Con esta vehemencia con la que comparte vivencias y con la pasión con la que se ha dedicado a lo público convive un hombre de grandes inquietudes culturales. Un amante de la historia, gran lector y gran conocedor del mundo del comic. De forma particular nos ha llamado la atención en su biografía, la concesión de uno de los premios de periodismo más prestigiosos en España, el Mariano de Cavia, por su Tercera de ABC de 17 de noviembre de 2013.
La concesión del Premio Mariano de Cavia fue para mí un momento muy emocionante. Se trata de una declaración personal sobre la España en la que yo creo, la España que yo quiero. Tuvo además un valor añadido, la posibilidad de leer el artículo en presencia del Rey y de poder transmitirle al Jefe del Estado que soy un republicano Juancarlista y un republicano que acepta la monarquía, porque es leal con la democracia y porque es el baluarte de la Constitución.
Sobre ese artículo titulado España os doy una clave personal. Contiene tres citas, una de De Gaulle, del que yo soy un gran admirador, sus memorias fueron mi libro de cabecera durante mucho tiempo, siempre admiré su dimensión europea y su lucha por recuperar la dignidad de un país derrotado; otra de Indalecio Prieto, un político socialista pragmático, con evidentes claroscuros en su actividad, principalmente su participación en la revolución del 34, por la que pidió perdón; y otra fundamental, la de Albert Camús, el referente moral de mi generación, el escritor que a través de sus obras va conformando una visión de la vida y un sentido de la libertad y de la rebeldía.
Conociendo tus inquietudes, sería interesante que pudieras compartir con nosotros algún apunte sobre gustos e influencias literarias y sobre los proyectos creativos que tienes entre manos.
En el San Pablo había importantes debates culturales y una inquietud por el conocimiento de la literatura extranjera, sobre todo de los americanos y los grandes novelistas del siglo XIX. Compañeros como Vicente Verdú o Diego Fibla nos hablaban de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, de Delibes o de Ana María Matute. Julián Pérez Jordán, que se acaba de jubilar como presidente del TSJ de Murcia, nos descubrió la Generación del 27.
Esta inquietud me ha llevado a conformar una buena biblioteca personal, no tanto por la cantidad, que no supera los quince mil libros, pero sí por su calidad, en particular sobre la historia de España, que me apasiona. Una sección, de unos doscientos libros, está dedicada a la Segunda Guerra Mundial, centrada en la persecución de los judíos. Siempre me ha inquietado que, con lo que representa intelectualmente un país como Alemania, con lo que ha supuesto para el conjunto de la humanidad, pudiera caer en ese exceso. Tengo una importante base sobre la Guerra Civil y la Segunda República, una gran sección artúrica y una interesante colección de tebeos. Hay un personaje de los tebeos, el Príncipe Valiente, por el que siento una atracción especial, que fue el que me llevó hacia el tema artúrico. La biblioteca Siruela me ayudó a profundizar en esta afición. También atesoro una sección de refranes que, por influencias de mi abuela, me encantan.
He publicado doce terceras de ABC, además de otros muchos artículos. Recientemente he publicado un libro sobre la batalla de Lepanto, tenía más de sesenta páginas escritas sobre este asunto a lo largo de diferentes conferencias, lo que me animó a escribir el libro. Ahora estoy recopilando mis conferencias. Suelo decir que fui muy hablador, pronuncié muchas conferencias. Cada una conllevaba una importante preparación. Me gustaría dejar testimonio de lo que he ido diciendo a lo largo de mi vida. Por ejemplo, ya en el año 1990 anticipé que el principal problema que afrontaba España era el de su identidad territorial y que la estructura del Estado era insostenible. Quizás es prurito y orgullo propio, pero me gustaría que quede constancia.
Cada uno es el artífice de su propia ventura. Tú ahora vives una jubilación muy activa y jubilación viene de júbilo. Un momento en el que puedes disponer de tiempo para ti y para los demás, para hacer realidad inquietudes, pasiones o asignaturas pendientes. Y ya sabemos que la verdadera propiedad del hombre es su tiempo, que somos lo que hacemos con nuestro tiempo. ¿Puedes compartir algo sobre los objetivos y ambiciones que albergas y sobre la posición o el valor que la sociedad confiere a las personas de edad avanzada?
La sociedad margina y no aprovecha a las personas mayores. De Gaulle dijo, la última vez que lo nombraron presidente de la República, ya con 69 años, que estaba en su momento ideal, porque no tenía problemas ni de bolsillo, ni familiares ni de cintura para abajo. Es bastante expresivo. En España aún no hay conciencia, como en otras sociedades avanzadas, de aprovechar ese caudal único que es el de la experiencia. A una determinada edad la experiencia va vinculada al desprendimiento, a la ausencia de interés personal. Yo ahora, cuando hablo, no lo hago para pasar de diputado a ministro, digo lo que creo que debo decir.
Dicho lo anterior, la jubilación es una época maravillosa de la vida. Empiezas a disponer de tu propio tiempo, puedes dedicarte a aquello que más te complace y con lo que más a gusto te sientes. En mi caso me permite levantar la voz, decir lo que pienso sin perseguir ningún objetivo personal. Puedes intentar abordar esas ideas y proyectos que has ido posponiendo toda la vida. Lo que hay que lograr es que la jubilación sea activa, que sea una etapa más, no el final. Y en mi opinión, esa actividad se consigue prestando un servicio.
La condición de emérito, que en España sólo se utiliza para intentar perjudicar al Rey y así minar la Constitución, es una institución muy afincada en el mundo anglosajón, para aprovechar y dar valor a la experiencia. A mi edad ya no sólo juzgas por tu conocimiento, también lo haces por tu experiencia. Te encuentras frente a situaciones que ya has vivido en el pasado, tienes más conocimientos y estás en una mejor situación para ponderar las consecuencias de una decisión. Todo ello es lo prioritario en la política y en puestos de gran responsabilidad y representación.
En Italia tienen senadores vitalicios, lo son los premios Nobel, los presidentes de la República y determinadas personalidades, como por ejemplo Agnelli. Seguramente tomen la palabra en muy pocas ocasiones, pero cuando lo hagan lo harán con una autoridad formidable.
Cuando yo era alcalde y Severo Ochoa vino tres días a La Coruña a acompañar a unos amigos que estaban analizando una posible inversión, tuve la oportunidad de conversar con él. A lo largo de la vida conoces a personas que desmitificas rápidamente, pero conocer a Severo Ochoa, me causó una tremenda impresión. En uno de los encuentros que mantuvimos le pregunté por la sociedad americana, que él conocía bien, y me respondió con el siguiente ejemplo: yo a él no podría ofrecerle un trabajo en el hospital de La Coruña, ya que debido a su edad estaba legalmente jubilado en España; sin embargo, en Estados Unidos, cualquier Premio Nobel tiene la oportunidad de trabajar en la institución sanitaria que desee. Desperdiciamos el talento y la experiencia. Ahora, cuando escucho a ministros recién nombrados que tienen la ambición de aprender en el cargo, me tiembla el cuerpo, es un dislate, a la política se debe llegar aprendido y dispuesto a gestionar.
En los orígenes de la Transición, el Rey contaba con 40 senadores reales. Nadie ha estudiado sus intervenciones. Recuerdo por ejemplo las precisiones terminológicas que Cela, con quien tuve muy buena relación, aportó a la Constitución. Al igual que las intervenciones de Fermín Zelada en temas financieros, y de otros muchos. Quizás pocos las recuerdan, pero puedo garantizar que en su momento fueron claves en la toma de decisiones, y ahí están los Diarios de Sesiones.
Lamentablemente a los políticos no les interesa reducir el poder de los partidos, les interesa disponer de todos los escaños y puestos, por lo que no se plantea ninguna propuesta para mejorar el sistema.
Os corresponde a los jóvenes regenerar la política, porque el panorama es desolador.
Tenemos que rehabilitar la política, “una de las formas más altas de la caridad”, nos pide también el Papa Francisco.
Lanzado el guante, y aunque yo seguiría escuchándole muy a gusto, le recuerdo que habíamos fijado un tiempo para la entrevista y lo hemos superado ampliamente. Me confiesa que quería aprovechar su visita a Madrid para disfrutar de una de sus grandes pasiones, la búsqueda de comics en el Rastro, así que con mucho gusto nos acercamos hasta la Ronda de Toledo. Al pasar por la Catedral de la Almudena y por el Consejo de Estado le evoco el Encuentro que Xabier y yo mantuvimos con nuestro amigo Cristóbal Rodríguez Giménez, letrado del Consejo de Estado. Cuando llegamos a la Capitanía General él rememora el 23-F. Ahí se acataron las órdenes del Rey Juan Carlos I y se detuvo el golpe de Estado, me dice. Lo vivió en primera línea, como Diputado en el Congreso, y me transmite la gran tensión e incertidumbre que se palpaba en la Cámara. Este recuerdo le lleva a hacer una alabanza del anterior Jefe del Estado, indicando que, en contra del sentir general del Ejército, se opuso frontalmente al golpe y permitió que el proceso democrático siguiera su curso.
Entre sus proyectos inmediatos tiene el compromiso de acudir a Vitoria a participar en un coloquio sobre la Constitución y, en especial, sobre el papel que jugó la Iglesia en ese periodo. Ese viaje le recuerda los que hacía al País Vasco como político en activo. En cada proceso electoral participaba en algún mitin en localidades del País Vasco. Su recuerdo se detiene emocionado en actos en Lasarte y Ermua. No puede entender que haya alguien que considera provocaciones los actos de fuerzas constitucionalistas en territorios mayoritariamente nacionalistas, cuando se trata de ejercicios de libertad.
Muy a gusto hubiéramos seguido conversando, él poniendo a nuestra disposición su gran experiencia y sus principios morales y vitales, yo aprendiendo y tomando notas, pero el encuentro ha llegado a su fin.
Paco Vázquez es un torrente de energía, conocimiento y sinceridad, transmite muchísima información y recuerda todos los detalles. Su apasionada entrega es expresión de la vocación de servicio aprendida en el San Pablo. Y es que “dar es señorial, recibir es servidumbre”.
Con Viktor Frankl afirma que su libertad interior, la que nadie le puede arrebatar, es la que confiere a la existencia una intención y un sentido.
Su cercanía, amabilidad y naturalidad hacen que me quede con la sensación de estar despidiendo a un amigo al que conociera desde hace tiempo y al que espero volver a ver pronto.
Suerte Alcalde, Diputado, Embajador, y ánimo en las misiones que aún te esperan.