¿Cómo se vivió la muerte del entonces Jefe del Estado en vuestro entorno? Lo vivisteis en primera línea.
Yo era Subsecretario de Economía Financiera en Hacienda. Ya se había preparado un Plan de transición, pero el asesinato del Jefe de Gobierno, el Almirante Carrero Blanco, dio un vuelco a toda la planificación. Un hecho que nunca me he explicado cómo pudo suceder. Que unos terroristas trabajaran tantos meses en la preparación del atentado -y tan cerca de la Embajada Americana- sin que se les detectara es insólito. Hubo muchas dificultades, políticas y económicas, luchas internas en el seno del gobierno entre los tecnócratas y los falangistas. Hay que reconocer que el cambio de régimen tan rápido y tan exitoso, llevado a cabo por prácticamente las mismas personas que constituíamos el régimen anterior, fue un auténtico milagro.
Despaché dos veces con el General Franco. La segunda fue el mismo año de su muerte y ya no se encontraba en plenitud de facultades. Pero en la primera ocasión sí tuvimos una conversación sobre la crisis energética y le recuerdo como un hombre muy informado y con la habilidad de hacer las preguntas correctas.
En la Administración estuve rodeado de los llamados tecnócratas, muchos de ellos miembros del Opus Dei. Yo nunca fui miembro ni recibí presiones para serlo, pero sí participe en coloquios y retiros. Conocí al Padre Escrivá de Balaguer en un Instituto de Vallecas. Esto me permite decir que he conocido a un Santo, ¡e incluso le di la mano!
En octubre de 1974 el Ministro Barrera se sintió incómodo con la destitución de Pío Cabanillas por el Presidente Arias Navarro, sin ni siquiera haber sido informado, a pesar de ser Vicepresidente del Gobierno, y presentó su dimisión. Nombraron sucesor a Rafael Cabello de Alba y me apresuré a reunirme con él para transmitirle mis planes de irme a Oviedo. Fue muy sincero y directo, me dijo que era más importante que diera clases de Economía al Ministro de Hacienda, por lo que me quedé con él. Visto con perspectiva ha sido el jefe con el que mejor relación personal he tenido. Me nombró Subsecretario de Economía Financiera y fue una experiencia magnífica.
A la muerte de Franco teníamos un Plan de transición que involucraba al Banco de España, al resto de bancos y cajas y a la Bolsa. No sabíamos qué podía ocurrir con la noticia pero las bolsas operaron con normalidad; y únicamente un pequeño milagro puede explicarlo.
Recuerdo asistir a la proclamación de D. Juan Carlos I en el Congreso de los Diputados. La idea generalizada, casi el consenso, era que sería rey por un periodo máximo de seis meses. Yo había coincidido con él en la Facultad de Derecho, porque asistió a determinadas clases, y lo recuerdo como un hombre simpático y divertido, opuesto a la imagen que en aquel momento podíamos tener de los monarcas europeos.
El nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno fue una auténtica sorpresa. Era una persona conocida y daba la impresión de que estaba muy ligado al Movimiento. Yo había coincidido con él en el Gobierno, cuando él era Subsecretario del Movimiento yo era Subsecretario de Economía Financiera.
José Ramón es tan preciso que cuando le surgen algunas dudas sobre fechas y cargos concretos acude a consultar el Tamames, no pasa nada por alto. Aprovechamos para interrogarle sobre si no ha pensado en recoger en unas memorias tantas experiencias políticas y vivenciales durante una época tan decisiva para la historia de España. No nos sorprende que nos confiese que ya las tiene escritas. Lo que no quiere es publicarlas para no tener que dar explicaciones sobre hechos que prefiere guardar en su memoria. También prefiere mantener su autonomía. No nos extrañaría que lo tenga todo dispuesto para publicarlas a título póstumo, pero tampoco nos lo confirma y continúa con los hechos.
Se criticó mucho la formación del primer gobierno de Adolfo Suárez, por el supuesto pobre bagaje de sus miembros; les llamaban el gobierno de los PNNs (profesores no numerarios). Pero ahí estaban Alfonso Osorio, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Eduardo Carriles, Rodolfo Martín Villa, Leopoldo Calvo Sotelo, Aurelio Menéndez, Álvaro Rengifo, Carlos Pérez Bricio, Fernando Abril Martorell, José Lladó o Andrés Reguera y mi director del San Pablo, Sánchez Ventura. Desde luego los Gobiernos actuales no aguantan la comparación.
Tras mi paso por el Ministerio de Hacienda me ofrecieron, junto al profesor Fuentes Quintana, crear un servicio de estudios para dar soporte a las Cajas de Ahorros, lo que posteriormente se convirtió en Funcas. Era un proyecto muy atractivo y perfectamente compatible con la cátedra. Además, en el año 1976 conseguí un acuerdo con la recién creada Universidad Autónoma de Madrid, a la espera de que convocaran la oposición a cátedra, para ejercer como profesor. Era un momento inestable para la economía, parecido al actual, en el que a la inestabilidad propia de la Transición se sumaba la del periodo constituyente. He explicado mi asignatura de Hacienda Pública en la Autónoma durante treinta años.
En esa época tuve ofrecimientos para ser Ministro, que decliné. También me ofrecieron ser cabeza de la lista electoral por Asturias de la UCD. Siempre tuve claro que la actividad política no era mi campo. En mi familia así lo hemos considerado. No tengo ambición política ni encuentro ningún partido que me satisfaga al cien por cien. A pesar de eso me costó mucho tomar las decisiones y decir que no. Sin embargo, no dudé en aceptar el ofrecimiento para ser Gobernador del Banco de España, porque era un cargo técnico que me resultaba muy atractivo.
Fue en febrero de 1978, tras haber participado como Secretario de Estado en la creación del Ministerio de Economía. Tenía 37 años y tengo el honor de ser el más joven que accede al puesto en la historia de España. Acepté con una única condición: que se regulara su funcionamiento por una ley, ya que se regía por el Decreto-Ley que lo había nacionalizado en el año 1962. La ley que se aprobó no resultó plenamente satisfactoria e inmediatamente, tras su aprobación en 1980, presenté mi dimisión. Fue el Presidente Suárez el que me pidió que continuara por un periodo de 4 años, dándome carta blanca para hacer los nombramientos, entre ellos Mariano Rubio y Ángel Rojo, personas independientes. De este modo acabé siendo Gobernador con los tres primeros presidentes del Gobierno de la democracia: Suárez, Calvo-Sotelo y González.
Viví el Golpe de Estado del 23-F siendo Gobernador del Banco de España. Fue una situación muy tensa para la que no existía manual de instrucciones. La Guardia Civil que custodiaba el Banco fue reclamada por la Dirección General, por lo que nos quedamos únicamente con la seguridad privada. Mi temor era que vinieran los golpistas al Banco a pedir la apertura de las cajas fuertes, pero afortunadamente no ocurrió. En el momento de mayor tensión se organizó una reunión de Subsecretarios en la que participé y 25 años después fuimos distinguidos con la Medalla del Mérito Constitucional.
Posteriormente la UCD fue derrotada políticamente, lo que generó mucha inestabilidad. Antes del fin de mi mandato, en el año 1984, hubo una gran crisis bancaria que hizo desaparecer más de 50 entidades financieras. Los mayores problemas los vivimos con el caso Rumasa y con Banca Catalana. Creo que mi labor modernizó la banca española, liberalizó los tipos de interés, se mejoró en la política monetaria y se permitió la entrada de entidades extranjeras en el mercado español. Instauramos las primeras oposiciones abiertas a Inspectores del Banco de España y constituimos el Fondo de Garantía de Depósitos. Mi modelo a seguir fue el Banco de Inglaterra, aunque éste se independizó del Gobierno más tarde que nosotros. Fueron unos años apasionantes pero muy complicados, hasta el punto de que en cuatro de los siete años en los que fui Gobernador hubo decrecimiento económico real en España.
Escuchándote parece que la historia se repite periódicamente, la inflación, la crisis energética, ¿qué similitudes ves entre los primeros ochenta y el momento actual?
Hay una diferencia clave, que es el déficit público crónico y el nivel acumulado de deuda pública. Un 120% de deuda sobre el PIB es excesivo y la normalización de la política monetaria va a implicar un grave problema con la subida de los tipos de interés. Los balances de los bancos centrales se han multiplicado con las compras de activos tanto públicos como privados. La mayor crítica que puedo hacer es que durante el último ciclo económico positivo no se ha hecho nada por tener una política fiscal seria ni por favorecer el empleo de calidad, a excepción de la reforma laboral de 2012, que posteriormente ha sido modificada. Sólo se ha incrementado el gasto público improductivo, como dice la propia AIREF.
También me preocupa mucho la inflación. Ya se está demostrando que no va a ser un fenómeno estacional. Cuando negociábamos los Pactos de la Moncloa, llegó a estar al 28% anual. En aquel momento nuestro mayor esfuerzo era tratar de eliminar la práctica habitual de que los convenios colectivos establecieran subidas de salarios vinculados a la inflación y limitar la masa monetaria total en circulación. La ayuda del Partido Comunista para aprobar medidas económicas dolorosas pero necesarias fue clave. Ahora los Bancos Centrales están activando con retraso la subida de tipos. El hecho de que los principales banqueros centrales, Christine Lagarde y Jerome Powell sean abogados y políticos más que economistas no ayuda ciertamente. Afortunadamente en España la persona que dirige esta institución es un profesional solvente.
Los gobiernos siempre piensan en las siguientes elecciones y las medidas que se deben tomar para ser eficientes son impopulares. La inflación es como un cáncer y cuanto más tarde se combata más doloroso va a ser el proceso. Los tipos de interés negativos durante tanto tiempo han sido muy perjudiciales. Es una situación que ni siquiera se estudiaba en los manuales de economía.
Hecho este descargo sobre la situación actual, retomamos el hilo de su trayectoria formativa y laboral.
Tras terminar mi mandato en el Banco de España dediqué mis dos años de incompatibilidad a centrarme en la docencia, mi cátedra y clases en CUNEF. Tuve algunas ofertas y acepté la de Pirelli para ser su presidente no ejecutivo en España, así como la de Hispano Olivetti para ser su vicepresidente. Con posterioridad, y una vez terminada la incompatibilidad, acepté el puesto de Presidente ejecutivo del Banco Zaragozano. Era un gran Banco, liderado como accionistas por los llamados Albertos (Alberto Alcocer y Alberto Cortina), que eran buenos empresarios. Lamentablemente, determinadas aventuras sentimentales y quizás una ambición excesiva les llevaron a realizar una operación con Javier de la Rosa para adquirir el Banco Central que creo fue una equivocación. Me empecé a sentir incómodo por los conflictos que me generaba y en el año 92 pasé a ser Presidente no ejecutivo, compatibilizándolo con otras actividades como Consejero de Asturiana de Zinc y Presidente de Peugeot España, y posteriormente, ya en 1996, Presidente del Patronato de la Fundación Príncipe de Asturias.
Su esposa vuelve de misa y se queda muy sorprendida cuando le contamos que aún estamos repasando la década de los 90. Pero José Ramón es un torrente de información, datos y detalles. Tiene una memoria prodigiosa y es capaz de hilar personas y hechos con gran habilidad.
En 1997 ceso en el Banco Zaragozano y, mientras estamos participando en la ceremonia de entrega de los Premios, me llamó el Ministro Josep Piqué para pedirme que participara en el proceso de privatización de Aceralia. Era un proyecto muy atractivo y bien planteado, yo no tenía gran experiencia en privatizaciones, pero me atraía y estaba dispuesto a embarcarme en el proceso. Así que mi despacho mudó del Banco Zaragozano en Castellana 89 a Castellana 91, donde estaba la sede de Aceralia, empresa de la que fui presidente desde 1997 hasta 2015. Fue una época verdaderamente apasionante, llevamos a cabo numerosas reorganizaciones corporativas que terminaron en una gran concentración exitosa con la creación de Arcelor, la empresa siderúrgica más grande del mundo. Por destacar un pero, tengo que reconocer que no fuimos capaces de cuidar la acción y buscar accionistas fieles; al privatizarse los gobiernos se diluyeron y el resto del capital estaba muy atomizado. Hasta 2006, año en el que llegó Lakshmi Mittal y se convirtió en principal accionista, el precio de la acción no reflejaba su valor, así que con su entrada los accionistas obtuvieron importantes beneficios. Sin embargo, yo no tenía gran afinidad con él y fui desligándome poco a poco del proyecto. Me centré en Sanitas, una empresa fantásticamente gestionada de la que he sido Consejero durante 29 años y presidente 12, hasta hace solo unos meses.
A día de hoy sigo vinculado a Peugeot y Bupa Chile.
Tras un exhaustivo repaso de su actividad académica, política y directiva, del que aquí recogemos un apunte, le pedimos tratar la faceta que nos resulta más atractiva: la Presidencia del Patronato de la Fundación Príncipe de Asturias. Unos premios por los que sentimos fascinación y que, por las razones que ya hemos apuntado vivimos muy de cerca.
Mientras era Gobernador del Banco de España en el año 1979, el Presidente de la preautonomía asturiana, Rafael Fernández, vino a visitarme por algunos problemas financieros en Asturias. Me transmitió por entonces su idea de acercar a Asturias al Príncipe de Asturias con la creación de una fundación, ya que históricamente no había existido una gran relación. El Rey Don Juan Carlos apoyaba el proyecto y así lo había transmitido Sabino Fernández Campo, Jefe de la Casa Real. Jugó un papel muy importante Graciano García, que fue el primer director de la Fundación
Había cinco empresas asturianas dispuestas a poner hasta once millones de pesetas para constituir una Fundación con ese fin: Plácido Arango, Caja de Ahorros de Asturias, Banca Masaveu, Banco Herrero y Caja Rural. Queríamos que estuviera financiada por fondos privados para mantener su independencia. Era una cantidad modesta, teniendo en cuenta que la primera edición de los premios costó ochenta millones de pesetas, por lo que yo era algo escéptico. En el año 1980 dieciséis personas constituimos el Patronato, entre ellos los cinco benefactores y yo. El dinero que faltaba para cubrir la primera edición lo aportó Pedro Masaveu, primer Presidente del Patronato. Fue sustituido por Plácido Arango. Yo me separé de la Fundación en 1982 un conflicto de interés: dos inversores me visitaron en 1982 para transmitirme su intención de comprar el Banco Masaveu. Fue una situación extraña y ello me hizo sospechar; poco tiempo después se descubrió que eran testaferros de José María Ruiz-Mateos. Dejé entonces de asistir a las reuniones del Patronato.
A principios de 1996 Plácido Arango dejó la Presidencia de la Fundación y a través de una llamada del entonces Jefe de la Casa Real, Fernando Almansa, se me transmitió que el Rey Don Juan Carlos quería que yo fuera el siguiente Presidente del Patronato. Como ya he dicho, siempre mantuve una buena relación con él, compartimos algunas clases en la facultad y durante mi etapa como Gobernador del Banco de España le informaba periódicamente acerca de la situación económica, ya que él tenía interés por mantenerse al día. Tengo que dejar constancia de que siento mucha pena por su situación actual.
En todo caso, como la Presidencia de Honor le correspondía a su hijo, el Príncipe Felipe, me entrevisté con él. Él había sido mi alumno en la Universidad Autónoma y tuvimos una buena relación, despachábamos todos los meses y he de destacar la enorme atención y cariño que Don Felipe VI tenía con la Fundación. Fue una época que viví con enorme ilusión. En 2008 se actualizaron los estatutos del Patronato y se limitó la edad máxima del Presidente y del Director a los 70 años. Yo ya tenía 68 y se iba a jubilar el Director de la Fundación, por lo que pensé que lo más oportuno era dar paso a un nuevo Presidente que nombrara a un nuevo director. Tras casi trece años de Presidencia pensé que era la mejor decisión para la Institución.