ENCUENTROS PAULINOS

Los hermanos Errasti Martínez de Antoñana entrevistan a José María Fernández-Daza y José Manuel Cuenca

La Red Paulina teje unos afectos invisibles que afloran en el momento preciso. Tras la última entrevista con Marcelino Oreja, y con su inestimable mediación, dos amigos suyos Paulinos acceden a este nuevo encuentro. Y lo hacen en la fecha que proponemos, para que coincida con una breve estancia de Xabier en Madrid. Estamos hablando con José María Fernández-Daza y con José Manuel Cuenca, socios de CIifford Chance. José María es Abogado del Estado, anteriormente socio responsable de M&A Corporate en España, y ahora Of-counsel. José Manuel es el socio responsable de Capital Markets & Financial Regulation en España. Ambos estudiaron en el San Pablo y, no sólo conservan, también cultivan amistades y recuerdos paulinos.

Hoy además se une a nosotros un hermano paulino. El Colegio tiene estos privilegios y Rafael Martínez-Echevarría hermanó con Aitor desde el primer día de Colegio. Por decisión personal, ambos aumentamos emocionalmente nuestras familias, y así lo seguimos viviendo. Pero esta es otra historia que algún día puede merecer algún apunte. Ahora nos permite presentarnos como tres hermanos, con deseo de aprender de dos grandes. Rafa, para los amigos, ha trabajado en Clifford, y conoce a José María y a Chema, como quiere que le llamemos. Les conoce y les admira, así que, como compartir es amar, compartimos gustosos estos momentos y las enseñanzas que conllevan.

Hemos quedado en un restaurante de la calle Espronceda, el Mercado de Espronceda, y disponemos de dos horas para escuchar, aprender y admirar. Ambos comparten una sólida formación jurídica, con una trayectoria profesional admirable y son, por lo tanto, un referente en nuestras perspectivas profesionales.

Momento del encuentro en un conocido restaurante de Madrid. De izquierda a derecha Aitor Errasti, Chema Cuenca, Xabier Errasti, José María Fernández-Daza y Rafael Martínez-Echevarría.

Lo primero que nos llama la atención es su alegría y vitalidad. Se muestran encantados de compartir con nosotros sus recuerdos y sus experiencias, y de poder contribuir a tejer estas relaciones que conectan intercambios entre Paulinos.

Nosotros prestamos atención a sus modales, sus palabras, sus silencios, sus miradas, incluso sus movimientos. Todo habla de ellos, todo muestra su personalidad y sus trayectorias.

José María es extremeño y Chema cordobés. Y, ya se sabe, aunque lleven mucho más tiempo viviendo en Madrid que en sus lugares de origen, su alma es extremeña y cordobesa, lo que no impide que también se sientan madrileños. En Madrid han formado su familia y en Madrid han desarrollado su vida profesional

José María.- Yo llegué con 15 años al San Pablo a estudiar COU. En aquel momento, si no hacías COU en el distrito, el traslado de expediente a una universidad de Madrid era muy complicado, así que me vine a hacer COU en el CEU. Recuerdo que llegué a finales de agosto que era cuando empezábamos y me encontré a los colegiales que estaban preparando los exámenes de septiembre, muy veteranos y muy «quemados» por esas fechas. Habría 5 o 6 nuevos colegiales en mi situación y tuvimos que salvar el hambre de novatadas, a saciar con los primeros recién llegados. Fue un shock tremendo. Era el año 1972. Fui al San Pablo porque era toda una institución, el mejor colegio, y ya tenía un hermano colegial. Hice COU en el Colegio y los 5 años de carrera, hice Derecho y Económicas simultáneamente, aprovechando la proximidad del CEU, aunque Económicas la hice en la Complutense, en el campus de Somosaguas.

La oposición de Abogado del Estado la preparé en casa propia.

Chema.- Yo entré en 1987, y no conocía el San Pablo. Es más, mi padre era muy amigo del General de los Agustinos, propietarios del Mendel, y obviamente deseaba que yo fuera a ese Colegio. Pero otro cordobés, Luis Jara, mayor que yo, y que era nuestro modelo a imitar en Córdoba (popular, deportista, ligón, ICADE, etc.), ya estudiaba en el San Pablo, y yo quería seguir sus pasos. Mis padres me dejaron hacer la entrevista en el Colegio porque pensaban que sin enchufe no tenía ninguna posibilidad de ser admitido. Tuve la suerte de que fue un año en el que, con Moncho Guerrero como Director, hubo un gran relevo generacional. Normalmente las promociones eran de 20, pero ese año entramos 60, así que fui admitido gracias a mi expediente. Los Colegios recibían subvenciones de la Complutense en función de las notas de los colegiales durante la Carrera, por lo que siempre había un «cupo» para los buenos estudiantes.

Luis en aquella época no era amigo mío, pero en el Colegio nos hicimos íntimos. Lamentablemente falleció en un accidente de moto, hace ya 15 años. Otros dos amigos de mi pandilla del San Pablo también murieron muy jóvenes, Íñigo Zurita, por un alud de nieve, y Toni Valls, de cáncer.

Es triste aceptar estas pérdidas, y la expresión de Chema se entristece de forma particular, se nubla. Queda aquí un recuerdo para ellos y nuestro reconocimiento. Conscientes de lo efímero de esta vida y de todos los riesgos que conlleva, nos refugiamos rememorando los buenos momentos vividos en la atalaya de Isaac Peral.

José María: Yo, lo que más agradezco es que el Colegio me permitió la convivencia con personas diversas, de diferentes zonas de España, con formación y cursando carreras distintas. Eso fue para mí muy enriquecedor. Además, las oportunidades culturales, las conferencias, el cine-fórum o el teatro; había un sinfín de actividades. En mi época el Director del Colegio, Baltasar Magro, dirigió unas obras de teatro con un gran éxito. Baltasar es director de teatro y fue director de Informe Semanal de TVE durante 20 años.

Y por supuesto la actividad deportiva; yo jugué a rugby y fútbol en las ligas universitarias con los equipos del Colegio.

El Colegio nos ofrecía un lugar agradable para el estudio y el crecimiento personal. Entonces la Universidad vivía momentos de crispación, que en algunos años se agudizaron. Ofrecía margen para la discusión política. En Somosaguas las clases empezaban a las nueve de la mañana, y durante algunos años para las once había que darlas por concluidas, era la hora en que empezaban las asambleas para discutir cualquier tema de actualidad, y a veces ya no se reanudaban las clases en unos días. En cuarto de carrera, por ejemplo, se intensificaron de tal forma los conflictos de PNNs, profesores no numerarios, que se llegó a cerrar la Facultad de Económicas. Todo parecía indicar que perderíamos el curso, aunque al final hubo exámenes.

Chema.- Para mí, aquellos años constituyen la época dorada de mi vida. Es mi Arcadia. Ahora que tengo mujer e hijos es arriesgado decir que detendría mi vida en aquel tiempo (pero resulta tentador pensarlo). Nunca me he sentido tan libre ni he tenido un mejor balance entre momentos de felicidad y obligaciones como en el San Pablo. Y, por supuesto, las amistades que hice me acompañarán para siempre.

Es curioso, porque escuchando a José María hablando del ambiente tan conflictivo que se vivía en la Universidad, parece que nos hemos olvidado de aquellos difíciles momentos, y pensamos que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando en realidad las tensiones sociales han existido siempre y, nos guste o no, forman parte del mecanismo del progreso. Tenemos poca memoria.

¿Cómo se vivían en el San Pablo estos conflictos? ¿Era un nicho de confort ajeno a las reivindicaciones que se experimentaban en el exterior?

José Maria: No, en absoluto. Había conciencia de lo que estaba pasando, había debates, había actividades y seguimiento de los conflictos. Recuerdo que en el comedor cada uno debía ir ocupando las mesas en el orden en que llegaba, hasta que se completaban. No siempre comías con tus amigos, y eso facilitaba que se contrastasen opiniones, conocías visiones y actitudes diferentes, porque en cada Facultad o Escuela se vivían situaciones y problemas distintos. Luego el bar nos permitía estar con los más afines, en mi caso muchos Ingenieros de Caminos a los que se les notaba la impronta de una Escuela Técnica. Los debates en las habitaciones también tenían un fondo terapéutico, porque ahí se hablaba con total confianza.

Chema.- En mi época ya no había esa conflictividad política, aunque sí el horror de ETA. El atentado de noviembre 1988, contra la Dirección General de la Guardia Civil, sucedió a unos centenares de metros del San Pablo y nos «pilló» en mitad de un Capítulo colegial. Mis únicos «conflictos» con la autoridad fueron con la Dirección del Colegio. Al finalizar cuarto curso llegó una carta a mi casa que decía algo así como: “Querido Chema, creo que el Colegio ya no puede aportarte nada más y que sería mucho mejor para tu madurez personal emprender un nuevo rumbo.” Mi padre, en su ingenuidad, interpretaba que era sólo un consejo; me costó mucho explicarle que era una forma elegante de comunicarme que no estaba readmitido. Recibimos la carta varios amigos; todos éramos muy buenos estudiantes y quizás eso hacía que nuestra actitud fuera más contestataria.

Lo cierto es que nuestra participación en la vida colegial era total y fue nuestro grupo el que inició el Anuario del Colegio, en el curso 1988-89. Marcelino Oreja Arburua había estado interno en un colegio suizo, y conservaba los anuarios de ese colegio. Recuerdo que él tenía cafetera, lo que hacía que su habitación fuera uno de nuestros «santuarios» de reunión. Allí hojeamos los anuarios suizos y surgió la idea de hacer el Anuario del San Pablo.

José María Fernández-Daza representando a su promoción en un acto colegial.

Tanto José María como Chema fueron opositores. Para ambos, en la época universitaria, su objetivo era preparar y superar una oposición. Es un seguro de vida, se trabaja el esfuerzo, la paciencia, la incertidumbre, te permite acceder a puestos de gran responsabilidad y adquirir una gran formación. Sin duda aquella decisión y aquella certeza han determinado vuestra trayectoria profesional y vital. ¿Lo vivís así?

José María.- Al finalizar las carreras en 1978 tuve que hacer las prácticas de milicias universitarias en IMEC, así que, como entonces las convocatorias de Abogacía del Estado eran cada 2 años (periodo de exámenes incluido), no pude llegar a la del año 80, sino a la del 82. Así pues, dediqué algo más de 3 años a la oposición. Mi recuerdo ahora es distante, de prueba superada; con el agobio propio de los momentos finales, donde es vital la templanza. En realidad no tenía pensado ser Abogado del Estado, durante un tiempo mi objetivo era superar las oposiciones de Técnico Comercial del Estado, pero en el último curso de Derecho tuve un magnífico profesor de Derecho Civil, el notario Mariano Muñoz de Dios, que hizo que me decantara por una oposición de Derecho.

Ejercí 18 años, hasta el 2000, año en que pedí la excedencia para incorporarme a Clifford Chance a plena dedicación. Como es un trabajo que exige entrega total, carecía de sentido intentar una compatibilidad. Me incorporé al área mercantil, pero en aquella época no había tanta especialización en el despacho, yo hacía desde una OPA, a un recurso contencioso administrativo. Ahora todo está más compartimentado. Pienso que la globalización y la necesidad de abordar temas complejos en los que las experiencias previas son fundamentales, es lo que ha favorecido la actual estructuración de los despachos.

Chema.- Tenéis que saber que José María es una fuente de conocimiento jurídico y de sentido común absolutamente excepcional, lo que le habilita para abordar con éxito cualquier tema, es un «todoterreno» jurídico. Él es el gran artífice del cambio del Departamento de Mercantil (Corporate) de Clifford Chance España. Yo entré en el despacho antes que José María, cuando él aún estaba ejerciendo como Abogado del Estado, y en esa época no trabajábamos para ninguna empresa del IBEX-35, salvo los bancos, pero en su papel de prestamistas, sin llegar a asesorarles desde una perspectiva societaria. José María revolucionó la dinámica de ese Departamento y nos abrió las puertas de nuestros primeros grandes clientes corporativos. Por ejemplo, tuvo un papel fundamental en el diseño legal de la adquisición de Abbey National por parte de Banco Santander.

José María.- También coincidió en una época en la que las grandes compañías españolas salían fuera. Estas compañías, en su mayor parte con poca experiencia exterior, se apoyaban en nosotros como enlaces con las oficinas de la red. Ello era también un atractivo para el despacho a nivel global, y hacía que se valorara más la oficina de España. Hicimos muchas operaciones importantes.

El clima de trabajo en un despacho como el nuestro, hace que cultives individualidades que compiten, y es difícil gestionar ese talento, esto hace que, a veces, las relaciones sean complejas. Pero en Clifford, quizás por la manera en que se selecciona a los abogados, los equipos están muy cohesionados y creo que hay un buen ambiente, bastante mejor que en otras firmas. Yo creo que eso es un mérito del despacho.

Chema.- Ya veis que, además de capaz y brillante, tiene la virtud de la humildad. Se quita mérito y trata de compartirlo con las circunstancias y con los compañeros, pero su aportación fue fundamental. Además de sus conocimientos y capacidad intelectual, las relaciones y contactos personales y profesionales de José María son inmejorables. No podemos ignorar la importancia del cuerpo de Abogados del Estado en el mundo del asesoramiento privado: la inmensa mayoría de las grandes compañías nutren la Secretaría de sus Consejos de Administración y la Dirección de sus Asesorías Jurídicas con Abogados del Estado, y él los puso con gran generosidad al servicio del despacho.

Yo estudié ICADE. Solicité por imperativo paterno, y fui admitido, en E-3, pero el primer día me pasé a E-1 porque tenía claro que quería disfrutar mucho en Madrid y estudiar lo menos posible. Pensaba preparar oposiciones a Abogado del Estado, como Mario Conde, que entonces era el «mito» para mi generación, y las notas de la carrera daban lo mismo a esos efectos. Pero soy muy competitivo y, quizás, por no ser menos que mis compañeros, estudié bastante más de lo que en principio tenía previsto y acabé con las mejores notas de mi clase.

José María. – La brillantez universitaria de Chema ha tenido su continuación en esta fase profesional en que es un líder reconocido del mercado español en su especialidad. Por ejemplo, pocos saben de derivados o titulizaciones como él.

Nosotros siempre hemos pensado que lo más duro de una oposición es la incertidumbre, pero tú sugieres que es la rutina.

Chema.- En mi caso sí. La oposición exige capacidad de aburrimiento, y no sólo de sufrimiento. Tener que repetir innumerables veces un mismo tema me resultaba enormemente tedioso. Disfrutaba mucho cada vez que afrontaba un nuevo tema, pero darle vueltas al mismo una y otra vez era una auténtica tortura para mí. Además, tuve demasiadas distracciones; me gustaba demasiado la vida nocturna, pero también leer.

Cuando dejé la oposición, a finales de 1995, empecé a buscar trabajo en los principales despachos de aquella época (Uría, Garrigues y Cuatrecasas). De los despachos internacionales en Madrid sólo conocía Freshfields y un despacho holandés. Se dio la casualidad de que un amigo me pidió el curriculum para Clifford Chance, del que no sabía nada de nada. Me llamaron, hice las pruebas, les gusté, me gustaron, me hicieron una oferta y me incorporé en abril de 1996, con 26 años. ¡Y desde entonces!

Los amigos que han optado por preparar oposiciones y, en particular, los que se han preparado para la Abogacía del Estado, nos confiesan que lo hacían guiados por su voluntad de servicio público, por ese ideal de servir al interés general, sin ignorar la seguridad laboral y el prestigio que aporta la condición de Abogado del Estado. ¿Para vosotros cuál fue la motivación que os alentaba a iniciar un proceso de preparación tan complicado y tan incierto como son las oposiciones a la Abogacía del Estado?

Chema.- No voy a mentiros. Mi meta siempre fue la práctica privada del Derecho y pensaba que ser Abogado del Estado era la mejor ruta. Mi idea por aquel entonces era muy clara: realizar un gran esfuerzo inicial aprobar las oposiciones, ejercer algunos años y adquirir experiencia y contactos para montar mi propio bufete o unirme a alguno existente como Socio.

José Maria.- Yo nunca me he sentido funcionario, me siento abogado. Entiendo que en lo público y en lo privado hay un servicio al bien común; ahora bien, la diferencia remunerativa entre lo público y lo privado es tan extrema que tus responsabilidades familiares te llevan a centrarte en lo privado.

Chema Cuenca y un grupo de colegiales durante una fiesta paulina.

¿Qué destacaríais del cambio que ha habido en los mercados? La globalización, las nuevas tecnologías, la sofisticación de las operaciones, incluso la incorporación de la mujer han originado un cambio importante.

Chema.- La globalización de los mercados ha supuesto un aumento exponencial de todas las dimensiones y cifras de nuestro mercado. Todo se ha masificado: el número de asuntos, el número de despachos, el número de abogados, etc. Antes nos conocíamos todos, ahora es imposible. También se han acelerado enormemente los tiempos de respuesta y la presión competitiva hace que muchas veces se pierda «finura». Cuando me uní a Clifford, estábamos nosotros, Backer & Mckenzie y Freshfields, amén de los nacionales, y se disponía de tiempo suficiente para estudiar los asuntos al milímetro, pasar muchas horas en la biblioteca y consultarlos con los compañeros. Ahora te llega un email el viernes por la noche y la respuesta debe estar para el lunes por la mañana, con suerte. Han cambiado los ritmos, los métodos y la manera de trabajar.

José María.- Además el mercado ha variado. Ahora hay multitud de operaciones parecidas, similares, que se prestan a la repetición, al precedente. Antes se trabajaba más ad hoc.

Chema.- Los bancos, hablo de ellos porque son mi cliente natural, han dejado de percibir un valor añadido en el 95% de las operaciones que hacemos, con independencia de su dificultad. Generalmente sólo aprecian verdadero valor si se trata de un producto nuevo. Una vez hecha la primera operación, los clientes suelen pensar que cualquiera puede copiar la documentación con la misma calidad y ya sólo atienden al precio. Esto desalienta la innovación y hace que muchas veces se preste más importancia a la cantidad que a la calidad.

José María.- Lo que siempre hemos vivido, pero quizás ahora de forma más acelerada, es una transformación permanente. Todo cambia, todo evoluciona a gran velocidad.

Chema: No estoy seguro de que el modelo actual de los grandes despachos y, en general, el negocio de la consultoría sea sostenible a medio plazo. Es un modelo en que, cada vez más, «llegar a lo más alto» depende no sólo del mérito sino también de la antigüedad en la empresa y en el que en los últimos años se ha producido, como en otros sectores y en la sociedad en general, un incremento de las diferencias relativas entre la cúspide de la pirámide y el resto. Si a ello unimos el influjo de la mentalidad millennial, muy «cortoplacista», y, sobre todo, el grado de madurez de los grandes despachos, con escasa capacidad para aumentar su tamaño y, por tanto, el número de socios, puede ser difícil de mantener en el futuro. Es éste un tema sobre el que quizás debamos reflexionar si queremos seguir siendo capaces de atraer y retener a los mejores talentos.

José María.- Creo que en lo relativo a las remuneraciones se viven las influencias de los despachos anglosajones, especialmente americanos. En la medida en que estos despachos han empezado a instalarse en Europa, han impuesto unas condiciones de remuneración más beneficiosas para los socios. Esto ha supuesto que las firmas nacionales hayan tratado de equipararse a esos despachos para no perder a sus socios.

Otro cambio que se comenta en el mundo laboral de los despachos es la distinta mentalidad y actitud de los jóvenes ante el trabajo. Se dice que se exigen mejores condiciones laborales y sobre todo horarias, y que los hay que abandonan sus carreras por inhumanas, en las que no queda tiempo para la vida privada, con jornadas de más de 10 horas, con tensión permanente y con la incertidumbre constante de la promoción en los despachos. ¿Cuál es vuestra experiencia y vuestro método?

Chema.- Nuestra vida laboral es durísima. Así es, y así ha sido siempre; pero no olvidemos que los abogados de los grandes despachos con independencia de su seniority perciben una remuneración muy superior a la media de la profesión. Yo he conciliado muy poco, en parte porque «me va la marcha» pero sobre todo porque era el precio a pagar por una carrera profesional «exitosa». La diferencia que percibimos es que ahora hay cada vez más jóvenes licenciados a los que, por la razón que sea, ese modus vivendi sencillamente no les «compensa».

Lo cierto es que el modelo de familia ha cambiado, ahora hombres y mujeres trabajan fuera de casa y tiene un valor superior la posibilidad de conciliar. ¿Vosotros habéis podido conciliar?

Chema.- Sin duda las circunstancias han cambiado. Nosotros en España sólo tenemos una Socia, aunque en el pasado ha habido otras tres, pero entre los cuadros medios más jóvenes hay un 50% de hombres y de mujeres.

José María.- Los hechos son tozudos y es así. Yo he trabajado con abogadas que eran magníficas profesionales, pero llegado el momento de asumir mayores responsabilidades han tenido que optar por alternativas laborales que requieren menos disponibilidad horaria o jornadas más reducidas.

Culturalmente la exigencia familiar se vive de forma diferente entre el hombre y la mujer. Nosotros tenemos en el despacho políticas tendentes a facilitar la conciliación, pero este trabajo es muy absorbente, necesita mucha dedicación y todavía no han cuajado demasiado.

Chema.- Tozudos y complejos. El embarazo, la lactancia y la maternidad te desconectan de tus clientes durante meses y mi experiencia es que, muy comprensiblemente, muchas mujeres hacen de la maternidad su prioridad. Pero la conciliación es posible; me estoy acordando de una gran profesional que fue socia en nuestro despacho y ahora lo es en otro, que trabajaba durísimo y conciliaba estupendamente. Nadie dice que sea fácil, se requiere una pasta especial y una gran capacidad de organización.

Entrega de la medalla de oro en las Olimpiadas colegiales a Chema Cuenca.

Quizás, aunque pensemos que son las mujeres las que deciden, es la presión cultural, familiar y social la que determina sus decisiones. Pongámonos en nuestra propia piel; si uno de nosotros tiene un hijo y una hija, ¿espera lo mismo profesionalmente de ambos? ¿O espera que su hijo acabe siendo socio de un despacho como Clifford y nunca entendería que renuncie a ello y, sin embargo, si su hija también lo consigue y luego renuncia para dedicarse a la familia lo entendería perfectamente, e incluso lo consideraría una opción adecuada? A veces los hábitos sociales están tan arraigados en nosotros que ni somos conscientes de ello.

José María.- Algo de eso hay. Recuerdo que una clienta de confianza me preguntó qué había estudiado mi hija, y cuando le dije que Historia del Arte lo consideró machista y me hizo ver que si hubiese sido un hijo le habría influido para hacer otro tipo de carrera, de más fácil salida profesional. Me sorprendió la crítica, pero reconozco que algo de razón podía tener.

Chema.- En mi caso es así, a mi padre siempre le importaron más mis notas y las de mis hermanos que las de mi hermana. Y yo y mi mujer también somos más exigentes, académicamente hablando, con nuestros hijos que con la pequeña; pero es de manera inconsciente. No creemos que ser un «profesional de éxito· y matarse a trabajar horas y horas sea mejor que dedicar tu vida a organizar y atender a la familia. Depende del carácter y de las necesidades de cada uno. Y la verdadera libertad está en poder optar por una u otra manera de vivir. Posiblemente, pensamos sin darnos cuenta, y probablemente como reflejo de la realidad social, que los varones no van a tener esa libertad, porque lo cierto es que, hoy por hoy, la vida familiar continúa «pivotando» en torno a la figura de la madre, y les exigimos más.

Es probable que, en este tema tan importante, todos deberíamos introducir en nuestro ámbito familiar y laboral mayores dosis de generosidad. Escuchando a López Quintás -son las ventajas de YouTube- hemos encontrado alguna clave en este sentido. Él nos dice que en la Oda a la Alegría de F. Schiller, que inspira la 9ª sinfonía de Beethoven, tenemos una clave para encontrar el equilibrio entre familia y trabajo. Consiste en convertir el deber en un ideal, interiorizar el deber mediante el amor. De forma que si amamos lo que tenemos que hacer, vamos a ser capaces de hacerlo bien. Si los hombres, además del ideal del trabajo, que lo tenemos muy interiorizado, convertimos la familia en un ideal, y las mujeres comparten el ideal de la familia con el del trabajo, el equilibrio y la conciliación irían por buen camino. Es quizás una utopía, pero ya sabemos que aunque las utopías no se cumplan, siempre hay que perseguirlas.

Y de la conciliación a la política, ambos temas candentes. José María, como Abogado del Estado, ¿tuviste en algún momento la tentación o alguna propuesta para entrar en política o en la empresa privada?

José Maria.- Ejerciendo de abogado del Estado y estando tan expuesto a lo público, la tentación y las posibilidades de entrar existen. En tantos años, en algún momento siempre va a haber alguien que quiera contar contigo. En los años 80 y 90 tuve alguna oferta, es cierto, pero yo ya tenía clara mi opción por el despacho profesional. También pude optar a trabajar en exclusiva para alguna compañía privada y, muy posiblemente, dar el paso hacia la gestión, lo que no me desagradaba. De hecho, en mi práctica de la abogacía, cuando estoy en operaciones de M&A en las que la solución nos viene dada, pienso a veces en otras alternativas empresariales que pudieran ser preferibles y que no se están teniendo en cuenta. Desde luego me gusta tomar parte en la toma de decisiones.

Respecto a no haber entrado en política, y tal y como está ahora de desprestigiada y de perseguida, quizás te alegras de no haberlo hecho

José María.- Soy Paulino y leí la placa, o quizás me la hicieron leer a mi llegada, por lo que la tentación existió. Pero para mí la imposición de la estructura y disciplina de partido y la permanente exposición y cuestionamiento públicos no hacen atractiva la labor.

Chema.- Para mí sería una salida menos común que para un Abogado del Estado. He tenido ofertas de algún Banco, pero prefiero no tener jefes y nunca me ha atraído trabajar en una empresa. En un despacho todos los Socios somos iguales y el Socio Director es sólo un “primus inter pares”: únicamente nos «sometemos» a los clientes, que no es poco, pero, aun así, la relación con ellos es diferente a la de la pura dependencia jerárquica.

Pues hablando de clientes, nuestra experiencia es que con las nuevas tecnologías la relación con el cliente es muy dependiente, no se respetan horarios y se participa en varias operaciones a la vez, a veces puede resultar hasta servil.

José María.- En mi forma de trabajar es importante entender e interpretar lo que el cliente necesita y quiere, y «sentirme parte» de la operación. Su interés es el mío, y sus prisas e inquietudes son las mías. Es cierto que hay momentos en los que los ritmos son excesivamente intensos, pero se hace más llevadero si se comparte el interés.

También los sectores son diferentes. El sector financiero es mucho más agresivo que el industrial, por ejemplo. Pero siempre hay que cuidar la relación con los clientes. Se presume que la labor técnica de abogado la vamos a hacer bien, así que tenemos que cuidar la personal; una buena relación personal es clave.

Chema.- Yo tengo que reconocer que en algunas ocasiones sí que me he sentido «un poco» siervo. La presión competitiva es brutal, y a veces hay que aguantar cosas que, vistas desde fuera, parecen inadmisibles. En todo caso, es algo común a todos los prestadores de servicios. No olvidemos la etimología.

La globalización de los mercados, de las comunicaciones, de la sociedad, han propiciado la globalización de las operaciones. Las inversiones no conocen fronteras, los cinco continentes constituyen ahora un lugar de operaciones para el mercado. Los despachos se han internacionalizado y se han especializado. Se trabaja en español, en inglés, en alemán, y cada vez más en chino y árabe. Esto es una gran oportunidad de negocio, pero también una amenaza, porque crece la competencia. ¿Cómo estáis viviendo esta apertura de mercados?

José María.-Yo creo que España en estos momentos atrae inversión y por otra parte las compañías españolas están muy presentes en el exterior. Pero todo es ya mucho más conocido dentro y fuera.

Pienso que Latinoamérica es una asignatura pendiente. Nos cuesta hacer entender la importancia de ese mercado. Curiosamente, los grandes despachos anglosajones miran más hacia el Este que hacia el Oeste. Es cierto que los mercados latinoamericanos son complicados. Ejercer en Brasil es complicadísimo y la influencia de EEUU es cada vez mayor. Lamentablemente las élites económicas y financieras de Latinoamérica ya no se forman con España como referencia, sino con EEUU.

Chema.- Sin embargo las grandes empresas españolas están muy presentes en Latinoamérica. La última vez que lo miré, el volumen de la inversión española era el segundo, y recortando distancias respecto de la norteamericana (ahora mismo, es posible que haya que mirar también la china), pero es cierto que los despachos españoles no tienen allí un peso proporcional a nuestra inversión. Nosotros tenemos planes muy ambiciosos para Latinoamérica, pero no son fáciles de implementar. El referente de ese mercado siguen siendo las firmas de Washington y Nueva York, mucho más que las «inglesas». Además de que las élites sudamericanas ya no tienen a España como referente en su formación, también se percibe cierto desapego hacia la madre patria. Y cuanta mayor es la inversión española, más crece el rechazo. Al menos, así me lo transmiten varios compañeros y amigos de otros sectores, casi todos Paulinos, que han trabajado en Méjico y Sudamérica: los profesionales locales prefieren que sus jefes también sean de su país y albergar así más posibilidades de ocupar esos puestos en el futuro, lo cual es muy legítimo.

José María.-Yo creo que en este ámbito hay mucha labor gubernamental por hacer. Doy clases en el Instituto de Empresa desde hace tiempo y nosotros, durante muchos años, tuvimos alumnos becados por la Fundación Carolina, que hacía una búsqueda de gente talentosa en Latinoamérica y le ofrecía una buena especialización aquí. Esa experiencia se ha perdido y era una vía adecuada para estrechar los lazos con España y entrar en contacto con Europa.

Ahora que mencionamos el concepto de Europa, quizás sea interesante conocer vuestra opinión acerca del momento que vive la Unión Europea. ¿Cómo puede, por ejemplo, afectar a vuestro negocio el hecho de que se armonicen legislaciones? ¿Veis posible un futuro derecho europeo en algunas materias?.

José María.- Lo veo complicado. Creo que la Unión Europea tiene que hacer un esfuerzo enorme para volver a ofrecer el atractivo de la seguridad jurídica en el ámbito europeo. Más allá del actual populismo judicial, por ejemplo en el ámbito de las cláusulas de defensa del consumidor, nos tiene que ofrecer un espacio unificado, en el que no tengamos la sensación de que estamos cediendo y, en consecuencia perdiendo, parte de nuestra capacidad de decisión.

Chema.- La convergencia es deseable pero está muy lejana. Mientras no se unifique el derecho civil-mercantil, siempre se requerirán abogados especializados en cada país de la Unión, y no veo viable crear un Código Civil y Mercantil europeo (lo cual, sin duda, tendría sus ventajas) en los próximos años.

Plantilla del equipo de fútbol del Colegio.

En este momento el Brexit es una amenaza para Europa, pero también podría ser una oportunidad en muchos aspectos. En el ámbito jurídico se podría poner en cuestión la vis atractiva que tiene el derecho inglés en toda Europa, y en el ámbito lingüístico la vis expansiva del inglés.

Chema.-El Brexit es un tema muy complejo y más en el ámbito jurídico. Por una parte, la vis atractiva del derecho inglés no se debe, pese a lo que piensen los británicos, a que sea «el mejor». De hecho, supuestamente es contractualista y muy flexible, pero no hay tantas diferencias con los ordenamientos continentales. Por ejemplo, ves las reservas en una opinión legal inglesa y otra española, y en ambos derechos las clausulas penales son susceptibles de moderación por los tribunales.

Por otra parte, el derecho inglés se convirtió en la lex mercatoria porque la City estaba en Londres, porque el inglés se habla, mal que bien, en toda Europa y, porque los tribunales mercantiles ingleses tienen una calidad extraordinaria. Analizas una sentencia de derivados de un tribunal inglés y es increíble el conocimiento financiero que demuestra. Al menos dos de esos tres factores no van a cambiar.

Parece un momento propicio para que algún lobby, grupo o incluso país de Europa intente revertir esta situación y se trate de convertir a una capital europea en la nueva sede de la City, y a uno de los idiomas oficiales en el predominante.

Chema.-Una cosa es la sede financiera y otra el derecho aplicable. Es muy posible que otras capitales financieras europeas ganen peso a costa de Londres, pero eso no significa que necesariamente suceda lo mismo con el derecho inglés. El derecho inglés es el derecho del mundo de las finanzas europeas y es muy difícil reemplazarlo por otro. Es cierto que diversas entidades continentales, principalmente instituciones públicas, contemplan prescindir del derecho inglés después de Brexit. Pero, ¿con qué lo sustituimos? ¿Acudimos al derecho alemán o al francés? ¿Cuantos abogados en Europa pueden asesorar en derecho alemán o francés? ¿Y qué hacemos con el idioma? ¿Van a hablar los franceses en alemán o viceversa?

Otra posible alternativa es la fragmentación, y que cada país aplique su derecho. No es fácil, porque la industria ya se ha acostumbrado al derecho inglés. Además numerosas operaciones involucran a empresas en diversos países y sujetar parte de la documentación, por ejemplo, a derecho español, parte a derecho alemán y parte al portugués no parece lo más eficiente.

Podría crearse quizás un código civil y mercantil europeo pero ya he dicho que lo veo muy complicado a corto y medio plazo.

Sin duda el Brexit, a pesar del Acuerdo de Retirada alcanzado entre la Unión Europea y el Reino Unido, y en el momento de publicación de esta entrevista pendiente de ser aprobado por el Parlamento británico, sigue siendo una incógnita y, en el debate, ya de sobremesa, todo son interrogantes. Y es curioso, porque compartimos muchas dudas e inquietudes sobre la actualidad, que ni procede ni sería posible trasladar aquí, pero escucharles no inquieta, muy al contrario, genera seguridad y certezas, porque ambos saben hablar con rigor de la incertidumbre.

Su cercanía y elocuencia nos permite abordar también otros asuntos de actualidad y hasta personales, pero como aconseja Einstein, no todo lo que se puede contar cuenta ni todo lo que se cuenta se puede contar. En todo encuentro tiene que haber un espacio para la discreción y la confidencialidad, y nosotros lo reservamos con respeto.

Y ya en el café volvemos al Colegio, a los recuerdos que nos acompañan. Esta vez son recuerdos ilustrados, porque han traído fotos de su etapa colegial, en las que rememoramos partidos de rugby en el campo Central, discursos en el acto de imposición de becas, fiestas en el entorno de la piscina, viajes con compañeros. La historia se repite, son nuestros mismos recuerdos, nosotros también atesoramos similares momentos y a todos nos evocan tiempos felices. Disfrutamos de la melancolía de la adolescencia, de la juventud, y debatimos sobre el sello imborrable que deja en nosotros la etapa colegial.

Chema nos cuenta que conserva con cariño interesantes fotos de la época de la construcción del Colegio, tuvo acceso a ellas para exponerlas en el Anuario y está dispuesto a compartirlas. Ahora la tecnología permitirá que nos las remita por WhatsApp. Hablamos también del vídeo que recientemente se ha grabado sobre los primeros años del Colegio y de los cinco ministros del Gobierno que fueron colegiales en una misma época. Fueron tiempos gloriosos, y convenimos que en las distintas actividades profesionales el Colegio sigue formando a primeras figuras. Ahora quizás, al estar mejor valorada la actividad privada, es más habitual enfocar la carrera hacia el ámbito de lo privado. E incluso cuando se superan oposiciones a cuerpos del Estado, acaban siendo un trampolín para ejercer en puestos de gran responsabilidad en la empresa privada. Son los signos de los tiempos y nada es definitivo.

Hablamos de deporte, de lectura, de viajes, de aficiones compartidas, y descubrimos que el padre de Chema es el autor de libros como “Historia de la Derecha en España”, “Historia General de Andalucía” o “La Guerra de la Independencia”. Que Chema es un lector voraz, que lee para relajarse y para aprender. Nos habla de un blog curioso, que nos recomienda y que nos va a sorprender; se trata de “El Tamiz: Cuántica sin fórmulas”, que contiene veinticinco lecciones, para él increíbles. También elogia la novela “Nos vemos allá arriba”, de Pierre Lemaitre, ambientada al final de la primera guerra mundial.

José María nos confiesa que una de las cosas que más le gusta es hacer excursiones en familia por nuestra geografía, especialmente por Castilla. Hace poco compró, en Alba de Tormes, “Teresa de Jesús”, de José María Javierre. Este año ha sido el Año Santo de Santa Teresa y es una buena oportunidad para acercarse a su obra, a su ejemplo y a su carácter. Pensamos que José María, como ella, es una persona inquieta y andariega, que dedica su vida al diálogo entre los hechos, las letras y su sentido jurídico. Ambos, José María y Chema, un referente Paulino.

Y con estas recomendaciones, que ya comenzamos a leer, nos despedimos, encantados de aumentar nuestra Red, y enormemente agradecidos por el tiempo que nos han dedicado, por compartir con nosotros su experiencia, y por su contagiosa alegría al recordar los años en el San Pablo. Es este el rasgo más común que apreciamos en todos los Paulinos. Gracias José María, gracias Chema.