ENCUENTROS PAULINOS

Entrevista con Cristóbal Rodríguez Giménez

Letrado del Consejo de Estado

"El Colegio Mayor imprime carácter y te hace irremediablemente paulino"

"En el Colegio han estudiado grandes personalidades y a nosotros nos corresponde hacer que siga así"

Por Aitor y Xabier Errasti Martínez de Antoñana

Tuvimos la suerte de coincidir en el Colegio Mayor con Cristóbal, nosotros colegiales y él residente. Venía del Colegio Mayor Jaime del Amo y había decidido encerrarse en el San Pablo para estudiar una de las oposiciones más complicadas y de más prestigio, Letrado del Consejo de Estado. Era el año 2010 y sentíamos ya un profundo respeto por él. Respeto, admiración e incertidumbre, era una mezcla de sentimientos ante un reto de tal naturaleza. Teníamos ante nosotros a un chico joven, muy joven, amable, cercano, buen conversador y dispuesto siempre a colaborar y a compartir con nosotros su experiencia y su saber, que ya entonces era mucho, y se notaba. Pronto nos llamó la atención su habitación, era una auténtica biblioteca. En los estantes en los que nosotros ordenábamos o apiñábamos la ropa, él disponía, ordenados como podía, todos sus libros. Bueno, todos no, pronto supimos que eran sólo los que consultaba y estudiaba, en casa tenía muchos más. Una magnífica biblioteca especializada en derecho, filosofía y teoría política, que nos hacía todavía más insondable, si cabe, el reto que se había propuesto.

Cristóbal Rodríguez Giménez, Letrado del Consejo de Estado, licenciado en Derecho y ADE (E-3) por la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid ICAI-ICADE. Nuestro compañero y amigo del Colegio Mayor de San Pablo.

Cristóbal Rodríguez y Aitor Errasti en la biblioteca del Consejo de Estado

Ahora, cuando recordamos aquellos momentos, nos damos cuenta de que la incertidumbre, el miedo incluso, ante las dificultades de tamaña empresa estaba en nosotros. Sólo en nosotros. Él sabía que lo podía conseguir, que lo iba a conseguir, era cuestión de trabajo, de disciplina, de pasión y de entusiasmo por cada tema, de tiempo y algo de suerte. ¿Y por qué no? pensaba Cristóbal. Sabía que no era fácil, pero estaba convencido de que merecía la pena. Estaba ilusionado con el objetivo que se había propuesto, así que su labor le apasionaba.

Menos de cuatro años le bastaron para aprobar la oposición de Letrado del Consejo de Estado, nunca le vimos inquieto ni abatido; muy al contrario, hacía vida con los colegiales, desayunaba, comía y cenaba con nosotros y por las noches salía a correr. Siempre encontrábamos en él respuesta a nuestras preguntas sobre profesores y asignaturas que ya había superado y que, para nuestra perplejidad, recordaba y nos explicaba con naturalidad. 

Comprenderéis que es sencillo sentir admiración por Cristóbal y que hoy, cuando nos recibe en el Consejo de Estado, un palacio del siglo XVII, ubicado en la calle Mayor de Madrid, mandado edificar por el primer Duque de Uceda, hijo del Duque de Lerma, validos ambos de Felipe III, sintamos también algo de orgullo por ser sus compañeros de Colegio y buenos amigos. En el encuentro hace de cicerone y nos explica, con solvencia y con su amabilidad habitual, aspectos históricos y artísticos. Nosotros nos dejamos impresionar, no es difícil. Su elocuencia y la grandiosidad del Palacio hacen que nos cueste entender que estamos en un lugar de trabajo. Es difícil imaginar aquí locales de oficina con ordenadores, teléfonos o fotocopiadoras, no encaja, esto es un palacio en toda regla, pero pronto sabremos cuál es el método de trabajo, todo tiene su explicación.

Impresionados por el marco y reunidos en una biblioteca que alberga miles de libros antiguos, nos surge la primera cuestión: ¿cuáles son las funciones del Consejo de Estado? Nosotros ya nos hemos ocupado de investigar que el Consejo, que es como lo llaman los Letrados del Consejo de Estado, está regulado en el artículo 107 de la Constitución Española, en la Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado, modificada en 2004, y en el Reglamento Orgánico del Consejo de Estado, aprobado por Real Decreto 1674/1980, de 18 de julio, modificado en 2005, también hemos consultado su página web, pero nada como escuchar sus apasionadas explicaciones:

Según la Constitución, el Consejo de Estado es el supremo órgano consultivo del Gobierno y tiene por finalidad velar por la observancia de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico, a través de la emisión de dictámenes, en aquellos asuntos que sean sometidos en consulta por el Gobierno o sus miembros. En general, el Consejo emite dictamen sobre la mayoría de los proyectos normativos elaborados por el Gobierno (proyectos de ley, proyectos de real decreto-legislativo y proyectos de reglamento -fundamentalmente, proyectos de real decreto y de orden ministerial-), reclamaciones de responsabilidad patrimonial de la Administración, solicitudes de declaración de nulidad de pleno derecho (revisión de oficio) y recursos de inconstitucionalidad. El dictamen se pronuncia, normalmente, sobre cuestiones de carácter jurídico y, en ocasiones, sobre cuestiones de oportunidad. Por ejemplo, los dictámenes sobre proyectos de real decreto examinan, entre otros, los siguientes aspectos: si existe habilitación suficiente para dictar la norma en proyecto, si el rango de la norma en proyecto es el adecuado para regular la materia en cuestión, si en la elaboración del proyecto se han observado los trámites previstos en el ordenamiento jurídico, si entra en contradicción con normas vigentes y si respeta el principio de jerarquía normativa.

Primera duda ¿por qué el Consejo conoce de la gran mayoría de proyectos normativos que elabora el Gobierno y no de la totalidad? 

Porque el dictamen sólo es preceptivo (esto es, es obligatorio que lo solicite la autoridad correspondiente) cuando así lo establece la Ley Orgánica del Consejo de Estado u otra norma de rango legal. Por ejemplo, es preceptivo que se emita dictamen sobre los proyectos de ley que se dicten en ejecución, cumplimiento o desarrollo de tratados, convenios o acuerdos internacionales y del derecho europeo (entre otros, los proyectos de ley que transponen directivas de la Unión Europea) y sobre los proyectos de reglamento que se dicten en ejecución de leyes.

Segunda duda ¿es vinculante el dictamen del Consejo de Estado?

No, el dictamen no es vinculante porque la función del Consejo es meramente consultiva, la decisión corresponde tomarla, libremente, a la autoridad consultante. Ahora bien, en el 99% de los casos la autoridad consultante sigue el dictamen del Consejo de Estado. Sólo en ocasiones puntuales (generalmente en temas de especial carga política) se aparta del criterio del Consejo.

Pero, si el dictamen no aporta consideraciones políticas sino estrictamente jurídicas, ¿por qué no es vinculante? 

Porque la función del órgano consultivo es asesorar, no decidir, y, aunque en ocasiones esto pueda crear insatisfacción, es bueno que sea así. En el supuesto de que el dictamen fuera vinculante, la decisión última la tomaría el Consejo, que es un órgano consultivo, y no el Gobierno, que es la institución a la que, de acuerdo con el ordenamiento jurídico, le corresponde tomar la decisión (ya sea la de adoptar el proyecto normativo, ya sea la de dictar la resolución que resuelva la reclamación). Los dictámenes ponen a disposición de la autoridad consultante el criterio del Consejo, que es un órgano independiente y especialmente respetado, y, a la vista de este criterio, el ejecutivo toma la decisión que considera más adecuada. La auctoritas del Consejo se debe imponer únicamente por la fuerza de la razón y para garantizarla se exige que en la decisión que adopte la autoridad consultante se exprese, como exige la ley, si se adopta “de acuerdo con el Consejo de Estado” (siguiendo el dictamen) u “oído del Consejo de Estado” (discrepando del dictamen).

El dictamen se pronuncia sobre cuestiones jurídicas pero ¿propone además soluciones alternativas? 

Puede hacerlo. En los dictámenes sobre proyectos normativos es frecuente que el Consejo proponga una redacción alternativa de uno o varios artículos.

Una curiosidad, en el conocido caso del Yak-42 ¿de qué informaba el Consejo de Estado?

El Consejo dictaminaba sobre una reclamación de responsabilidad patrimonial de la Administración. Los dictámenes en esta materia ocupan una parte muy importante del trabajo del Consejo y han ido estableciendo las bases de la actual regulación de la materia, que permite que los particulares puedan reclamar una indemnización a la Administración cuando ésta haya actuado al margen de lo que establece el ordenamiento jurídico y les haya causado un daño.

El dictamen sobre el conocido como caso del Yak-42 se emitió sobre una reclamación de responsabilidad patrimonial dirigida contra el Ministerio de Defensa que sostenía que dicho Ministerio no había actuado correctamente en la contratación del avión siniestrado. El dictamen reconoció que se había producido un funcionamiento anormal del Ministerio.

Últimamente el Consejo también ha sido objeto de especial atención por parte de la prensa por el tema de Cataluña. En ese caso, ¿por qué se emitía dictamen?

El Consejo debe emitir dictamen con carácter previo a la interposición por parte del Gobierno ante el Tribunal Constitucional de un recurso de inconstitucionalidad que impugne las disposiciones y resoluciones adoptadas por los órganos de las Comunidades Autónomas.

Es imposible transcribir aquí el detalle con el que aborda la organización y los caracteres del Consejo de Estado, pero tenemos que dejar algún apunte de los aspectos que aborda. ¿Cómo está organizado el Consejo de Estado?

El Consejo de Estado actúa en Pleno, Comisión Permanente, Comisión de Estudios y Secciones.

El Pleno está integrado por el Presidente del Consejo de Estado, los consejeros permanentes, los consejeros natos, los consejeros electivos y el Secretario General. Los consejeros permanentes son nombrados con carácter inamovible sin límite de tiempo por Real Decreto entre personas que ocupen o hayan ocupado determinados puestos o cargos determinados en la Ley Orgánica del Consejo (Ministros, Presidentes o miembros de los Consejos Ejecutivos de las Comunidades Autónomas, etc.) Son consejeros natos (por razón de su cargo en ese momento) los titulares de los cargos públicos que explicita la Ley Orgánica del Consejo de Estado (Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Fiscal General del Estado, Abogado General del Estado-Director del Servicio Jurídico del Estado, etc.) Los Consejeros electivos son nombrados por Real Decreto por un plazo de cuatro años entre personas que hayan ostentado determinados cargos (diputados, senadores, defensor del pueblo, embajador…). Al Pleno le corresponde la aprobación de aquellos dictámenes que establece la Ley Orgánica (por ejemplo, los que se emiten sobre proyectos de ley orgánica y proyectos de ley).

La Comisión Permanente está integrada por el Presidente, los consejeros permanentes y el Secretario General. Le corresponde la aprobación de todos los dictámenes, incluso de aquellos que posteriormente son aprobados por el Pleno.

Las secciones son los órganos de trabajo del Consejo, están compuestas por un Consejero Permanente, que la preside, un Letrado Mayor y dos o tres Letrados. Actualmente hay ocho secciones. Cada una de ellas recibe los expedientes (asuntos) de uno o varios Ministerios. Yo estoy adscrito a la Sección 5ª, que recibe los asuntos del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, del Banco de España, del Tribunal de Cuentas, de la Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia y de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

¿Cuáles son las características más destacadas del Consejo de Estado?

El Consejo de Estado es un órgano especial en muchos sentidos.

Por lo que se refiere a su naturaleza, la mayoría de la doctrina sostiene que es un órgano auxiliar de los órganos constitucionales, esto es, un órgano que completa el esquema de coordinación de poderes y que contribuye a consolidar el equilibrio entre los poderes del Estado.

Por lo que hace a su posición institucional, el Consejo, a pesar de que asesora al Gobierno, goza de total independencia respecto de éste. Esta independencia se consigue, principalmente, a través de dos vías: primera, el Consejo elabora su propio presupuesto y su propia relación de puestos de trabajo; segunda, los consejeros permanentes de Estado son injubilantes por edad (es decir, son vitalicios, como los jueces del Tribunal Supremo de Estados Unidos) y, por ello, sus decisiones no están condicionadas por la posibilidad de que sean cesados. Esa independencia también tiene su manifestación en los Letrados, pues tenemos una gran autonomía a la hora de elaborar los proyectos de dictamen y varias garantías para evitar injerencias en nuestro trabajo: por ejemplo gozamos de una especie de “derecho de resistencia” que nos permite que nos neguemos a elaborar un proyecto de dictamen en el que se mantenga un criterio jurídico que no compartimos. En este sentido, los Letrados tenemos absoluta libertad e independencia.

¿Cómo se elaboran los dictámenes?

Los dictámenes son el resultado de un detenido proceso de reflexión. Los dictámenes son aprobados, al menos, por la Sección correspondiente y por la Comisión Permanente. Cuando un expediente entra en el Consejo, se remite a la sección que corresponda por razón de la materia y allí se asigna a uno de los Letrados que la integran. El Letrado estudia, prepara y redacta los proyectos de dictamen. Los proyectos de dictamen elaborados por los Letrados de cada sección se examinan en la reunión que semanalmente celebra cada sección. Durante esta reunión el Letrado ponente (el que ha redactado el proyecto de dictamen) explica el contenido del proyecto de dictamen -lo cual frecuentemente genera un interesante debate jurídico-, se intercambian puntos de vista entre los integrantes de la Sección, se introducen modificaciones, en su caso, y se aprueban los proyectos de dictamen. Una vez aprobados por la Sección, los proyectos de dictamen se remiten a los miembros de la Comisión Permanente, para que sean examinados en la siguiente reunión de dicha Comisión y, en su, caso, se aprueben los dictámenes. En la mayoría de las ocasiones, los dictámenes que finalmente aprueba la Comisión Permanente no difieren en gran medida de los proyectos de dictamen elaborados por los Letrados.

Antes de abordar otros temas más personales Cristóbal se recrea también en la historia del Consejo de Estado y en aspectos interesantes de su actual ubicación, un magnífico palacio del que parece que lo sabe todo, el presente y su pasado, anécdotas y datos históricos relevantes. Por él sabemos que este Consejo de Estado es una de las instituciones más antiguas de Europa, pues fue creado por Carlos V de Alemania, I de España, en 1526. El Consejo Real había sido creado en 1385 y se dividía en secciones (que trataban distintos asuntos). A partir de los Reyes Católicos las secciones se fueron convirtiendo en Consejos independientes (Aragón, Inquisición…) y se crearon nuevos Consejos, como el Consejo de Indias. Fernando e Isabel consolidaron en España el sistema de gobierno denominado polisinodial o sinodiárquico, esto es, a través de Consejos, que era el sistema de gobierno más avanzado de la época y que los Austrias perfeccionaron. El Consejo de Estado proviene del Consejo secreto de los Reyes Católicos, surge como Consejo privado del monarca y su misión era asesorar al rey sobre política exterior.

El modelo polisinodial tuvo una gran influencia en Europa y el sistema de gobierno fue importado por otros países. Francia creó un Consejo Real a imagen y semejanza del Consejo de Estado español. De hecho, en 1640, en un momento especialmente delicado para la Monarquía Hispánica, Richelieu, en su testamento, alaba el Consejo de Estado de España y a los consejeros españoles, destacando su dedicación al servicio del Estado y su integridad en la defensa de los intereses de la Monarquía.

Con el advenimiento de los Borbones, en el s. XVIII, el sistema de Consejos entra en decadencia por los continuos enfrentamientos entre los distintos Consejos y los favoritos del Rey, que éste resolvió normalmente a favor de estos últimos, que se llamaban Secretarios de despacho, y que son el precedente directo de los actuales ministros.

Esta explicación apasionada y minuciosa nos sugiere nuevos interrogantes. Si el Consejo de Estado surge en una época donde el monarca tenía un poder absoluto, cómo es que ahora representa una garantía de democracia y de separación de poderes.

El Consejo de Estado ha evolucionado con el paso del tiempo. Surgió para aconsejar al Rey en los asuntos más graves de la monarquía. Tras la Revolución Francesa, el Consejo de Estado pasó a aconsejar al Gobierno fundamentalmente sobre cuestiones jurídicas y con ello adquirió un rol fundamental en la defensa del Estado de Derecho. Actualmente, los dictámenes velan por la observancia del ordenamiento jurídico y garantizan el respeto a la Constitución y a las leyes. Debido a la gran cantidad de normas que integran el ordenamiento jurídico, es especialmente importante la existencia de un órgano que ofrezca análisis jurídicos con autonomía e independencia y que garantice la calidad del ordenamiento jurídico.

Entonces, lo que sí puede afirmarse es que el Consejo de Estado siempre ha estado vinculado al poder de forma muy estrecha. Con esa posición, es de suponer que en algún momento habrá estado cuestionado, ¿nunca se ha suprimido?

Cierto, el Consejo de Estado siempre ha estado muy cercano a los centros de toma de decisión (antes, el Rey; ahora, el Gobierno). El Consejo de Estado ha sido objeto de diversas críticas en todos los países europeos en los que existe (Francia, Italia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y España) pero en todos ellos ha permanecido por la importancia y calidad de la labor que desarrolla. En todos los Estados mencionados, el Consejo de Estado se encuentra entre las instituciones más prestigiosas y la sola mención de su nombre (por ejemplo, Conseil d’État o Consiglio di Stato) infunde un gran respeto. En España, el Consejo de Estado nunca se ha suprimido pero sí que perdió su nombre y pasó a llamarse Consejo Real durante parte del siglo XIX.

Por todos es sabido que importantes puestos de responsabilidad, tanto en el sector público como en el sector privado están ocupados o lo han estado por Letrados del Consejo de Estado. ¿Es la oposición un buen trampolín para poder ocupar ese tipo de puestos?

Sin duda. Los Letrados han destacado en muchos ámbitos distintos a pesar de que el cuerpo de Letrados es muy reducido (actualmente, no somos más de 30). En política, cabe recordar que los Letrados desempeñaron un papel muy importante durante la Transición (Landelino Lavilla fue Ministro de Justicia entre 1976 y 1979; Miguel Herrero de Miñón, fue uno de los padres de la Constitución). Más recientemente, Federico Trillo fue Ministro de Defensa y Presidente de las Cortes Generales. En el ámbito académico pueden citarse, entre otros muchos, Eduardo García de Enterría, José Luis Villar Palasí, Jaime Guasp y Manuel Alonso Olea. En el ámbito de las fundaciones, puede mencionarse a José Luis Yuste y a Javier Gomá (Director de la Fundación Juan March y uno de los pensadores españoles más respetados en la actualidad). Por último, en el sector privado, han sido muchos los que han tenido grandes puestos de responsabilidad en bancos, despachos de abogados y empresas varias.

Centrándonos en el presente, es una constante pensar que las administraciones requieren una actualización y es público que muchas están introduciendo planes de modernización. ¿El Consejo participa de esta tendencia?

Por supuesto, hemos iniciado ese camino pero queda mucho por hacer. Yo mismo estoy involucrado en dos iniciativas en este sentido: el impulso de las relaciones internacionales y la digitalización del Consejo de Estado.

En el ámbito de las relaciones internacionales, el Consejo está comenzando a entablar contactos con los Consejos de Estado de los países de nuestro entorno con la finalidad de fomentar el intercambio de buenas prácticas y de reflexionar conjuntamente sobre el presente y el futuro de la institución. Esto se debe, en parte, a una iniciativa personal, pues en septiembre de 2015 decidí, en un momento en el que la carga de trabajo me lo permitía, hacer una estancia de ocho meses en el Conseil d’État en París. Allí participé en los programas de formación de los Letrados franceses, asistí a todas sus reuniones y establecí excelentes relaciones con los miembros de la institución. En el último año, he repetido la experiencia en el Consiglio di Stato en Roma y en el Conseil d’État en Bruselas.

También estoy involucrado en la digitalización del Consejo. El Consejo es consciente de que las nuevas tecnologías contribuyen a mejorar el funcionamiento de la institución y la calidad de los dictámenes y, por ello, está haciendo un gran esfuerzo para ponerse a la altura del estado del arte en esta materia. En todo caso también es justo destacar que la Administración española ha hecho grandes avances en este ámbito de la digitalización y que es de las más desarrolladas del mundo.

También he visto en mis estancias en el extranjero que los Consejos de Estado están creando departamentos encargados de políticas de comunicación y marketing y me ha parecido que las iniciativas que están adoptando son muy interesantes. Esa es una asignatura pendiente en España.

Palpamos su satisfacción por estos proyectos en los que está inmerso, y en los que es evidente que tiene puestas grandes expectativas. Imagina ya un método de trabajo, de archivo y de consulta, totalmente digitalizado, en el que las nuevas tecnologías están al servicio del rigor jurídico. Y le vemos tan implicado que nuestro interrogante es si con su experiencia, con sus inquietudes y con la seguridad que da esta oposición, no se ha planteado dar el salto a otro sector. Su respuesta es rotunda:

No, por ahora. No oposité al Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado ni para ser abogado ni para ser profesor de universidad. Es cierto que la formación que se adquiere durante esta oposición abre muchísimas posibilidades en el sector privado pero yo estoy ilusionado con los proyectos que tengo actualmente y, de momento, no se me ocurre mayor reto.

Cristóbal Rodríguez con Xabier Errasti en el Salón de Plenos del Consejo de Estado

Cuando decidiste opositar, ¿tenías claro tu futuro o el futuro se va haciendo día a día?

Tenía claro que quería ganar la oposición y que, una vez ganada, sería el momento de orientar mi carrera profesional hacia aquellos ámbitos que más me interesaran. No soy una persona que se preocupe mucho por el futuro, hago lo que está en mi mano en cada momento y creo que eso es lo más acertado.

Actualmente mi futuro está en el Consejo de Estado. Siempre he tenido una fuerte vocación de servicio público y, por ello, es un privilegio formar parte de esta institución. Es un orgullo poder contribuir, a través de los proyectos de dictamen que escribo, a la toma de decisiones del Gobierno y en la mejora de la calidad del ordenamiento jurídico español. He hecho mía la idea francesa de que ser funcionario público es un honor.

En el futuro, quién sabe. Obviamente sé que el sector privado ofrece unas posibilidades retributivas muy superiores a las del sector público y que eso es muy tentador para muchos altos funcionarios. En mi caso, creo que ese aspecto no será determinante pero sí soy consciente de que decidiré si me voy, o no, al sector privado en función de la evolución que tenga el Consejo de Estado. Es decir, si el Consejo de Estado apuesta por ser una institución de referencia entre las instituciones homólogas a nivel europeo y pone los medios para ello, me quedaré y lucharé por ello con todas mis fuerzas. En el caso contrario, me marcharé.

Sin duda la oposición supone un coste, económico y emocional, una disciplina, un sacrificio y una incertidumbre tremendos. Pero nosotros hemos vivido contigo durante la oposición y tú eras feliz inmerso en esa disciplina. Así nos lo transmitías, se palpaba. ¿Cuál es el secreto?

Eso es verdad, yo me lo pasé muy bien. Mi entonces novia y ahora mujer siempre dice que durante la oposición no me quejaba nunca y que ahora me quejo bastante más. Soy una persona muy disciplinada; no escatimo ningún esfuerzo cuando me planteo un objetivo.

También debo reconocer que los plazos de la convocatoria me encajaron muy bien, y esto es muy importante en las oposiciones. El tiempo es un arma de doble filo, necesitas tiempo para estar preparado para aprobar pero conforme avanza el tiempo aparece el cansancio y la desmotivación, y esto se vuelve en tu contra. En mi caso, la oposición se convocó en un momento muy bueno, en el que tenía un buen manejo del temario y en el que todavía no había aparecido la desmotivación. También, como todos los opositores, tuve algo de suerte. La suerte es un factor que debe tenerse en cuenta en todas las oposiciones.

Junto al Cristóbal opositor y Letrado del Consejo de Estado convive el joven Cristóbal, que pasó su infancia y su adolescencia en San Pedro de Alcántara (Marbella), que hizo el bachillerato tecnológico porque sus padres no concebían que una persona de buenas notas no estudiara ese bachillerato, a sabiendas de que lo que a él le interesaba eran las letras. Aconsejado por un tío jesuita, estudió en la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, donde fue admitido tanto en ICADE como en ICAI. Y dada su clara vocación humanista estudia Derecho y ADE, sigue sin escatimar esfuerzos y piensa que E-3 le permitirá una formación más completa, aunque él, en ese momento, está pensando en estudiar la carrera diplomática. Por sentido familiar renuncia pronto a esta idea, no le entusiasma hipotecar la vida de su futura familia trasladándola por el mundo de embajada en embajada. Alberga entonces la posibilidad de preparar oposiciones a Abogado del Estado, y lo comenta con su profesora de Derecho Administrativo, Rosa Collado, que es letrada del Consejo de Estado. Una vez más la suerte sale a tu encuentro, pero como dice Picasso, tanto la suerte como la inspiración te tienen que pillar trabajando, preparado y dispuesto a la entrega total.

Si, así fue, Rosa me dijo que creía que reunía las cualidades necesarias para preparar la oposición a Letrado del Consejo de Estado. Yo le confesé que estaba decidido a preparar la oposición a Abogado del Estado y que ya había elegido preparador. Recuerdo que su respuesta fue: “Mira Cristóbal, no tienes cara de abogado del Estado. Mañana te vienes al Consejo y resolvemos las dudas que tengas antes de empezar la oposición”. Yo pensaba que no sería capaz de aprobar una oposición que tiene tantas dificultades: el temario es más amplio y más profundo que ninguna otra oposición en España y, además, no está escrito (el opositor escribe los más de 500 temas del temario); las convocatorias no se suceden con una periodicidad fija (pueden pasar hasta 5 años sin convocar) y, cuando se convoca, hay muy pocas plazas. Me parecía imposible de ganar. Pero, tras su insistencia y su disposición a ser mi preparadora, me puse a ello.

Has hablado de la preparación de las oposiciones, ¿cuál es el sistema de preparación para las oposiciones a Letrado del Consejo de Estado?

En el Consejo de Estado se mantiene la tradición de que la última promoción de Letrados tiene la obligación moral de preparar a la siguiente promoción de forma gratuita.

Tú, como nosotros, te formaste en ICADE, ¿crees que tenías una buena formación para afrontar la oposición?

Sin lugar a dudas, creo que ICADE es la mejor facultad de Derecho que hay en España y, además, creo que cuenta con el que, en conjunto, puede considerarse el mejor alumnado del país. En los últimos años un porcentaje muy elevado de los opositores a Consejo de Estado vienen de ICADE y obtienen un alto nivel de éxito.

Y los colegios mayores en los que estuviste, ¿cómo contribuyeron a tu formación? 

Los seis años de universidad los pasé en el Jaime, los cuatro años de oposición en el San Pablo. Es decir, los años más importantes de mi formación intelectual y humana, de los 18 a los 28 años, los pasé en un colegio mayor. Creo que es un privilegio haber estado en dos de los mejores colegios mayores de España. Los dos períodos fueron muy enriquecedores y, además, cada uno de ellos me aportó cosas distintas y complementarias. El colegio mayor es una escuela de vida que marca tu formación intelectual, humana y espiritual para siempre.

En el San Pablo me sentí como en casa, fui muy feliz y estuve muy arropado. Es un colegio estupendo. En aquellos años hice grandes amigos, que estoy seguro que estarán conmigo durante toda mi vida. El personal es muy profesional y humano, me acuerdo de todos, pero especialmente de Carmen, a la que estoy eternamente agradecido por sus cuidados y atenciones, por su conversación y por su cariño. El San Pablo es una pequeña familia, con valores muy arraigados, con una fuerte tradición, y ello imprime carácter, te hace irremediablemente paulino. Pienso que es lo que hace que el San Pablo sea un gran colegio. En él han estudiado grandes personalidades y a nosotros nos corresponde hacer que siga siendo así.

Desde nuestra experiencia suscribimos plenamente esta apreciación, pero nos gustaría saber si harías alguna propuesta.

La principal diferencia entre el Jaime y el San Pablo se encuentra en la forma en la que están dirigidos.

El Jaime fomenta mucho la participación de los colegiales en la gestión y organización del colegio. Las actividades eran impulsadas por los colegiales y la vida colegial dependía, en gran medida, de ellos. A principio de curso se celebraban las elecciones para que los colegiales eligieran a los colegiales que iban a dirigir las distintas áreas de actividades (cultura, deportes, actividades religiosas…). Los colegiales podían presentar sus candidaturas a distintas áreas y el programa de actividades que se comprometían a organizar si resultaban elegidos. Los colegiales disponían de un presupuesto para desarrollar su programa. Esta forma de organización fomenta que los colegiales estén muy implicados y que luchen por lo que quieren.

El San Pablo lo dirigen, fundamentalmente, el Director y el Director Adjunto y, aunque es cierto que hay comisiones encargadas de diversas áreas temáticas, todas las actividades que organizan están tuteladas. Por su parte, el San Pablo tiene un aspecto muy positivo que es la profunda identificación que existe entre los colegiales y el colegio, que fomenta que muchos paulinos acaben su carrera en el mayor y eso es muy importante para las generaciones más jóvenes.

¿Por qué opositaste en el San Pablo?

El presidente de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) en aquel momento era Alfredo Dagnino, que es Letrado del Consejo de Estado. Le conocí a través de mi tío, me entrevistó en la sala de juntas de la ACdP, y me aconsejó preparar las oposiciones en la “residencia” del Colegio Mayor. La ACdP decidió becarme y yo estoy infinitamente agradecido por ello.

No podemos dar por concluido este encuentro sin hablar de lectura. Cristóbal es un gran lector y sus entusiastas comentarios literarios son siempre una invitación a la lectura. Nos confiesa que ahora está leyendo El Quijote y España 3.0, relacionado con la digitalización y con el reto que ahora tiene entre manos. Y se atreve con alguna recomendación.

El libro que siempre recomiendo es “De amicitia” de Cicerón. Es una breve reflexión sobre la amistad. Para mí, los amigos son muy importantes en esta vida. No elegimos a nuestra familia, elegimos a nuestra novia/mujer y a los amigos. Son elecciones clave que marcan nuestro futuro y condicionan nuestra felicidad.

Por cierto, hablando de mujeres. ¿Cómo conociste a Ingrid?

Nos conocimos en Barcelona, un mes antes de empezar la oposición. Ella siempre apostó por mí y fue fundamental. Yo estaba realizando allí un voluntariado, era el verano de quinto curso. Una noche, en un local de música en directo, me fijé en una chica que miraba embelesada al cantautor, y pensé que yo quería que me miraran así. Tan pronto como vi la oportunidad la invité a bailar y supe que me había enamorado.

Cristóbal es así, todo lo que se propone lo consigue, pero no tiene secretos, reconoce que es a base de empeño, esfuerzo, entusiasmo y dedicación. Pone amor en todo lo que hace. Sabe que sólo en el diccionario éxito está antes que trabajo. Estudia, trabaja, lee, escribe, y hasta ganó, con 18 años, un concurso nacional de cuentos. Sabemos que también hace deporte, no tanto como le gustaría, pero lo hace, toca el violín, hace voluntariado y nos consta que adora a su familia y cultiva la amistad, ese afecto que, en palabras de Amos Oz, requiere aceptación, delicadeza, generosidad y un refinado sentido de la medida. Nosotros agradecemos su amistad, su tiempo, su ejemplo y sus buenos consejos. De momento ya nos hemos acercado a Cicerón y leído “Lelio de la amistad”, en la Colección de Textos Clásicos Latinos, de Bosch, que teníamos en casa y lo ignorábamos. Y ya tenemos un motivo más de agradecimiento. La conversación entre Lelio y sus yernos a propósito de la muerte de Escipión, buscando consuelo por la muerte de su amigo, nos ha acercado al concepto de la amistad, a la teorización de unos sentimientos que ya vivíamos, pero que no habríamos sabido expresar. A saber que la amistad no nace de la necesidad ni de la utilidad, que no es un instrumento de placeres, que hay que cultivarla, que no debe haber en ella nada fingido ni disimulado, o que el amigo cierto se ve en los sucesos inciertos. Por todo ello, gracias Cristóbal, nos vamos a empeñar en cultivar tu amistad.