, pero me atraía y estaba dispuesto a embarcarme en el proceso. Así que mi despacho mudó del Banco Zaragozano en Castellana 89 a Castellana 91, donde estaba la sede de Aceralia, empresa de la que fui presidente desde 1997 hasta 2015. Fue una época verdaderamente apasionante, llevamos a cabo numerosas reorganizaciones corporativas que terminaron en una gran concentración exitosa con la creación de Arcelor, la empresa siderúrgica más grande del mundo. Por destacar un pero, tengo que reconocer que no fuimos capaces de cuidar la acción y buscar accionistas fieles; al privatizarse los gobiernos se diluyeron y el resto del capital estaba muy atomizado. Hasta 2006, año en el que llegó Lakshmi Mittal y se convirtió en principal accionista, el precio de la acción no reflejaba su valor, así que con su entrada los accionistas obtuvieron importantes beneficios. Sin embargo, yo no tenía gran afinidad con él y fui desligándome poco a poco del proyecto. Me centré en Sanitas, una empresa fantásticamente gestionada de la que he sido Consejero durante 29 años y presidente 12, hasta hace solo unos meses.

A día de hoy sigo vinculado a Peugeot y Bupa Chile.

Tras un exhaustivo repaso de su actividad académica, política y directiva, del que aquí recogemos un apunte, le pedimos tratar la faceta que nos resulta más atractiva: la Presidencia del Patronato de la Fundación Príncipe de Asturias. Unos premios por los que sentimos fascinación y que, por las razones que ya hemos apuntado vivimos muy de cerca.

Mientras era Gobernador del Banco de España en el año 1979, el Presidente de la preautonomía asturiana, Rafael Fernández, vino a visitarme por algunos problemas financieros en Asturias. Me transmitió por entonces su idea de acercar a Asturias al Príncipe de Asturias con la creación de una fundación, ya que históricamente no había existido una gran relación. El Rey Don Juan Carlos apoyaba el proyecto y así lo había transmitido Sabino Fernández Campo, Jefe de la Casa Real. Jugó un papel muy importante Graciano García, que fue el primer director de la Fundación

Había cinco empresas asturianas dispuestas a poner hasta once millones de pesetas para constituir una Fundación con ese fin: Plácido Arango, Caja de Ahorros de Asturias, Banca Masaveu, Banco Herrero y Caja Rural. Queríamos que estuviera financiada por fondos privados para mantener su independencia. Era una cantidad modesta, teniendo en cuenta que la primera edición de los premios costó ochenta millones de pesetas, por lo que yo era algo escéptico. En el año 1980 dieciséis personas constituimos el Patronato, entre ellos los cinco benefactores y yo. El dinero que faltaba para cubrir la primera edición lo aportó Pedro Masaveu, primer Presidente del Patronato. Fue sustituido por Plácido Arango. Yo me separé de la Fundación en 1982 un conflicto de interés: dos inversores me visitaron en 1982 para transmitirme su intención de comprar el Banco Masaveu. Fue una situación extraña y ello me hizo sospechar; poco tiempo después se descubrió que eran testaferros de José María Ruiz-Mateos. Dejé entonces de asistir a las reuniones del Patronato.

A principios de 1996 Plácido Arango dejó la Presidencia de la Fundación y a través de una llamada del entonces Jefe de la Casa Real, Fernando Almansa, se me transmitió que el Rey Don Juan Carlos quería que yo fuera el siguiente Presidente del Patronato. Como ya he dicho, siempre mantuve una buena relación con él, compartimos algunas clases en la facultad y durante mi etapa como Gobernador del Banco de España le informaba periódicamente acerca de la situación económica, ya que él tenía interés por mantenerse al día. Tengo que dejar constancia de que siento mucha pena por su situación actual.

En todo caso, como la Presidencia de Honor le correspondía a su hijo, el Príncipe Felipe, me entrevisté con él. Él había sido mi alumno en la Universidad Autónoma y tuvimos una buena relación, despachábamos todos los meses y he de destacar la enorme atención y cariño que Don Felipe VI tenía con la Fundación. Fue una época que viví con enorme ilusión. En 2008 se actualizaron los estatutos del Patronato y se limitó la edad máxima del Presidente y del Director a los 70 años. Yo ya tenía 68 y se iba a jubilar el Director de la Fundación, por lo que pensé que lo más oportuno era dar paso a un nuevo Presidente que nombrara a un nuevo director. Tras casi trece años de Presidencia pensé que era la mejor decisión para la Institución.

D. José Ramón posa con su mujer, María Eugenia Villar, junto con sus Majestades los Reyes Don Felipe y Doña Leticia, durante la reunión anual con los miembros de los Patronatos de la Fundación Princesa de Asturias en 2016

«En el Colegio se le da mucha importancia a la cultura y la formación humana y religiosa»

Durante los trece años de Presidencia del Patronato, José Ramón ha tenido el privilegio de conocer y entablar relación con todas las personas premiadas. Una selección de personas distinguidas por sus valores científicos, culturales y humanísticos, que son un referente social. Sentimos curiosidad por saber quiénes son los premiados que más le han impresionado, y menciona en primer lugar a Rafa Nadal, que lo recibió en 2008. Tras reflexionar unos segundos confiesa que fue especialmente emotivo entregarle el Premio de la Concordia, en la primera edición en la que fue Presidente, a Adolfo Suárez. También a Julián Marías el de Ciencias Sociales, del que se declara ferviente admirador. Se confiesa melómano y recuerda una profunda conversación con el maestro italiano, director de orquesta Ricardo Mutti, Premio de las Artes en 2011. Destaca con emoción el Premio de la Concordia entregado conjuntamente a Daniel Barenboim y Edward Said en 2002, y por su hondura los discursos de George Steiner, Premio de Comunicación y Humanidades en 2001, y de Amos Oz, Premio de las Artes en 2007. Con Woody Allen, Premio de las Artes en 2002, forjaron una buena amistad, les regaló sus películas y fueron a visitarle a Nueva York.

Nosotros tenemos muy presente el elogio a la lectura que hizo en su discurso Amos Oz. Sus palabras literales, repetidas con frecuencia en nuestra casa como contrapeso al afán de viajar que preside estos tiempos, nos dicen: “si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.” Merece la pena escuchar su alocución completa, que es una invitación a la lectura, a la reflexión, como instrumento de empatía y de tolerancia.

Los Premios Príncipe de Asturias, su importancia y proyección acaparan una buena parte de este encuentro y José Ramón corrobora que con el crecimiento y la consolidación de la Institución su repercusión mundial es extraordinaria y está siendo una verdadera mina para Asturias. Gozan de una buena salud y siempre han tenido una enorme popularidad en el Principado.

La literatura de Amos Oz, de Steiner y de tantos premiados nos lleva directamente a hablar de lecturas, y nadie como José Ramón, que atesora una biblioteca envidiable, para orientarnos en un recorrido literario. Nos confiesa que cuando estaba más ocupado profesionalmente leía unos quince o veinte libros por año y que ahora lee más de un libro por semana.

Aconsejo tener siempre a mano y releer constantemente los Ensayos de Montaigne. Yo los tengo en francés y español y en distintas ediciones.

Para los que les gusta la novela es imprescindible Galdós, empezando por los Episodios Nacionales. También es necesario leer el Quijote. Considero que en España debería ser obligatorio, es un reflejo de nuestra manera de ser. Todavía no soy capaz de entender cómo Cervantes pudo escribir una obra de semejante magnitud. Había leído un par de veces El Quijote en mis años de estudiante, pero lo leí a fondo cuando dejé el Banco de España. Recuerdo que compatibilicé su lectura con la preparación de mi discurso de entrada en la Academia de Ciencias Económicas de Barcelona y pasé dos meses maravillosos en una casa que teníamos en Mallorca.

Es fundamental leer a Shakespeare. No ha habido nadie como él en la literatura. La Regenta, de Clarín, es una novela maravillosa. De los novelistas españoles actuales me encanta Luis Landero, un poco triste y melancólico, pero produce buena literatura, y por supuesto, muchos otros como Marías o Pérez-Reverte.

Recomiendo las biografías de Alexander Hamilton, Disraeli y de Margareth Tatcher. También la de Mao Tse Tung, para ser conscientes de lo inhumano que era el régimen que instauró en China.

En cuanto a literatura religiosa recomiendo leer Jesús de Nazareth, del Papa Benedicto XVI.

Por supuesto, me dejo muchas posibles recomendaciones, pero necesitaríamos mucho tiempo.

En este ambiente erudito, cargado de experiencias, de conocimientos y de firmes convicciones nos gustaría poder ofrecer alguna orientación para los colegiales que acaban la carrera y que sienten la habitual inquietud profesional.

Depende mucho de las preferencias de cada persona y si se tiene o no vocación de servicio público. Creo que el sector público en mi época era más atractivo. Yo recomendaría que cada uno se deje aconsejar por los mejores profesores que haya tenido y que escuche su interior y a sus padres, que siempre quieren lo mejor para él. Es muy importante tener una formación sólida y un mentor. Y una vez que se empieza la vida laboral no hay que escatimar tiempo y dedicación, hay que seguir formándose, hay que saber establecer prioridades y hacer que te guste lo que estás haciendo. Si se trabaja con método y con pasión siempre se encuentra la ocupación adecuada.

Y una clave: hay que ser independiente, la excelencia está en los conocimientos. Yo vengo de una familia modesta y he desarrollado mi carrera en tiempos liderados por distintas líneas ideológicas, pero si estudias y eres una persona seria y responsable pronto encajas en las organizaciones. No he sido político y lo que me gusta es que las instituciones en las que participo estén mejor cuando me voy que cuando llego.

Y hay que tener presente que a lo largo de una vida laboral siempre hay momentos de luces y de sombras. Yo he tenido la suerte de vivir momentos importantísimos en los sitios en los que se tomaban las decisiones y, haciendo balance, lo que más me enorgullece es haber sido Gobernador del Banco de España y Presidente de la Fundación Príncipe de Asturias. Y, por supuesto, haber sido Paulino del Año.

El tiempo se nos ha echado encima, y aunque seguiríamos muy a gusto, porque José Ramón es un gran anfitrión y un gran conversador, tenemos que poner fin al encuentro. Nos quedamos con el aprendizaje de que su amabilidad es del tamaño de su determinación. Su vida es la historia de un desafío permanente, en el que la confianza en uno mismo, el esfuerzo y la perseverancia han forjado una fortaleza y una categoría que le convierten en Paulino de referencia.

Gracias y un placer, José Ramón.

Otra escena del Encuentro en la sección de la biblioteca de José Ramón destinada a la Hacienda Pública.