Quizás, aunque pensemos que son las mujeres las que deciden, es la presión cultural, familiar y social la que determina sus decisiones. Pongámonos en nuestra propia piel; si uno de nosotros tiene un hijo y una hija, ¿espera lo mismo profesionalmente de ambos? ¿O espera que su hijo acabe siendo socio de un despacho como Clifford y nunca entendería que renuncie a ello y, sin embargo, si su hija también lo consigue y luego renuncia para dedicarse a la familia lo entendería perfectamente, e incluso lo consideraría una opción adecuada? A veces los hábitos sociales están tan arraigados en nosotros que ni somos conscientes de ello.
José María.- Algo de eso hay. Recuerdo que una clienta de confianza me preguntó qué había estudiado mi hija, y cuando le dije que Historia del Arte lo consideró machista y me hizo ver que si hubiese sido un hijo le habría influido para hacer otro tipo de carrera, de más fácil salida profesional. Me sorprendió la crítica, pero reconozco que algo de razón podía tener.
Chema.- En mi caso es así, a mi padre siempre le importaron más mis notas y las de mis hermanos que las de mi hermana. Y yo y mi mujer también somos más exigentes, académicamente hablando, con nuestros hijos que con la pequeña; pero es de manera inconsciente. No creemos que ser un «profesional de éxito· y matarse a trabajar horas y horas sea mejor que dedicar tu vida a organizar y atender a la familia. Depende del carácter y de las necesidades de cada uno. Y la verdadera libertad está en poder optar por una u otra manera de vivir. Posiblemente, pensamos sin darnos cuenta, y probablemente como reflejo de la realidad social, que los varones no van a tener esa libertad, porque lo cierto es que, hoy por hoy, la vida familiar continúa «pivotando» en torno a la figura de la madre, y les exigimos más.
Es probable que, en este tema tan importante, todos deberíamos introducir en nuestro ámbito familiar y laboral mayores dosis de generosidad. Escuchando a López Quintás -son las ventajas de YouTube- hemos encontrado alguna clave en este sentido. Él nos dice que en la Oda a la Alegría de F. Schiller, que inspira la 9ª sinfonía de Beethoven, tenemos una clave para encontrar el equilibrio entre familia y trabajo. Consiste en convertir el deber en un ideal, interiorizar el deber mediante el amor. De forma que si amamos lo que tenemos que hacer, vamos a ser capaces de hacerlo bien. Si los hombres, además del ideal del trabajo, que lo tenemos muy interiorizado, convertimos la familia en un ideal, y las mujeres comparten el ideal de la familia con el del trabajo, el equilibrio y la conciliación irían por buen camino. Es quizás una utopía, pero ya sabemos que aunque las utopías no se cumplan, siempre hay que perseguirlas.
Y de la conciliación a la política, ambos temas candentes. José María, como Abogado del Estado, ¿tuviste en algún momento la tentación o alguna propuesta para entrar en política o en la empresa privada?
José Maria.- Ejerciendo de abogado del Estado y estando tan expuesto a lo público, la tentación y las posibilidades de entrar existen. En tantos años, en algún momento siempre va a haber alguien que quiera contar contigo. En los años 80 y 90 tuve alguna oferta, es cierto, pero yo ya tenía clara mi opción por el despacho profesional. También pude optar a trabajar en exclusiva para alguna compañía privada y, muy posiblemente, dar el paso hacia la gestión, lo que no me desagradaba. De hecho, en mi práctica de la abogacía, cuando estoy en operaciones de M&A en las que la solución nos viene dada, pienso a veces en otras alternativas empresariales que pudieran ser preferibles y que no se están teniendo en cuenta. Desde luego me gusta tomar parte en la toma de decisiones.
Respecto a no haber entrado en política, y tal y como está ahora de desprestigiada y de perseguida, quizás te alegras de no haberlo hecho
José María.- Soy Paulino y leí la placa, o quizás me la hicieron leer a mi llegada, por lo que la tentación existió. Pero para mí la imposición de la estructura y disciplina de partido y la permanente exposición y cuestionamiento públicos no hacen atractiva la labor.
Chema.- Para mí sería una salida menos común que para un Abogado del Estado. He tenido ofertas de algún Banco, pero prefiero no tener jefes y nunca me ha atraído trabajar en una empresa. En un despacho todos los Socios somos iguales y el Socio Director es sólo un “primus inter pares”: únicamente nos «sometemos» a los clientes, que no es poco, pero, aun así, la relación con ellos es diferente a la de la pura dependencia jerárquica.
Pues hablando de clientes, nuestra experiencia es que con las nuevas tecnologías la relación con el cliente es muy dependiente, no se respetan horarios y se participa en varias operaciones a la vez, a veces puede resultar hasta servil.
José María.- En mi forma de trabajar es importante entender e interpretar lo que el cliente necesita y quiere, y «sentirme parte» de la operación. Su interés es el mío, y sus prisas e inquietudes son las mías. Es cierto que hay momentos en los que los ritmos son excesivamente intensos, pero se hace más llevadero si se comparte el interés.
También los sectores son diferentes. El sector financiero es mucho más agresivo que el industrial, por ejemplo. Pero siempre hay que cuidar la relación con los clientes. Se presume que la labor técnica de abogado la vamos a hacer bien, así que tenemos que cuidar la personal; una buena relación personal es clave.
Chema.- Yo tengo que reconocer que en algunas ocasiones sí que me he sentido «un poco» siervo. La presión competitiva es brutal, y a veces hay que aguantar cosas que, vistas desde fuera, parecen inadmisibles. En todo caso, es algo común a todos los prestadores de servicios. No olvidemos la etimología.
La globalización de los mercados, de las comunicaciones, de la sociedad, han propiciado la globalización de las operaciones. Las inversiones no conocen fronteras, los cinco continentes constituyen ahora un lugar de operaciones para el mercado. Los despachos se han internacionalizado y se han especializado. Se trabaja en español, en inglés, en alemán, y cada vez más en chino y árabe. Esto es una gran oportunidad de negocio, pero también una amenaza, porque crece la competencia. ¿Cómo estáis viviendo esta apertura de mercados?
José María.-Yo creo que España en estos momentos atrae inversión y por otra parte las compañías españolas están muy presentes en el exterior. Pero todo es ya mucho más conocido dentro y fuera.
Pienso que Latinoamérica es una asignatura pendiente. Nos cuesta hacer entender la importancia de ese mercado. Curiosamente, los grandes despachos anglosajones miran más hacia el Este que hacia el Oeste. Es cierto que los mercados latinoamericanos son complicados. Ejercer en Brasil es complicadísimo y la influencia de EEUU es cada vez mayor. Lamentablemente las élites económicas y financieras de Latinoamérica ya no se forman con España como referencia, sino con EEUU.
Chema.- Sin embargo las grandes empresas españolas están muy presentes en Latinoamérica. La última vez que lo miré, el volumen de la inversión española era el segundo, y recortando distancias respecto de la norteamericana (ahora mismo, es posible que haya que mirar también la china), pero es cierto que los despachos españoles no tienen allí un peso proporcional a nuestra inversión. Nosotros tenemos planes muy ambiciosos para Latinoamérica, pero no son fáciles de implementar. El referente de ese mercado siguen siendo las firmas de Washington y Nueva York, mucho más que las «inglesas». Además de que las élites sudamericanas ya no tienen a España como referente en su formación, también se percibe cierto desapego hacia la madre patria. Y cuanta mayor es la inversión española, más crece el rechazo. Al menos, así me lo transmiten varios compañeros y amigos de otros sectores, casi todos Paulinos, que han trabajado en Méjico y Sudamérica: los profesionales locales prefieren que sus jefes también sean de su país y albergar así más posibilidades de ocupar esos puestos en el futuro, lo cual es muy legítimo.
José María.-Yo creo que en este ámbito hay mucha labor gubernamental por hacer. Doy clases en el Instituto de Empresa desde hace tiempo y nosotros, durante muchos años, tuvimos alumnos becados por la Fundación Carolina, que hacía una búsqueda de gente talentosa en Latinoamérica y le ofrecía una buena especialización aquí. Esa experiencia se ha perdido y era una vía adecuada para estrechar los lazos con España y entrar en contacto con Europa.
Ahora que mencionamos el concepto de Europa, quizás sea interesante conocer vuestra opinión acerca del momento que vive la Unión Europea. ¿Cómo puede, por ejemplo, afectar a vuestro negocio el hecho de que se armonicen legislaciones? ¿Veis posible un futuro derecho europeo en algunas materias?.
José María.- Lo veo complicado. Creo que la Unión Europea tiene que hacer un esfuerzo enorme para volver a ofrecer el atractivo de la seguridad jurídica en el ámbito europeo. Más allá del actual populismo judicial, por ejemplo en el ámbito de las cláusulas de defensa del consumidor, nos tiene que ofrecer un espacio unificado, en el que no tengamos la sensación de que estamos cediendo y, en consecuencia perdiendo, parte de nuestra capacidad de decisión.
Chema.- La convergencia es deseable pero está muy lejana. Mientras no se unifique el derecho civil-mercantil, siempre se requerirán abogados especializados en cada país de la Unión, y no veo viable crear un Código Civil y Mercantil europeo (lo cual, sin duda, tendría sus ventajas) en los próximos años.