ENCUENTROS PAULINOS

Entrevista con Emilio Guevara Saleta

Diputado General de Álava y parlamentario vasco, ponente del Estatuto de Autonomía de Euskadi, miembro de la Comisión Negociadora del Concierto Económico y de la Comisión mixta de Transferencia de Competencias.

“Mi experiencia en el Colegio Mayor fue increíble y determinante de mi trayectoria vital”

Por Aitor y Xabier Errasti Martínez de Antoñana

Por mediación del Presidente del Foro Mayor conocimos la condición de Paulino de Emilio Guevara Saleta. En Euskadi los Guevara son muy reconocidos y en Álava una autoridad; su trayectoria como abogado de prestigio en Vitoria, primer Diputado General de la democracia, miembro destacado de las comisiones negociadoras que redactaron el Estatuto de Autonomía y la ley del Concierto Económico o parlamentario en la Cámara Vasca, nos ofrece un perfil interesante para compartir experiencias con paulinos, que es el propósito que aquí nos hemos marcado.

En nuestra primera conversación telefónica, palpamos el grato recuerdo que guarda de su etapa colegial, todo fueron facilidades para compartir con nosotros experiencias y reflexiones. Pensamos encontrarnos en algún rincón característico de nuestra querida Vitoria, pero Emilio nos cuenta que su reciente jubilación le permite esquivar en Marbella los rigores del invierno del norte. Y lo que, en un primer momento, parece un inconveniente, se torna en una buena excusa para disfrutar de Málaga, así que organizamos el encuentro en esta bonita ciudad. Y dicho y hecho, aprovechando un fin de semana tomamos el AVE hacia la cuna de Picasso, ahora, y en su honor, ciudad de los museos.

Antes de encontrarnos con Emilio nos paseamos la ciudad, la inevitable calle Larios, el Paseo del Parque, el Palmeral de las sorpresas, hasta llegar al Paseo del Muelle Uno, donde nos hemos citado. El día está fresco y soleado, muy luminoso, oímos que viene una ola de frío polar. No percibimos ni atisbo de esa amenaza, la luz, el mar, las palmeras y árboles tropicales que dan sombra a los paseos, las voces melodiosas de los malagueños, la calma y el ambiente festivo que se vive en fin de semana, hacen que sintamos una cálida acogida. Estamos llenos de proyectos, el primero es nuestro encuentro, pero no nos podremos ir sin visitar el museo Picasso, su casa en la plaza de la Merced, la catedral y el museo de Revello del Toro. También queremos comer en el Refectorio de la Catedral y algo tendremos que picar en el Pimpi. Y si dispusiéramos de tiempo no nos iremos sin antes visitar el museo de Arte Pompidou y disfrutar de la noche malagueña

A las 14h hemos quedado en la terraza del restaurante El Toro pues, muy a nuestro pesar, la única condición que nos ha puesto Emilio es que sea en un sitio donde se pueda fumar. Y ya lo creo que fumamos, Emilio enciende un cigarrillo tras otro, fuma con la misma rapidez y seguridad con la que habla, es una locomotora en marcha, echando humo, a ritmo de crucero. Hasta el punto de que más que seguir el tradicional esquema pregunta-respuesta, en este encuentro nos podemos permitir poner una detrás de otra las frases que salen de su boca. Es un conversador grato y apabullante, con una memoria privilegiada y una cercanía y confianza que no podemos sino agradecerle.

Emilio Guevara

Diputado General de Álava y parlamentario vasco, ponente del Estatuto de Autonomía de Euskadi, miembro de la Comisión Negociadora del Concierto Económico y de la Comisión mixta de Transferencia de Competencias.

Foto Errastis - Emilio Guevara

Empezamos preguntándole cómo fue a estudiar al San Pablo, ya que en 1958 no sería habitual que un vitoriano se desplazara a estudiar a Madrid.

Efectivamente, lo habitual era estudiar en Deusto o en Valladolid, pero mi padre, también abogado de profesión, era propagandista en Vitoria; por eso soy Paulino.

Cuando llegué al Colegio el director era José María Sánchez-Ventura, notario de profesión, al que un año después sustituyó Jacobo Cano, de ambos tengo un gran recuerdo. Jacobo Cano sería más adelante secretario del Príncipe Juan Carlos, al que alguna vez vi en el Colegio, junto a sus primos Gonzalo y Alfonso. Viví 5 años en el Colegio como universitario, mientras estudiaba Derecho en el CEU, del 58 al 63, un CEU muy distinto al de hoy en día, ya que apenas éramos 40 alumnos por curso. Las aulas estaban en el propio Colegio Mayor, incluso se cursaban algunas asignaturas en la Universidad Complutense, en la que nos examinábamos; era un estatus similar al de un seminario de la facultad. Coincidí con Paloma Dégano, la única alumna del CEU en aquella promoción, una mujer muy valiente y encantadora. El sexto año me quedé en el Colegio como posgrado, hasta mi salida que más adelante os contaré.

Mi padre fue determinante en mi formación profesional y en mi trayectoria política. Antes de la Guerra Civil, comenzó su carrera profesional en el despacho de Francisco Javier de Landáburu, ideólogo, abogado y miembro destacado del PNV y del Gobierno Vasco en el exilio. Sin ser miembro del partido ni tener ideología independentista, como tampoco la he tenido yo, siempre se sintió próximo al PNV.

Al acabar la carrera volví a Vitoria y estuve volcado en mi profesión de abogado hasta 1977, momento en el que comenzó la Transición y los partidos políticos necesitaban incorporar miembros a sus filas. Primero se puso en contacto conmigo la UCD, pero yo estaba convencido de que, en aquel momento, había que trabajar con el PNV, ya que era el partido que más capacidad integradora iba a tener. Era un PNV con alma autonomista; cuando se celebró la primera conferencia política en Pamplona, el programa del PNV, que ya se ha cumplido, era el Estatuto de autonomía y la reintegración foral.

Yo me sentía cómodo en esos posicionamientos ideológicos. Ya desde niño, al ver a los miñones en las carreteras, percibía que Álava tenía cierta singularidad. Un sentimiento que convivía con un gran cariño por el resto de España. Y uno de los factores que ha contribuido a esa conjunción de sentimiento por mi país y por el resto de España es precisamente haber vivido en el San Pablo y haber tenido amigos andaluces, gallegos o valencianos. No hay ninguna duda de que estar en el Colegio me aportó amplitud de miras.

Cuando se enteraron en el PNV de mi respuesta a la UCD, Guerenabarrena, presidente del partido en Álava, me ofreció concurrir a las elecciones al Senado, en una candidatura conjunta con el PSOE e independientes; en aquel momento no me pareció oportuno y lo rechacé. Pensaba que así me cerraba las puertas a la política y, sin embargo, me ofrecieron participar, en representación de Euskadi, en la Comisión Mixta Gobierno-Consejo General Vasco, encargada de la transferencia de competencias. Al ser una cuestión técnica, de enorme trascendencia, acepté participar.

Al año siguiente murió D. Juan de Ajuriaguerra, vicepresidente del Consejo General Vasco y líder del PNV. En su funeral me pidieron que redactara un borrador de Estatuto de Autonomía para el PNV, que sería utilizado como punto de partida en el proceso de elaboración del Estatuto. Fui designado miembro de la Ponencia redactora del Estatuto en representación del Partido hasta diciembre de 1978, cuando se aprobó el Proyecto de Estatuto por la Asamblea de Parlamentarios Vascos y se remitió a Madrid para su tramitación en el Congreso. Aunque hasta ese momento todas mis colaboraciones habían sido de naturaleza técnica, yo ya estaba involucrado con la transición y vinculado con el PNV. Compartía la defensa de los Fueros y del autonomismo, por lo que viví mi integración en el partido de manera muy natural.

En el año 1979, antes de la aprobación del Estatuto, se convocaron las primeras elecciones municipales y forales, tras las cuales tendría que renovarse el Consejo General Vasco y constituirse las primeras Diputaciones Forales de la democracia. De nuevo el PNV pretendía contar conmigo para ser Consejero de Justicia de aquel Consejo General Vasco o candidato a Diputado General. No me atraía demasiado la posibilidad de dedicarme profesionalmente a la política, porque no tenía intención de abandonar mi profesión, así que elegí ser candidato a la Diputación Foral sin contemplar en ningún caso que pudiéramos ganar aquellos comicios y poderme liberar así de todo compromiso. Además, siendo alavés, el cargo de Diputado General tenía para mí un significado especial. Sorprendentemente ganamos las elecciones y fui Diputado General a los 37 años. Poco después de jurar el cargo se iniciaron las conversaciones bilaterales para la negociación del Estatuto de Autonomía.

El Estatuto vasco fue el primero que se negoció. Para facilitar la negociación la UCD y el PNV nombraron una comisión bilateral reducida, del PNV Michel Unceta, Marcos Vizcaya, Xabier Arzallus y yo mismo, del Gobierno UCD Suárez, aunque no intervenía en las negociaciones-García-Añoberos, Pérez Llorca, Martín Retortillo y Alberto Oliart. La negociación fue, en ocasiones muy dura, pero siempre compartiendo ambas partes, como sucedía en aquel momento de la Transición, la necesidad de llegar a un acuerdo. Considero que el resultado fue muy bueno, aprobándose el texto del Estatuto en julio por las Cortes Generales y en octubre por la sociedad vasca mediante referéndum.

Posteriormente se convocaron, en 1980, las primeras elecciones al Parlamento Vasco, salí elegido parlamentario y fui, además, portavoz del grupo parlamentario, en aquella primera legislatura.

No es posible interrumpirle, las ideas, las fechas, los nombres fluyen con agilidad y soltura, se diría que está reviviendo aquellos momentos, que ha vuelto a aquellos retos, y con una memoria, una agilidad mental y un entusiasmo admirable revive un periodo que considera apasionante.

Cuando cesé como Diputado General, en 1983, no me presenté a la reelección, y tampoco lo hice en 1984, cuando cesé como parlamentario. Al decidir participar en la vida pública me puse como condición que sería durante cuatro años porque, en mi opinión, cuando se ejerce la política en puestos ejecutivos durante más de cuatro o, como mucho, ocho años, la persona se aleja en exceso de la profesión anterior, y cada vez es más difícil el retorno, lo que implica que el político pierde libertad e independencia, porque necesita aferrarse al cargo. Hay que mantener una vida profesional fuera de la política, que debe ser un servicio, no una profesión. De hecho, los Fueros de Álava, para evitar esos vicios y fomentar la independencia, establecían que ningún Diputado General podía ser reelegido hasta que transcurriera el mismo tiempo que había ocupado un cargo. Refleja una sabiduría tradicional que no se debería olvidar y que deberíamos actualizar.

Nosotros sabemos que en Euskadi la trayectoria política de Emilio Guevara es polémica. Por el apasionamiento con el que habla, percibimos que se siente muy orgulloso de ella, así que entre fechas, datos, nombres y acontecimientos, conseguimos preguntarle por su vinculación política en estos momentos. Sabe de qué hablamos y responde de inmediato:

Mi alejamiento del PNV se debió al rebrote en el Partido de su alma independentista, con la consiguiente creación de un sentimiento de frustración, que no está justificado, y de demanda permanente al Estado. Ahora bien, tengo que reconocer que en las últimas elecciones volví a votar al PNV. Íñigo Urkullu me parece un gran Lehendakari. El mejor Lehendakari que ha tenido el Gobierno Vasco en la democracia, un dirigente moderado y responsable.

Yo no compartí el camino que llevó a la suscripción por el PNV de los acuerdos de Lizarra con otras fuerzas nacionalistas e independentistas. Fui el único afiliado que presentó una enmienda a la totalidad a la ponencia “Ser para Decidir”, que aprobó la Asamblea Nacional del Partido. También escribí, en ese sentido, algún artículo en prensa que molestó a la cúpula nacionalista. En particular uno, titulado “El PNV de Arzallus”, que mencionaba el Motín del Caine. Parece ser que se ignoraba que en la película no hubo motín alguno, sino que se relevó al jefe siguiendo estrictamente las ordenanzas. Sin embargo interpretaron que yo llamaba al motín y me abrieron un expediente disciplinario. Fue una situación kafkiana, hasta el punto de que mientras se tramitaba mi expediente, al que yo no presenté alegaciones y cuyo resultado recibí de buena gana, miembros del partido me proponían que volviera a engrosar las listas al Senado o que encabezara la candidatura a la alcaldía de Vitoria o a la Diputación Foral.

Me distanció mucho del PNV el que se permitiera a Ibarretxe elaborar su famoso plan, que era inviable, como se demostró, que contribuyó a dividir y fracturar más a la sociedad vasca, y que supuso unos años de retroceso en el normal desarrollo de nuestra sociedad. Y todavía me distanció  más la actitud que durante mucho tiempo tuvimos con ETA, con las víctimas y con los partidos que estaban perseguidos. La sociedad vasca tendrá que hacer, en algún momento, un importante examen de conciencia, porque gran parte de la sociedad se dedicó a mirar hacia otro lado sin ver lo que había en el trasfondo. Y se puede entender que, en muchos casos, era una actitud causada por el miedo. ETA siguió el principio de que, si multas a un millón de personas no tendrás manera de cobrar las multas, pero si multas a diez personas, sí que podrás cobrarlas. ETA no tenía capacidad para atemorizar a toda la sociedad, pero se desarrollaron mecanismos para justificar aquella sinrazón. Por eso mi vuelta a la política fue, de una manera meramente testimonial, cuando el PSOE me pidió que fuera su cabeza de lista como independiente a las elecciones a Juntas Generales en 2003 y al Parlamento Vasco en 2005. Lo que hice por solidaridad, ya que tenían problemas para encontrar a personas que completaran sus listas. Me asignaron una escolta durante siete años. No me consta haber sufrido una amenaza concreta, como sí la vivieron Fernando Buesa, Ramón Rabanera y tantos otros, pero el Gobierno Vasco adoptó la medida porque consideraba que corría un riesgo.

En su tono de voz, en su expresión, se palpa que está rememorando momentos tristes, que no desea ahondar en este asunto y tratamos de volver a su época colegial. Nos interesa conocer su experiencia y valoración.

Mi experiencia en el Colegio Mayor fue increíble, imaginad a un joven de Vitoria del año 58, de una familia tradicional, católica y estricta, que llega a Madrid, a un Colegio con plena libertad de movimientos, con personas muy diversas, con inquietudes y experiencias muy diferentes. Que pronto hace amigos y que descubre a jóvenes con gran afición y conocimiento de cine, mi gran pasión. Compañeros que tenían todos los libros de editoriales sudamericanas, gracias a los cuales conocí a Sartre, a Camus… Un compañero de pasillo fue Juan Daniel Fullaondo, bilbaíno, estudiante de Arquitectura, que más adelante fue director de la principal revista de arquitectura de España, Premio Nacional de Arquitectura y colaborador de Sáenz de Oiza. Era un ilustrado, recuerdo que le poníamos discos de jazz y era capaz de decirnos quién estaba tocando la batería. Todavía no lo puedo entender. A Tomás Vives, leyendo el Ulises de Joyce. Vicente Verdú, cuyo nivel cultural ya destacaba en el Colegio. Pepe Illa, un jugador de hockey sobresaliente, que ganó muchos campeonatos para el Colegio. Viví el lujo de hacer teatro con Carmen Maura, que estaba iniciando su carrera y participó con los colegiales en la obra “Corrupción en el Palacio de Justicia”, de Ugo Betti; nunca se me olvidará. Madrid, a pesar de ser el año 1958, ofrecía grandes posibilidades a un joven estudiante. Teníamos mucha libertad y supuso un aprendizaje magnífico. El Derecho Administrativo lo aprendí al acabar la carrera, aquellos años fueron algo más que los estudios, fueron una escuela de vida en la que se estimularon mis inquietudes culturales y políticas.

Yo quería ser director de cine, pero he de confesar que no tuve valor. Yo pensaba que para saber si se tenía talento o no de escritor bastaban unas cuartillas, un bic y ponerse a ello. Hacer cine es más complicado, además de talento y trabajo se requiere dinero para llevar a cabo el proyecto. Y tiene que ser muy duro que un día consigas ese dinero y descubras que no tienes talento. Así que abandoné pronto mi sueño.

Al acabar la carrera hice un máster en el Centro de Estudios Tributarios y Fiscales, que compatibilizaba con prácticas en la asesoría jurídica del Banesto. Seguía viviendo en el Colegio Mayor y el director, Don Jacobo Cano, nos propuso a Dionisio Martínez, a Jesús Leguina y a mí ser directivos del Colegio, junto con Andrés Conde, que ya lo era desde el curso anterior. Ser directivo entonces te permitía, además, tener una habitación mejor. Asumimos el cargo con mucho entusiasmo.

Recuerdo que enseguida propusimos un novedoso programa de actividades; incluía conferencias de Joaquín Ruiz-Giménez, Mariano Aguilar Navarro y personas del entorno de la revista “Cuadernos para el Diálogo”. También pedimos, siendo el presidente del patronato Federico Silva, que se sustituyera al capellán del Colegio por otro implicado en las reformas de Juan XXIII y Pablo VI. Se aceptaron nuestras iniciativas, pero el contento duró poco. El Patronato no tardó en suspender el programa de actividades que habíamos propuesto. Sin pestañear exigimos al patronato la revocación de la suspensión inmediata de las actividades y la salida del capellán o dimitíamos en bloque. Al día siguiente, a primera hora, nos invitaron a abandonar el Colegio. Éramos jóvenes, muy jóvenes, y por tanto razonablemente soñadores e ilusos.

En todo caso, mi experiencia en el Colegio Mayor fue determinante en mi trayectoria vital y este último incidente no empaña mi opinión ni mi afecto por el San Pablo.

Estábamos en octubre, acababa de empezar el curso, Dionisio preparaba oposiciones a inspector del timbre, Jesús Leguina preparaba oposiciones a cátedras, como discípulo de García de Enterría, y yo hacía el posgrado, alquilamos un piso y continuamos con nuestros estudios y con nuestras actividades políticas y culturales. Yo no tenía nada clara la vuelta a Vitoria, no quería volver al despacho de mi padre hasta tener un nivel que me hiciera digno de trabajar con él. Pronto me surgió la posibilidad de llevar una asesoría de un grupo inmobiliario importante en Vitoria, en unas condiciones que consideré muy satisfactorias, y volví a casa. Con mucha frecuencia el destino de toda una vida viene determinado por un sencillo incidente.

Está claro, no existe la tragedia, sino lo inevitable. Todo en la vida tiene su razón de ser, sólo es necesario distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo. Así que entre risas y envueltos en humo constatamos que su compromiso y coherencia con los principios en los que cree hacen que le echen de todas partes, que se sienta expulsado de los sitios en los que pone su corazón, de momento del Colegio y posteriormente del partido en el que militaba. Ya sabemos que los valientes siempre son obstinados y, desde luego, nada es inútil si podemos aprender de ello. Por eso, de ambas experiencias tiene también gratos recuerdos, a los que de nuevo vuelve de forma espontánea:

También participé en la Comisión Negociadora del Concierto Económico entre la Administración General del Estado y la Comunidad Autónoma del País Vasco, como Diputado General de Álava, junto con los Diputados Generales de Bizkaia y Gipuzkoa, y con Pedro Luis Uriarte, como Consejero de Economía y Hacienda en el primer Gobierno Vasco que, en tal condición, actuaba de Presidente de la Comisión. El concierto se negoció a finales de 1980, una vez constituido el Parlamento Vasco, aprobándose la Ley en mayo de 1981.

La clave del Estatuto de Autonomía y de la Ley del Concierto Económico está en que supone un vuelco con respecto al Concierto implantado a finales del S.XIX, tras la abolición foral, después de la finalización de la segunda guerra carlista, y que seguía estando vigente en Álava. En este concierto, el Cupo era el resultado de descontar de la recaudación total de la provincia, los llamados “gastos compensables”, por la financiación de las competencias de la Diputación en carreteras, montes, agricultura, etc. Sin embargo, tras el Estatuto de Autonomía se parte de la situación inversa, considerándose que los ingresos fiscales son de las haciendas forales, y que el Cupo es la contribución que tiene que pagar el País Vasco a las arcas estatales para sufragar las competencias que el Estado presta en beneficio de los residentes de la Comunidad Autónoma, al no haber sido transferidas, como son los gastos de Defensa, Exteriores o la Corona, entre otros.

Entiendo que esta situación, que contribuye a crear un elemento de soberanismo muy poderoso, conlleva también la asunción de un riesgo muy importante, porque si los ingresos recaudados por la Comunidad Autónoma le corresponden a ésta, que tiene que contribuir con el famoso 6,24% de los gastos generales del Estado, en el supuesto de que la situación económica nacional sea muy positiva y los presupuestos que se aprueben sean muy expansivos, con grandes inversiones, la Comunidad Autónoma tiene el deber de pagar ese porcentaje, con independencia de los ingresos que recaude. Este riesgo unilateral, que Euskadi asumió, es lo que conllevó a que, tal y como yo escuché decir en primera persona, Pujol rechazara el sistema de cupo para Cataluña.

Sin duda, el Concierto ha ofrecido una mayor capacidad de gasto en muchas competencias, pero también conlleva mayor responsabilidad en la gestión, y no es justo decir que el nivel de desarrollo económico alcanzado por Euskadi se deba exclusivamente al Concierto. Y, desde luego, tampoco tiene ningún sentido que desde algunos sectores se afirme que el Estatuto está agotado, o que hace falta un nuevo régimen de relación con el Estado, porque el bloque estatutario es muy beneficioso para Euskadi.

Considero muy complicada la posible exportación del régimen foral al resto de comunidades de España y creo que no es la solución. Pedro Luis Uriarte Santamaría, en el marco del magnífico ejercicio de explicación del Concierto que está llevando a cabo, considera que el cupo debería ser el sistema al que tienda la Unión Europea, con un sistema central y competencias delegadas en los diferentes territorios, para que la gestión esté cerca de los territorios. Tuve la gran suerte de colaborar con Pedro Luis en muchos proyectos durante mi época de servicio público, también discutimos y discrepamos, pero dice mucho de nuestro respeto mutuo el hecho de que tantos años después sigamos manteniendo una buena amistad. Pedro Luis es brillante, le llamábamos el PLUS, por sus iniciales, pero también porque era lo más. Un trabajador incansable y entusiasta, con las ideas muy claras y con esa capacidad de exposición propia de las grandes mentes. Creo que durante la transición muchos grandes profesionales participaron en la política. Por ejemplo en Euskadi, no sólo Pedro Luis Uriarte, también Mario Fernández o Pedro Miguel Echenique. Personas que tenían otra profesión y que cuando lo consideraron oportuno abandonaron la política y fueron brillantes en sus profesiones.  Considero que este perfil de políticos ayudaron mucho al proceso.

Ahora la política, desgraciadamente, está muy desprestigiada, hasta el punto de que, por culpa de los menos, todos son de entrada sospechosos habituales. Y lo cierto es que la política es un noble servicio, pero hay que abordarla como una tarea, no debe ser una profesión. Esos profesionales a los que me refiero, tanto entonces como hoy, perderían dinero dedicándose a la actividad pública, aunque no menos cierto es que también hay otros que se pueden considerar bien pagados, ya que fuera de la política desempeñarían trabajos, sin duda, con peores condiciones económicas.

Esta reflexión a nosotros nos recuerda hoy la llamada del Papa Francisco al deber que tenemos de rehabilitar la política, a la que considera una de las formas más altas de la caridad. En estos momentos, en los que se ha instalado en la sociedad la idea de que muchos males provienen de la política y de los políticos, nos viene también a la memoria la exigencia de ejemplaridad pública que hay en el ambiente. El mal comportamiento, en palabras del filósofo Javier Gomá, es narcotizante y dignificante sobre cada uno de nosotros. Él explica muy bien cómo un comportamiento cívico virtuoso en aquellos que nos rodean, te pone en un aprieto, mientras que si ese comportamiento es negativo, corrompido, repulsivo, genera buena conciencia, te dignifica, te reconforta, porque te permite pensar que tú eres mejor. “No hay placer más exquisito que el de la buena conciencia”, dice, y, con demasiada frecuencia, nos rodeamos de ejemplos negativos para acunarnos en nuestra superioridad moral. Pero no podemos olvidar que, también en la política, junto a sonoros hechos reprobables, el día a día está plagado de callados hechos elogiables que nos llenan de esperanza.

En fin, la tarde avanza, los cafés se suceden, su entusiasmo no decae, su memoria y su discurso nos tienen cautivados. Nos facilita ideas muy claras sobre su trayectoria vital, su labor en la política vasca, su orgullo por su compromiso, por sus aportaciones, por la asunción de sus responsabilidades y la aceptación jocosa de sus consecuencias. Su sentimiento foralista, su rechazo al nacionalismo populista, su conciencia de vasco, el amor a su tierra y el respeto a la tierra común.

Palpamos el amor a su profesión de abogado, que le ha permitido estar hasta los 75 años a pleno ritmo en su Despacho. Nos confiesa que cuando cumplió 65 años intentó bajar el pistón profesionalmente, pero vio que era imposible, que no se lo podía permitir. Los clientes no quieren a su abogado a tiempo parcial, y ha continuado durante 10 años más. Es cierto que la experiencia añade al sentimiento una cierta sabiduría, y hoy está satisfecho, considera que ha cumplido, con creces, todas sus aspiraciones, y todo lo que ha hecho, lo que tiene, es más de lo que nunca esperó. Confirma así la máxima de que cada hombre es el arquitecto de su propio destino.

Nosotros tenemos la sensación de que nos hemos acercado a un hombre coherente, trabajador y responsable, también soñador, entusiasta y sincero. Un hombre joven, de 75 años, con una memoria y una vitalidad envidiables. Un profesional muy humano que hace que nos interroguemos sobre cómo va a ser ahora su vida de jubilado, a qué nueva causa se va a entregar, porque lo hará.

Una incógnita que promete desvelarnos en un próximo encuentro Paulino en Vitoria-Gasteiz. Será, de nuevo, un placer.