ENCUENTROS PAULINOS

Entrevista a Paco Vázquez

Por Aitor y Xabier Errasti Martínez de Antoñana

«El Colegio genera una clase política que es la que mejor refleja la idea de diálogo y de reconciliación»

Es este un encuentro muy buscado. Hace más de un año que intentamos colarnos en la agenda de D. Francisco Vázquez, pero, a pesar de su buena disposición, el COVID, que tanto condiciona nuestras vidas, ha ido retrasando la cita.

Afortunadamente el día ha llegado, y aunque Xabier no puede estar presente, desde México, donde vive por circunstancias profesionales, participa del momento. Ambos hemos compartido criterios y documentación, y conjuntamente hemos elaborado el planteamiento del Encuentro. La distancia entre Ciudad de México y Madrid es de nueve mil kilómetros, pero la voluntad y el deseo no entienden de fronteras.

Al acercarnos al perfil público de Paco Vázquez lo primero que nos impresiona es su bagaje intelectual al servicio de su compromiso social. Conocíamos su trayectoria profesional, su carisma y lo querido que es por los coruñeses, además de su fuerte compromiso con la Iglesia Católica y la unidad de España. En absoluto éramos conscientes de que íbamos a conversar con un erudito, un amante de la historia, del arte y de la literatura, además de un prolífico y premiado escritor.  Entre las muchas preguntas que nos hacemos nos gustaría conocer hasta qué punto el San Pablo ha podido influir en esas inquietudes y nos proponemos descubrirlo.

Hemos quedado a desayunar en el Colegio Mayor una fría mañana de domingo y aunque llego con margen a nuestra cita Paco ya espera en la recepción. Me llama la atención su elegancia, su porte, un alegre pañuelo de bolsillo pone color a su impecable aspecto. Es cercano y amable, desde el primer momento me hace sentir que, a pesar de nuestras diferentes circunstancias, va a ser una conversación entre amigos.

De paseo por el claustro de pares, Paco se va fijando en cada foto e identifica a personalidades y amigos con los que convivió en su vida de colegial. Va evocando anécdotas y curiosidades de una época trascendente para España, en la que considera que el Colegio jugó un papel destacado.

Ya en el comedor, cuando yo estoy pensando en el chocolate con churros del desayuno de los domingos de invierno, Paco, en un alarde de estoicismo, pide un café con leche, por lo que debo contenerme y renunciar a esa dulce experiencia. Mientras supero el desencanto le doy rienda suelta para que evoque su trayectoria en el San Pablo y sus recuerdos paulinos.

Vine al Colegio a cursar segundo de Derecho en el año 1963, tras haber estudiado el primer curso en La Coruña. El Colegio ya tenía una fama y un prestigio importantes, era el colegio referente en España. Mi familia era de tradición católica, por lo que el compromiso del Colegio con los valores cristianos tuvo una importancia trascendental en nuestra decisión.

Desde el primer momento el Colegio pasó a ser un punto de referencia en mi vida, me siento muy ligado afectivamente al Mayor, en la medida en que me ayudó a forjar mis convicciones ante la sociedad. Además, me aportó grandes amistades que sigo manteniendo. Ayer mismo cené con cinco amigos de mi pandilla de la época de colegial. Sin ser un estudiante universitario de un nivel académico brillante, traté de equilibrar inquietudes y así poder disfrutar de otro tipo de actividades en Madrid.

Paco, agachado, junto con su pandilla en la Pérgola del Colegio en mayo de 1966: Pepe y Conrado La Roche, Antonio Ramallal, Chemary Coarasa, Juan Renedo, Pepe Muñoz, Julián Pérez Jordán, Tete Poch, Agustín Álvarez de Sotomayor, Luqui García Poveda, Juan Cebrián y Mendiola.

El Colegio te impregna un sentimiento de pertenencia, que fui palpando de manera intensa a lo largo de mi carrera política, en mis frecuentes viajes por España. En cada ciudad mantenía relación con amigos que había forjado en el Mayor.

Llegué a Madrid en un momento apasionante de la historia de España, coincidiendo con las primeras grandes huelgas universitarias. En el Colegio había una clara efervescencia política en la que el debate político estaba permanentemente presente. El director de aquel momento, Jacobo Cano, fue un hito en la historia del Colegio Mayor y de la Asociación Católica de Propagandistas. Lamentablemente falleció muy joven. Era el Jefe de Gabinete del entonces Príncipe, Don Juan Carlos de Borbón, y al mismo tiempo era Secretario General Técnico de Federico Silva Muñoz, uno de los líderes de la ACdP. En el Colegio participé en el debate interno de uno de los sectores más importantes de la sociedad española de entonces: los democratacristianos. Como colegial, con apenas 20 años, veíamos reunirse en el Colegio a figuras como Alberto Martín Artajo, Joaquín Ruiz-Giménez o el propio Silva Muñoz. Algunos habían sido ministros con Franco, otros representaban la renovación.

También tenían cierta presencia, aunque ya habían dejado de ser colegiales, los miembros del Grupo Tácito, que constituyeron el eje de la Transición, del reformismo. Tratábamos con José Manuel Otero Novas, Landelino Lavilla, Marcelino Oreja, Salvador Sánchez Terán o Modesto Fraile.

El Príncipe Juan Carlos venía dos o tres veces cada curso y también tuvimos ocasión de conocer a otras personalidades de la sociedad española como el psiquíatra Juan Antonio Vallejo Nájera o José Villalonga, seleccionador nacional de fútbol. También recuerdo con ilusión un viaje a Egipto organizado para que los estudiantes de ingeniería del Colegio visitaran la Presa de Asuán, aunque finalmente también fuimos estudiantes de derecho.

En definitiva, era un Colegio con una intensa vida intelectual y formativa, que permitía que un joven universitario inquieto pudiera tener referencias de personalidades que le transmitían sus experiencias, opiniones y criterios, que le ayudaban a forjar su propia personalidad.

Esta vida cultural se completaba con otras actividades como la radio, el cine, la literatura y el teatro. De hecho, el debut de Carmen Maura como actriz fue en el teatro colegial del San Pablo, en la obra “El Amor de los Cuatro Coroneles”, de Peter Ustinov, en la que yo mismo trabajaba de tramoyista. Fruto de esa obra de teatro, Carmen se enamoró y se casó con un colegial, Francisco Forteza, que acabaría siendo catedrático de Derecho Canónico.

Esa vida cultural se completaba con la actividad deportiva, en la que el Colegio también destacaba, principalmente en el rugby. Yo jugué en el segundo equipo y nos entrenaba un coronel de paracaidistas de la OAS, el ejército secreto de los franceses argelinos que estaban en contra de De Gaulle.

Filial del equipo de rugby del San Pablo que consiguió la victoria en la segunda división de la competición universitaria en 1966. Paco es el tercero de la primera fila.

El secreto del San Pablo es que sigue manteniendo un imán de atracción. Yo fui el único paulino que participó en la vida política desde el lado de la izquierda. De hecho, Modesto Fraile me decía que, si hubiera elegido otro partido, habría sido ministro muy joven, junto con los antes mencionados que formaban la conocida como coalición San Pablo – UCD. El Colegio es un hito importante en la construcción de la democracia en España. Además, generó una clase política que es la que mejor refleja la idea de diálogo y de reconciliación; todas las personas que hicieron la Transición y habían pasado por el San Pablo fueron los puentes, los que buscaron no imponer sino acordar. Pienso que esa singularidad viene dada por la atmósfera y los valores que se vivían en el Colegio.

Otro de los atractivos del Colegio era su excelente ubicación, rodeado de colegios mayores femeninos, nuestras fiestas eran conocidas en todo Madrid. Los recuerdos personales de mi época de colegial son magníficos, hasta el punto de que mantengo un vínculo importante con muchos compañeros y durante mucho tiempo venía todos los años a una cena coloquio. Viví en el Colegio tres cursos, porque terminé la carrera en Santiago y preparé oposiciones a Inspector de Trabajo en La Coruña, siguiendo la estela de mi padre.

Queda claro su sentimiento paulino y, desde ese espíritu de persona formada para el servicio, damos un salto a sus inicios en política y su participación en la refundación del Partido Socialista de Galicia durante la Transición.

Antes de venir al Colegio, en mi etapa de bachillerato, fui presidente de las Juventudes de Estudiantes Católicos de la Coruña, por lo que ya había participado en los movimientos cristianos de base. De hecho, cuando gané las oposiciones a la Inspección de Trabajo dudé entre acercarme a la Izquierda Democrática de Ruiz-Giménez o al Partido Socialista.

Siempre he creído que la izquierda es una lectura específica del Evangelio, considero que la doctrina social de la Iglesia es más avanzada que cualquier programa político de partidos de izquierda. Buena prueba de ello es que gran parte de los cuadros dirigentes del Partido Socialista se nutrieron de personas provenientes del compromiso cristiano, incluso los de Comisiones Obreras. Pensemos en Gregorio Peces Barba, Eligio Hernández, Leopoldo Torres o Eduardo Sotillos. Dentro del PSOE nos llamaban los vaticanistas.

Me gusta recordar que los de mi generación estábamos fuertemente influenciados por el Concilio Vaticano II, todos somos fruto de las encíclicas de Juan XXIII, que son una auténtica revolución, hasta el punto de que “Pacem in terris” fue casi un documento clandestino en España, era muy difícil de encontrar. Esta circunstancia determinó que los movimientos cristianos de base pasaran a ser reivindicativos de un sistema de libertades y de un orden social. Considero que el gran papel de la Iglesia en los últimos años del franquismo fue la denuncia de desigualdades e injusticias sociales que se vivían en el país.

Quiero destacar que pertenecí al PSOE anterior; el actual, aunque mantiene las mismas siglas, es un partido diferente. No he cambiado yo, ha cambiado el partido. Mi partido me permitió mantener una postura personal frente al aborto o el matrimonio homosexual, leyes que no voté como diputado por una cuestión de conciencia. Hoy sería impensable.

Las ideologías minoritarias e inconexas entre sí, cuyo fin común es crear una nueva sociedad, cambiando todos los valores establecidos, lo hacen desde la perspectiva de la imposición; en la medida en que tienen poder, imponen. Su único obstáculo no es la Iglesia, sino los valores que representa el mensaje cristiano dentro de nuestra cultura y nuestra civilización: la idea de moral y de ética, el concepto de familia, el concepto de libertades o el compromiso con la vida, que para el cristiano son valores irrenunciables, tal y como desarrolló Benedicto XVI. Esos valores irrenunciables están asumidos e incorporados por la propia sociedad occidental, incluso por los no cristianos, de ahí la cruzada contra la Iglesia por parte de los populistas de todo tipo.

Somos fruto de la filosofía griega, el derecho romano y la moral cristiana. En Europa, a lo largo de estas últimas décadas se han ido extendiendo y afianzando los espacios comunes, lo cual contribuye a estabilizar a la sociedad, es bueno que la izquierda asuma el respeto al derecho a la propiedad privada o que la derecha asuma el principio de solidaridad. La ideología fundamental a día de hoy es la del presupuesto, en el que se dice a quién y cuánto se va a cobrar, y en segundo lugar en qué se va a gastar. Pero hoy en España no hay ni eso, porque en el debate presupuestario no se habla en profundidad ni del origen ni del destino de los fondos públicos.

El gran error que hoy se comete es asumir que dialogar implica la necesidad de renunciar. Se puede dialogar, pero sin renunciar a los principios y valores esenciales. El tolerar que las leyes reconozcan situaciones minoritarias en cuanto al concepto de familia o la sexualidad no implica que se tengan que asumir. Y eso no se está respetando en la sociedad actual, en la que se están imponiendo al conjunto de la sociedad visiones minoritarias, sin la posibilidad de crítica u oposición, lo cual supone una forma de totalitarismo. Cada cual es libre de tomar el camino que considere oportuno, pero eso no ha de implicar que toda la sociedad deba compartir esos principios.

Hemos preparado una relación de temas a tratar con un cierto orden, pero Paco se adelanta a toda cuestión y expone con visión de conjunto y con apasionamiento sus experiencias y convicciones. Tras este apunte sobre sus inicios en el PSOE y los principios que han inspirado su vinculación, se centra en el presente del partido y los hitos históricos que, en su opinión, le han conducido a esta situación.

En el partido se dieron dos momentos traumáticos en los que se rompió no sólo con su pasado, también con sus valores y principios. Uno fue el tripartito de Maragall en Cataluña. Con el único fin de gobernar para una parte de la nación, se pactó con partidos independentistas, anticonstitucionales y rupturistas, se plegó a sus demandas y se legitimaron y asumieron sus valores, contrarios a los principios socialistas del internacionalismo, de la sociedad abierta y la solidaridad. El otro fue la imposición de la memoria democrática del Presidente Rodríguez Zapatero. Ambos momentos supusieron una deriva ideológica y mi baja en el partido.

Traté de oponerme a esa deriva y de explicar a la sociedad las consecuencias de romper la piedra angular de la Transición, que no es sólo la Constitución, también la reconciliación nacional, de la que nació la Constitución, sin vencedores ni vencidos. Una reconciliación que permite superar el pasado traumático de los dos siglos anteriores. El futuro debería ser el ámbito de actuación de la política, dejando el pasado para los historiadores.

A estos dos momentos se une, desgraciadamente, un problema común a la política española actual, que es la profesionalización del político desde la perspectiva orgánica del partido. La clase política debería construirse desde la experiencia en la gestión, pero la realidad es que la Ley Electoral ampara esta anomalía democrática.

Y así hemos llegado al PSOE de hoy, un partido que nada tiene que ver con lo que fue. Ya no es un partido representativo, es un partido mayoritario con una elección directa de su Secretario General, lo que supone una forma de caudillismo incompatible con una visión de izquierda democrática. Además, su objetivo es gobernar a cualquier precio, mediante un sistema de pactos que no son pactos del Gobierno; no solo porque el Presidente Sánchez busca mantenerse en el poder, sino que es el propio partido socialista el que pacta en Navarra, Cataluña o País Vasco y el que asume la cogobernanza con un partido comunista. Los valores socialistas no están representados por el partido que mantiene las siglas PSOE.

Paco Vázquez pasea por los jardines del Palacio de la Moncloa con el Presidente del Gobierno Felipe González.

Por eso, a la hora de votar, lo que yo tengo claro es que hay que pensar contra qué se quiere votar, más que a favor de qué se quiere votar. Yo sé lo que no quiero para España ni para mis hijos ni mis nietos, y voto en consecuencia, a pesar de no sentirme plenamente identificado con ninguna de las opciones que mejor pueden representar mis ideas.

Tampoco podemos olvidar que el PSOE es cómplice de todas las políticas en materia lingüística y educativa que han introducido en España formas totalitarias. Hoy hay un adoctrinamiento ideológico importante, un desacato permanente a las sentencias de los tribunales y una ausencia de los poderes del Estado a través de la alta inspección. En materia educativa, a los independentistas se les ha permitido delinquir, no han cumplido las sentencias y no ha pasado nada. Es una situación de auténtica rebeldía. [Nota de los autores – el Encuentro tuvo lugar con anterioridad a que TSJ de Cataluña decretara la firmeza de la Sentencia de 16 de diciembre de 2020 del Tribunal supremo que obliga a las escuelas a ofrecer un mínimo del 25% de las clases en castellano.]

En las cuestiones que afectan al tema territorial del Estado soy muy pesimista. La educación es el instrumento fundamental que se ha abandonado en manos de los nacionalistas, y en Madrid, como no se sufre, no se percibe el alcance de lo que representa la imposición lingüística. Ese eufemismo llamado “la lengua propia” significa, sensu contrario, que la otra lengua es ajena, junto con su cultura, historia y realidad. Ello ha permitido que cada año haya surgido una nueva generación de jóvenes educados en esos valores y principios que, sin tener una conciencia política, sí han asumido falsas realidades, desde el “España nos roba” hasta el desapego por la nación. Esta deriva me parece difícilmente reversible.

Lo fundamental en política es saber ponderar las consecuencias de las decisiones, y hoy, tal y como está estructurado el problema territorial en España, inevitablemente vamos a un conflicto. Dentro de diez o quince años, en determinadas partes del territorio habrá mayorías que no sólo no se sientan españoles, sino que incluso puedan ser hostiles a la propia idea de España. Y lo más grave es que esto no es un miedo que sienta yo, sino que es el plan de ruta que los propios independentistas han puesto de manifiesto. Por eso durante la Transición, cuando en Cataluña se gritaba “Libertad, amnistía y estatuto de autonomía”, los seguidores de Pujol respondían “Hoy paciencia, mañana independencia”. Es cuestión de tiempo que se conformen esas mayorías independentistas.

Se atribuye a Eckhart Tolle la idea de que el gran problema de nuestro tiempo es que no sabemos vivir aquí y ahora. Parecemos condenados a que pasado y futuro hipotequen nuestro día a día. Llegados a este punto resulta evidente que sobran las preguntas. Paco es un torrente de sinceridad que sufre relatando lo que considera una deriva del que fue su partido. En un intento de suavizar la tensión le propongo cambiar de tema. He oído decir a muchos políticos que el cargo público más emocionante es el de alcalde y él tiene el honor de haber sido Alcalde de La Coruña durante más de 23 años. Sintiéndose profundamente español, siendo un hombre de convicciones católicas y declarado admirador de Benedicto XVI, imagino que también su etapa de Embajador ante la Santa Sede debió ser un broche de oro a su trayectoria y compromiso. Le propongo abordar estas experiencias y su aportación a la sociedad desde el ejercicio de estas responsabilidades políticas.

Voy a hacer una confesión, la única vez que yo he llorado en la práctica de la política fue cuando los diputados votamos la aprobación de la Constitución y nos pusimos en pie a aplaudir. Fui consciente de que España había cambiado y de que el destino me había reservado el privilegio de ser un eslabón en esa cadena de apertura de nuevas puertas en la historia de España.

Pero yo nunca lo oculté, yo quería ser alcalde de La Coruña. La alcaldía es un cargo muy satisfactorio, sí, por su gran cercanía con la ciudadanía. Me considero un político de calle, me gusta la gestión. Y la posición de alcalde implica una gestión constante. En la política tienes que buscar la compensación afectiva, y la posición de alcalde favorece el reconocimiento directo, la gente palpa tu esfuerzo. Hay momentos que no olvidas y que compensan todos los sacrificios. Recuerdo cuando una señora me paró por la calle y me dijo que era limpiadora en una residencia y quería darme las gracias porque tenía un hijo universitario gracias a mi empeño por llevar la Universidad a La Coruña. Son gestos inolvidables.

Políticamente también viví una etapa como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias-FEMP, en la que puse todo mi empeño en empoderar al poder local frente al poder autonómico. Lo que yo buscaba era posicionar a las autonomías en la función que les corresponde, ser una parte de la administración territorial del Estado, no una realidad política paralela al Estado, y mucho menos en competencia con el mismo.

Abandonar la alcaldía de La Coruña no fue sencillo, pero lo hice con ilusión por la misión en el Vaticano. Desde un punto de vista personal, mi periodo más feliz es el de los cinco años como embajador ante la Santa Sede. Mi mujer y yo somos personas enamoradas de Italia y especialmente de Roma, a lo largo de nuestra vida habíamos viajado muchas veces allí y nunca nos habíamos imaginado que algún día podríamos vivir en la Ciudad Eterna. Vivir en Roma es un auténtico privilegio. Roma es una enciclopedia en piedra. Toda la historia del arte, de la religión y del pensamiento están representadas en sus calles. Además, la especial protección que merece esa carga abrumadora de monumentalidad implica que sea una ciudad a escala humana, no hay edificios que te agredan, las distancias son amables; es una ciudad maravillosa para vivir.

La misión que yo desempeñé era de gran trascendencia. Como consecuencia de la aprobación de las leyes del aborto, del matrimonio homosexual y otras de naturaleza educativa, que ni estaban en el programa electoral ni se mencionaron en el proceso de investidura, se produjo una importante ruptura entre el Gobierno de España, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, y la Iglesia Católica. Zapatero se dio cuenta de que había gran tensión y pensó en hacer un gesto para tender puentes. Por ello decidió enviar a un embajador católico, con peso político y de perfil socialista. Los dos candidatos fuimos José Bono y yo.

En mi doble condición de católico y español, asumí el complicado reto con enorme responsabilidad. Fui a una misión que me permitió algo tan gratificante como la cercanía con el Santo Padre. Y tengo que decir que Benedicto XVI no era para mí un Papa más, yo ya admiraba al Cardenal Ratzinger y había escrito varios artículos sobre la elegante, incontestable e inapelable aportación intelectual que él hizo por conciliar el concepto de fe y razón. Nadie lo ha hecho mejor que él. Admiro profundamente su firmeza y esa rotundidad cuando enumera determinados valores irrenunciables para un cristiano, como el derecho a la vida, el concepto de familia o la libertad de educación. Al igual que él, considero que un católico puede transigir con muchas cosas, pero hay una serie de principios que deben ser irrenunciables.

Paco Vázquez presentando las Cartas Credenciales al Papa Benedicto XVI.

Estuve en el Vaticano cinco años, un tiempo más largo de lo habitual para una misión diplomática, y fueron cinco años muy fructíferos. Conseguimos resolver un problema eterno, el fiscal, ya que hasta entonces la aportación del Estado a la Iglesia se hacía a través de los presupuestos, lo que generaba un debate desagradable que los anticlericales utilizaban para atacar a la Institución. Yo conseguí que se estableciera un sistema, similar al de otros países europeos, el de la voluntariedad en la declaración de la renta. También se estableció la constitucionalidad de los acuerdos con la Santa Sede a través de una serie de recursos en los que se determinó la naturaleza, desde el punto de vista laboral, de los profesores de Religión Católica.

Y estoy especialmente orgulloso, aunque no sea un tema que haya trascendido, de haber frenado el intento de aprobar una nueva ley de libertad religiosa. Se mantuvo en vigor la nacida del consenso inicial de la Constitución, que es completamente aséptica. Hechos destacados fueron también una audiencia del Papa al Presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero, que el Papa viniera a Madrid a la Jornada Mundial de la Juventud y que fuera a Santiago a celebrar el Año Santo.

Fueron cinco años magníficos, de un gran conocimiento del aspecto temporal de la Iglesia Católica, su mundo histórico y diplomático, que es apasionante, además de poder palpar la dimensión humana de quienes dirigen hoy la Iglesia. A pesar de la leyenda negra que siempre circula sobre la curia y sus intereses económicos, con frecuencia se olvida que la Iglesia Católica es una institución que afecta a los sentimientos más íntimos de más de mil quinientos millones de personas y está dirigida, en última instancia, por trescientas personas. La talla humana e intelectual de esas personas es extraordinaria; no existe ninguna multinacional que tenga unos servicios centrales con tan solo trescientas personas. Para mí fue una experiencia imborrable.

«El futuro debería ser el ámbito de actuación de la política, dejando el pasado para los historiadores»

Con esta vehemencia con la que comparte vivencias y con la pasión con la que se ha dedicado a lo público convive un hombre de grandes inquietudes culturales. Un amante de la historia, gran lector y gran conocedor del mundo del comic. De forma particular nos ha llamado la atención en su biografía, la concesión de uno de los premios de periodismo más prestigiosos en España, el Mariano de Cavia, por su Tercera de ABC de 17 de noviembre de 2013.

La concesión del Premio Mariano de Cavia fue para mí un momento muy emocionante. Se trata de una declaración personal sobre la España en la que yo creo, la España que yo quiero. Tuvo además un valor añadido, la posibilidad de leer el artículo en presencia del Rey y de poder transmitirle al Jefe del Estado que soy un republicano Juancarlista y un republicano que acepta la monarquía, porque es leal con la democracia y porque es el baluarte de la Constitución.

Sobre ese artículo titulado España os doy una clave personal. Contiene tres citas, una de De Gaulle, del que yo soy un gran admirador, sus memorias fueron mi libro de cabecera durante mucho tiempo, siempre admiré su dimensión europea y su lucha por recuperar la dignidad de un país derrotado; otra de Indalecio Prieto, un político socialista pragmático, con evidentes claroscuros en su actividad, principalmente su participación en la revolución del 34, por la que pidió perdón; y otra fundamental, la de Albert Camús, el referente moral de mi generación, el escritor que a través de sus obras va conformando una visión de la vida y un sentido de la libertad y de la rebeldía.

Conociendo tus inquietudes, sería interesante que pudieras compartir con nosotros algún apunte sobre gustos e influencias literarias y sobre los proyectos creativos que tienes entre manos.

En el San Pablo había importantes debates culturales y una inquietud por el conocimiento de la literatura extranjera, sobre todo de los americanos y los grandes novelistas del siglo XIX. Compañeros como Vicente Verdú o Diego Fibla nos hablaban de El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, de Delibes o de Ana María Matute. Julián Pérez Jordán, que se acaba de jubilar como presidente del TSJ de Murcia, nos descubrió la Generación del 27.

Esta inquietud me ha llevado a conformar una buena biblioteca personal, no tanto por la cantidad, que no supera los quince mil libros, pero sí por su calidad, en particular sobre la historia de España, que me apasiona. Una sección, de unos doscientos libros, está dedicada a la Segunda Guerra Mundial, centrada en la persecución de los judíos. Siempre me ha inquietado que, con lo que representa intelectualmente un país como Alemania, con lo que ha supuesto para el conjunto de la humanidad, pudiera caer en ese exceso. Tengo una importante base sobre la Guerra Civil y la Segunda República, una gran sección artúrica y una interesante colección de tebeos. Hay un personaje de los tebeos, el Príncipe Valiente, por el que siento una atracción especial, que fue el que me llevó hacia el tema artúrico. La biblioteca Siruela me ayudó a profundizar en esta afición. También atesoro una sección de refranes que, por influencias de mi abuela, me encantan.

He publicado doce terceras de ABC, además de otros muchos artículos. Recientemente he publicado un libro sobre la batalla de Lepanto, tenía más de sesenta páginas escritas sobre este asunto a lo largo de diferentes conferencias, lo que me animó a escribir el libro. Ahora estoy recopilando mis conferencias. Suelo decir que fui muy hablador, pronuncié muchas conferencias. Cada una conllevaba una importante preparación. Me gustaría dejar testimonio de lo que he ido diciendo a lo largo de mi vida. Por ejemplo, ya en el año 1990 anticipé que el principal problema que afrontaba España era el de su identidad territorial y que la estructura del Estado era insostenible. Quizás es prurito y orgullo propio, pero me gustaría que quede constancia.

Cada uno es el artífice de su propia ventura. Tú ahora vives una jubilación muy activa y jubilación viene de júbilo. Un momento en el que puedes disponer de tiempo para ti y para los demás, para hacer realidad inquietudes, pasiones o asignaturas pendientes. Y ya sabemos que la verdadera propiedad del hombre es su tiempo, que somos lo que hacemos con nuestro tiempo. ¿Puedes compartir algo sobre los objetivos y ambiciones que albergas y sobre la posición o el valor que la sociedad confiere a las personas de edad avanzada?

La sociedad margina y no aprovecha a las personas mayores. De Gaulle dijo, la última vez que lo nombraron presidente de la República, ya con 69 años, que estaba en su momento ideal, porque no tenía problemas ni de bolsillo, ni familiares ni de cintura para abajo. Es bastante expresivo. En España aún no hay conciencia, como en otras sociedades avanzadas, de aprovechar ese caudal único que es el de la experiencia. A una determinada edad la experiencia va vinculada al desprendimiento, a la ausencia de interés personal. Yo ahora, cuando hablo, no lo hago para pasar de diputado a ministro, digo lo que creo que debo decir.

Dicho lo anterior, la jubilación es una época maravillosa de la vida. Empiezas a disponer de tu propio tiempo, puedes dedicarte a aquello que más te complace y con lo que más a gusto te sientes. En mi caso me permite levantar la voz, decir lo que pienso sin perseguir ningún objetivo personal. Puedes intentar abordar esas ideas y proyectos que has ido posponiendo toda la vida. Lo que hay que lograr es que la jubilación sea activa, que sea una etapa más, no el final. Y en mi opinión, esa actividad se consigue prestando un servicio.

La condición de emérito, que en España sólo se utiliza para intentar perjudicar al Rey y así minar la Constitución, es una institución muy afincada en el mundo anglosajón, para aprovechar y dar valor a la experiencia. A mi edad ya no sólo juzgas por tu conocimiento, también lo haces por tu experiencia. Te encuentras frente a situaciones que ya has vivido en el pasado, tienes más conocimientos y estás en una mejor situación para ponderar las consecuencias de una decisión. Todo ello es lo prioritario en la política y en puestos de gran responsabilidad y representación.

En Italia tienen senadores vitalicios, lo son los premios Nobel, los presidentes de la República y determinadas personalidades, como por ejemplo Agnelli. Seguramente tomen la palabra en muy pocas ocasiones, pero cuando lo hagan lo harán con una autoridad formidable.

Cuando yo era alcalde y Severo Ochoa vino tres días a La Coruña a acompañar a unos amigos que estaban analizando una posible inversión, tuve la oportunidad de conversar con él. A lo largo de la vida conoces a personas que desmitificas rápidamente, pero conocer a Severo Ochoa, me causó una tremenda impresión. En uno de los encuentros que mantuvimos le pregunté por la sociedad americana, que él conocía bien, y me respondió con el siguiente ejemplo: yo a él no podría ofrecerle un trabajo en el hospital de La Coruña, ya que debido a su edad estaba legalmente jubilado en España; sin embargo, en Estados Unidos, cualquier Premio Nobel tiene la oportunidad de trabajar en la institución sanitaria que desee. Desperdiciamos el talento y la experiencia. Ahora, cuando escucho a ministros recién nombrados que tienen la ambición de aprender en el cargo, me tiembla el cuerpo, es un dislate, a la política se debe llegar aprendido y dispuesto a gestionar.

En los orígenes de la Transición, el Rey contaba con 40 senadores reales. Nadie ha estudiado sus intervenciones. Recuerdo por ejemplo las precisiones terminológicas que Cela, con quien tuve muy buena relación, aportó a la Constitución. Al igual que las intervenciones de Fermín Zelada en temas financieros, y de otros muchos. Quizás pocos las recuerdan, pero puedo garantizar que en su momento fueron claves en la toma de decisiones, y ahí están los Diarios de Sesiones.

Lamentablemente a los políticos no les interesa reducir el poder de los partidos, les interesa disponer de todos los escaños y puestos, por lo que no se plantea ninguna propuesta para mejorar el sistema.

Os corresponde a los jóvenes regenerar la política, porque el panorama es desolador.

Tenemos que rehabilitar la política, “una de las formas más altas de la caridad”, nos pide también el Papa Francisco.

Lanzado el guante, y aunque yo seguiría escuchándole muy a gusto, le recuerdo que habíamos fijado un tiempo para la entrevista y lo hemos superado ampliamente. Me confiesa que quería aprovechar su visita a Madrid para disfrutar de una de sus grandes pasiones, la búsqueda de comics en el Rastro, así que con mucho gusto nos acercamos hasta la Ronda de Toledo. Al pasar por la Catedral de la Almudena y por el Consejo de Estado le evoco el Encuentro que Xabier y yo mantuvimos con nuestro amigo Cristóbal Rodríguez Giménez, letrado del Consejo de Estado. Cuando llegamos a la Capitanía General él rememora el 23-F. Ahí se acataron las órdenes del Rey Juan Carlos I y se detuvo el golpe de Estado, me dice. Lo vivió en primera línea, como Diputado en el Congreso, y me transmite la gran tensión e incertidumbre que se palpaba en la Cámara. Este recuerdo le lleva a hacer una alabanza del anterior Jefe del Estado, indicando que, en contra del sentir general del Ejército, se opuso frontalmente al golpe y permitió que el proceso democrático siguiera su curso.

Entre sus proyectos inmediatos tiene el compromiso de acudir a Vitoria a participar en un coloquio sobre la Constitución y, en especial, sobre el papel que jugó la Iglesia en ese periodo. Ese viaje le recuerda los que hacía al País Vasco como político en activo. En cada proceso electoral participaba en algún mitin en localidades del País Vasco. Su recuerdo se detiene emocionado en actos en Lasarte y Ermua. No puede entender que haya alguien que considera provocaciones los actos de fuerzas constitucionalistas en territorios mayoritariamente nacionalistas, cuando se trata de ejercicios de libertad.

Muy a gusto hubiéramos seguido conversando, él poniendo a nuestra disposición su gran experiencia y sus principios morales y vitales, yo aprendiendo y tomando notas, pero el encuentro ha llegado a su fin.

Paco Vázquez es un torrente de energía, conocimiento y sinceridad, transmite muchísima información y recuerda todos los detalles. Su apasionada entrega es expresión de la vocación de servicio aprendida en el San Pablo. Y es que “dar es señorial, recibir es servidumbre”.

Con Viktor Frankl afirma que su libertad interior, la que nadie le puede arrebatar, es la que confiere a la existencia una intención y un sentido.

Su cercanía, amabilidad y naturalidad hacen que me quede con la sensación de estar despidiendo a un amigo al que conociera desde hace tiempo y al que espero volver a ver pronto.

Suerte Alcalde, Diputado, Embajador, y ánimo en las misiones que aún te esperan.

«Lo fundamental en política es saber ponderar las consecuencias de las decisiones»