ENCUENTROS PAULINOS

Entrevista a José María López-Galiacho

Por Aitor y Xabier Errasti Martínez de Antoñana

“El San Pablo es lo que más me ha influido en mi vida y de lo que me siento más orgulloso. Cuando me encuentro con algún paulino, independientemente de su edad, rápidamente siento afinidad con él”

Una tarde de principios de julio de 2011 el sol castigaba las calles de Madrid y a sus transeúntes. Hacía pocos días que había finalizado mi estancia como colegial, y había sentido el vértigo que todos conocemos al cruzar la puerta de Isaac Peral 58, con la carrera concluida y el incierto mundo laboral en el horizonte. Eran días de cambio e incertidumbre, también de ilusión. Planeaba ir a vivir con mi hermano paulino y me esperaba un largo verano disfrutando de amigos, encuentros familiares y viajes. 

Esa tarde había quedado con la que ahora es mi mujer en una cafetería del barrio Salamanca para tratar de recomponer una relación que no pasaba por sus mejores momentos. Quizás por lo trascendente del encuentro, y aunque no es muy habitual en mí, llegué con algunos minutos de margen y me refugié en el aire acondicionado de Vips. Durante mi espera, ocupé el tiempo repasando los libros expuestos en la tienda. Casualmente topé con un ejemplar que me resultó muy sugerente “El Manual del Perfecto Caballero”, sobre moda clásica masculina. Sentí un sobresalto al leer en la segunda línea de la biografía del autor, José María López Galiacho, su condición de colegial del Colegio Mayor Universitario de San Pablo. Lo compré inmediatamente, no podía haber mejor regalo de cumpleaños para mi hermano Xabier, que acababa de terminar su primer curso en el Colegio. Eso sí, pensaba tomárselo prestado.

Desde entonces los dos somos asiduos lectores de su blog y de sus artículos en la revista Gentleman y en el suplemento dominical Fuera de Serie. Y gracias a su pasión por la elegancia clásica y a las máximas y pensamientos que ilustran cada Capítulo de sus libros, hemos aprendido que, tal y como decía Beau Brummel, «Si la gente se gira para mirarte por la calle, es que no vas bien vestido»; que elegancia y moda rara vez van de la mano, la atemporalidad de la elegancia y que según Oscar Wilde “Nada hay tan peligroso como ser demasiado moderno, corre uno el riesgo de quedarse súbitamente anticuado”. También, que en la elegancia menos es más; es más inteligente adquirir pocas prendas que, poco a poco, vayan configurando un buen armario, que dejarnos llevar por la destructiva moda del usar y tirar.

En el otoño de ese mismo año 2011, los dos acudimos a la presentación de su primer libro en el salón de actos del San Pablo. Disfrutamos de sus palabras, del elaborado discurso de Luis Sans en defensa de la elegancia y del buen vestir, de los consejos estéticos de D. José María Reillo y del porte y distinción de Rafael Medina. Departimos brevemente con José María cuando amablemente nos dedicó nuestros ejemplares de la obra.

El pasado mes de noviembre volvimos a acudir al Colegio para la presentación de su segundo libro, “La Enciclopedia del Buen Vestir”. Numerosos rostros conocidos y un salón de actos abarrotado recibimos a José María, de nuevo acompañado por Luis Sans y D. José María Reillo, que no defraudaron. Esta vez el toque de frescura y modernidad lo aportó Yolanda Sacristán, que realizó una interesante intervención sobre moda, estilo y elegancia. Nosotros aprovechamos el acto para acercarnos a José María nueve años después en el mismo momento de la firma de libros, para proponerle esta vez mantener un encuentro paulino. En esta ocasión y para poner de manifiesto la seriedad de la invitación, nos emplazamos a esa nueva cita para que fuera entonces cuando nos dedicara su nuevo libro. 

José María aceptó muy amablemente y aquí estamos los tres, en su casa, un precioso chalé en una conocida urbanización a las afueras de Madrid, en un día diluviano. Nuestro anfitrión sale a recibirnos bajo la frondosa vegetación del jardín, que forma un arco natural desde la entrada en la finca hasta el recibidor de la casa. Viste unos estilosos pantalones de pana granate, un jersey invernal y el toque chic lo aportan unas slippers.

Los lazos paulinos y su saber hacer se palpan, y desde el mismo momento del saludo nos hace sentir que estamos visitando a un viejo amigo. A través de diversas estancias de la casa nos dirige hasta su refugio, el “Changó”, un estudio con miradores al verde jardín que tiene funciones aparentemente opuestas, aunque él mantiene que complementarias, despacho y bar. 

Nos resulta fácil imaginarle en el escritorio, redactando cada uno de sus artículos, cerca de la barra que adorna la estancia, su lugar favorito, nos confiesa. Aquí es también donde se reúne con amigos, para tomar copas y hablar de la vida, en conversaciones siempre inspiradoras para sus libros y artículos, por lo que acaba convenciéndonos de que el maridaje es perfecto. De fondo clásicos de Joaquín Sabina, Antonio Vega o Quique González y marchando unos gin-tonics; el recibimiento promete un gran encuentro.

¿Cómo conociste el Colegio?

El San Pablo era mi camino natural, antes de mí hasta cinco Galiachos habían pasado por el Colegio. El director de aquella época, Moncho Guerrero era muy amigo de mi familia. El San Pablo es lo que más me ha influido en mi vida y de lo que más orgulloso me siento. Valoro la cercanía que facilita entre personas de distintas procedencias y condiciones. Cuando me encuentro con algún paulino, independientemente de su edad, rápidamente siento afinidad con él. Siempre digo que ha sido la época más feliz de mi vida, a mi mujer no le gusta demasiado esta confesión. Con ella soy feliz y estoy en la gloria, pero es la realidad.

Yo no era un estudiante brillante, pero tenía cierto don de gentes. En el San Pablo aprendí que en la vida hay muy pocas cosas blancas o negras, que abunda más la tonalidad gris. Fue especialmente importante para mí la convivencia con mi compañero de habitación, Borja González Finat, de Manzanares, aunque ciudadano del mundo, el colegial más carismático de mi promoción, sin duda alguna. Éramos antagónicos, él un alternativo de pelo largo y vaqueros rotos, muy inteligente, que estaba todo el día tocando la guitarra y que sacó la diplomatura de empresariales y la carrera de arquitectura con relativa facilidad.

El San Pablo me supuso un cambio radical de personalidad y, sin duda, he llegado a donde he llegado gracias a la confianza que en él adquirí. Convivíamos con gente de primer nivel y teníamos cenas y encuentros con ministros o CEOs del Ibex, pero también palpábamos la realidad de la calle. Esa capacidad de relacionarnos con todo tipo de gente ha sido determinante en mi vida. Moncho, en el primer capítulo colegial, nos dejó claro que el San Pablo nos iba a aportar libertad desde nuestra responsabilidad. 

En mi último curso de derecho en el CEU, se ofreció por primera vez cinco plazas para estudiar un Erasmus en Irlanda. No eran las condiciones de hoy, porque las convalidaciones eran muy malas y la organización era una carrera de obstáculos, pero nos fuimos cinco valientes. En Irlanda destaqué académicamente, el sistema educativo era muy diferente, basado en la colaboración y los trabajos en grupo.

Al terminar la carrera hice un MBA en Notthingham University Business School, una escuela de negocios muy reputada en aquel momento. No era habitual estudiar un MBA sin tener cierta experiencia profesional, pero conocí en una feria universitaria al comercial de la Universidad de Notthingham, que estaba considerado en aquel momento el tercer mejor MBA del Reino Unido. Sentí empatía con él, era un inglés muy prototípico, colorado y con pinta de disfrutón, así que puse mis armas al servicio de la causa. Al principio me puso de manifiesto todas las dificultades que tenía, me faltaban el GMAT y el TOEFL y no tenía experiencia profesional, pero sintonizamos durante una cena en Casa Lucio, un espectáculo en un tablao flamenco y una buena juerga nocturna.

La experiencia en el MBA fue muy buena, porque de nuevo los trabajos eran más participativos y en grupo. Al terminar el MBA participé en el programa Welcome Back, que patrocinaban ciertas empresas del Ibex, para que el capital humano español que se había formado en el extranjero volviera a España. Empecé a trabajar en Mapfre en un departamento de nueva creación que se llamaba Auditoría y Consultoría, pero en realidad nos dedicábamos a comprar empresas. Era un trabajo demasiado técnico y muy numérico, en el que no disfruté especialmente. Pasé a la empresa pública – FIIAPP – que se dedicaba a ayudar a países latinoamericanos a crear sus propias carreras civiles. Lideré el programa en Latinoamérica, fue un gran éxito y me enamoré de aquellos países y de sus gentes. Después me fui a PromoMadrid, la agencia que tenía la Comunidad Autónoma de Madrid para traer inversión extranjera, me dediqué a asesorar a PYMES a internacionalizarse. En total pasé casi ocho años recorriéndome ese precioso continente. Participé en un programa eléctrico y en aquel momento me contactaron en Iberinco (Iberdrola Energía y Construcción), la división constructora de Iberdrola.

Empecé trabajando en Italia, después en Sudáfrica y finalmente en distintas zonas de África, un continente que me dejó fascinado. Tras varios años di el salto a Isolux-Corsan, para ser el Responsable Comercial tanto de la parte de energía como de la Constructora. Cuatro años después, me llamó Acciona para un puesto similar en su filial de construcción

Cuando se fue a aprobar en el Consejo de Acciona mi contratación para el grupo, alguien en el consejo directivo propuso mi nombre para dirigir una de las empresas más importantes del grupo. En vez de vender megavatios en Namibia, ahora dirijo Acciona Producciones y Diseño, su filial de museos y organización de eventos. Cuando me lo propusieron, mi primer impulso fue decir que yo no sabía mucho de museos y que el mayor evento que había organizado había sido mi cuarenta cumpleaños, en el Cielo de Pachá, unas semanas antes. Pero no les importó y terminaron ofreciéndome el puesto.

El tiempo les ha dado la razón y hemos conseguido que una empresa que perdía varios millones de euros al año se haya convertido en líder mundial y genere al grupo un beneficio de 7-8 millones de euros al año. Presente en Europa, África, Latinoamérica y el Golfo Pérsico, que es donde más trabajamos ahora; son países de reciente incorporación a las relaciones internacionales, en los que hay muchos recursos económicos y está todo por hacer. Hemos hecho por ejemplo el Museo Nacional de Qatar, del arquitecto Jean Nouvel que es verdaderamente impresionante y que os recomiendo visitar. El cliente del Golfo es complicado, ha hecho dinero muy rápido y le falta asentarse. Tienen dinero y les gusta lucirlo, decoramos casas-palacios bajo presupuestos de varias decenas de millones de euros. Sin embargo, cuando te ganas su confianza te abren todas las puertas y se convierten no en clientes sino en verdaderos socios. Esto no pasa en Europa, donde anteriormente trabajábamos mucho, pero ahora se evita la ostentación. Hoy en día es complicado acometer aquí nuevos proyectos pues la cultura ha dejado de ser una prioridad en toda Europa.

La empresa nació con motivo de la Expo de Sevilla del 92, pero en 25 años el mundo había cambiado y había que darle un giro. Tuvimos que prescindir de gran parte de la plantilla y trasladarla a Madrid, y también abrimos una oficina en Dubái.

Tú estudiaste Derecho, tienes una vida profesional completa y, a juzgar por cómo nos lo cuentas, muy creativa y estimulante. ¿Qué hace que te inicies en el mundo de la elegancia, cómo te adentras en ese mundo?

Para mí la moda y el blog son un hobby. No he querido nunca mezclar mi vida profesional con mi vida personal. Ahora hay muchos influencers que viven de ello, no es mi caso. Yo dirijo una empresa y me resultaría incómodo que se mezclaran ambas facetas. Por eso empecé escribiendo con seudónimo, primero era Jeeves, por el personaje del mayordomo en las novelas de P.G. Wodehouse, que daba consejos al señor sobre cómo debía vestir. En mis últimos años del San Pablo empecé escribiendo sobre cómo asistir correctamente vestido a un evento o a una ceremonia. Después me fui a vivir a Londres, donde pude descubrir y deleitarme, en Savile Row y Jermyn Street.

Pronto fui contactado por Extra Confidencial para escribir un artículo sobre esta temática. Este espacio tuvo éxito y continuidad durante tres años. Entonces la editorial Planeta me propuso publicar el que fue mi primer libro, Manual del Perfecto Caballero, que actualmente está agotado. Tras la publicación del libro empecé a escribir artículos mensuales en la revista Gentleman y por último en el suplemento Fuera de Serie de El Mundo y Expansión, donde llevo ya ocho años publicando; mi firma es de las más antiguas del suplemento.

Hace un par de años me surgió el ambicioso proyecto de escribir el libro, “La Enciclopedia del Buen Vestir”, que me ha supuesto muchas horas de trabajo. Además, tengo mi blog desde 2008, con entradas semanales, que tiene más de seis millones de visitas acumuladas. Sé que mis contenidos tienen mucho éxito en la red, creo que es una temática sobre la que hay interés en la sociedad, en la que muy pocos han profundizado. Quizás ahí está parte del éxito.

Claro que muchas personas han tenido iniciativas similares, pero son necesarios mucho trabajo y constancia para darle continuidad. Otro problema de los blogueros son las propuestas, francamente tentadoras, que se reciben de ciertas marcas. Son muy atractivas, pero suponen una pérdida de independencia y, en mi opinión, también de credibilidad, salvo que sean marcas que se identifican plenamente con tus valores.

Yo ahora trabajo con las telas de Holland & Sherry, los coches Bentley y los relojes Breguet. Mantener una línea editorial ofrece muchas más ventajas a largo plazo, pero implica muchos años en barbecho, por lo que sin otra fuente de ingresos esta libertad no es factible. El público de mi blog no es público de masa ni fashion victim, suele ser un público universitario, casi siempre con carreras independientes y un alto poder adquisitivo, que valora la calidad frente a las marcas. El blog ha conseguido aglutinar un nicho de lectores con acceso a todo tipo de productos de gran nivel. Y no sólo en España, también en Estados Unidos, México y Argentina.

Tu faceta profesional es sin duda importante y te posibilitará relevantes contactos, ¿Cómo convive con tu faceta de escritor?

Jamás mezclo ambas actividades y creo que esa es la clave del éxito. Ahora que estoy concediendo muchas entrevistas, con motivo de las presentaciones de mi libro, únicamente impongo una condición a los periodistas, y es que no mencionen mi puesto de trabajo. No quiero tener ninguna exposición mediática. Creo que hay que ser consciente de lo efímero de las cosas; hoy soy una persona de confianza de Acciona y me conceden la responsabilidad de dirigir una de sus filiales, pero soy perfectamente consciente de que prescindirían inmediatamente de mí si pierden esa confianza. El proceso de escribir, y todo lo que conlleva, además de divertirme, me aporta seguridad. Siempre he estado obsesionado con la necesidad de diversificar el riesgo.

En este momento del encuentro llega a casa su amigo Felipe de Pando Pettengui, conocido en su época del San Pablo como Modino, con su mujer e hijos. Fueron compañeros en el San Pablo, se percibe entre ellos una complicidad absoluta, mantienen contacto casi a diario. Mientras José María prepara otro gin-tonic, los cuatro vamos recordando encuentros paulinos, cenas coloquio y otras actividades del Foro. Pronto caemos en la cuenta de que tenemos muchos conocidos paulinos en común. 

Tú defiendes, parafraseando a Oscar Wilde, que la moda es algo tan feo que hay que cambiarlo cada seis meses. En este sentido, no hace mucho, Javier Marías, en un futurista artículo, nos invita a ver, con ojos futuros, la imagen que se tendrá de nosotros dentro de 20 o 30 años, cuando este tiempo ya sea pasado, cuando vean nuestras imágenes. Y cita escenas hoy habituales, “hombres con moño a lo samurái, con rastas difíciles de lavar, con cortes de pelo de hospicianas de Dickens, con infinidad de tatuajes, con pantalones cortos que cortan las piernas o con camisetas con lemas que acentúan barrigas”. Esta imagen ya no es la excepción, basta salir a la calle para toparnos con personas así, y cada vez en mayor número. ¿Qué significado das al deseo de mostrar esa imagen? ¿Es una forma de llamar la atención, de provocar, de rechazar el orden establecido, o es más bien un signo de comodidad o de dejación?

Cuando se habla de moda yo siempre pido que cada uno visualice la foto de la boda de nuestros padres. Estoy seguro de que el traje que vuestro padre llevaba puesto aquel día podríais vestirlo hoy, con más o menos arreglos.

Sin embargo, estoy convencido de que ninguno tendríais valor para vestir alguno de los trajes que desfilaron en la última pasarela Madrid-Cibeles. Esa ropa ha pasado de moda antes incluso de volver al backstage. Ante la disyuntiva de con qué ropa me imagino en la boda de mi hija, si con ese traje supuestamente a la moda que ha desfilado en Cibeles o con uno de Sean Connery de hace 40 años en el papel de James Bond, no tengo la más mínima duda.

No sé cómo nos verán en el futuro ni cómo vestirán, sí pienso por ejemplo que la corbata les va a llamar la atención, porque me parece una prenda llamada a desaparecer. También imagino que se perderán los chaqués y los fracs. Los abrigos largos y los sombreros llamarán también la atención porque percibo que su uso tristemente va a menos.

Actualmente es muy habitual que en las invitaciones se indique como código de etiqueta el Smart casual, en lugar del black tie que se establecía en el pasado y que era sin duda, mucho más elegante. Dicho lo cual, sigo sin entender por qué en las invitaciones escritas en español se ponen estos términos en inglés.

Y sí, tenemos que reconocer que los dos hemos vestido, en más de una ocasión, la chaqueta del traje de la boda de nuestro padre, de hace casi 40 años, que sigue quedando impecable. A nosotros nos tiene convencidos, la buena ropa atemporal es, sin duda, la manera más elegante de vestir y la mejor inversión.

En todo caso pensamos que ciertos cambios en la forma de vestir son una actualización imprescindible, al igual que se actualiza el lenguaje, la escritura, las comunicaciones o la alimentación. A veces, la resistencia al cambio también pueden ser prejuicios, los tiempos cambian y las modas también, y no siempre se ha ido a peor. Pensemos en la ligereza y comodidad que ha alcanzado el vestuario con respecto a épocas anteriores. Cervantes no vestía como vestimos ahora, ni Felipe II ni Enrique VIII, por citar personajes de los que más imágenes hemos visto. Hay que admitir que, al igual que cambian las condiciones de vida o las profesiones, la estética también cambia y se adapta a las nuevas necesidades. Es inevitable, son los signos de los tiempos.

¿Es posible que el rechazo inicial a algunas propuestas de moda sólo sea una manifestación de la legendaria resistencia natural al cambio?

Yo creo que hay que oponerse a determinados cambios, es una manera de ser rebelde. Antes ser rebelde era ponerse una camiseta porque la norma era ir con traje. Sin embargo, desde que Mark Zuckerberg y Steve Jobs son los referentes de nuestra sociedad y únicamente aparecen con camiseta, perdimos nuestra identidad. Podemos aprender muchas cosas de Estados Unidos, pero su manera de vestir no está entre ellas. No tienen tradiciones ni apego a un cuidado vestir, es una sociedad diferente. Deberíamos fijarnos en sus virtudes, pero no creo que su manera de vestir sea una de ellas.

A día de hoy decidir ir a trabajar con traje y corbata es ser rebelde, aunque suene contradictorio. El traje es educación, además de ser lo más cómodo y lo más barato, teniendo un armario de cinco trajes de verano y cinco trajes de invierno, tienes un armario elegante y atemporal, al que puedes ir aportándole estilo mediante camisas y complementos.

Un ejemplo, si te invitan a cenar a una casa y han preparado una buena mesa y un buen menú, debes tomarte la molestia mínima de vestir acorde al sitio al que vas. El problema de esta sociedad es la comodidad, nos dejamos llevar por lo que nos parece más cómodo en el momento. Y, particularmente en España, también la timidez, todos vestimos igual y no queremos llamar la atención, muy poca gente lleva pañuelo en el bolsillo para no destacar.

En la gira por clubes de solera que estoy haciendo, con motivo de la presentación de “La Enciclopedia del Buen Vestir”, me está sorprendiendo no ver demasiada gente joven. Me dicen que el motivo es que, como norma general, la presencia en los mismos requiere vestir chaqueta y corbata, formalismo que las generaciones más jóvenes no están dispuestas a cumplir. Por ello los clubes están flexibilizando sus normas de etiqueta, permitiendo la entrada sin corbata a determinadas horas o durante los meses de verano. Hay clubes que mantienen las normas estrictas, pero parecen ya cementerios de elefantes.

Yo insisto, creo que hay que rebelarse frente a ese “todo vale”. No resulta atractivo, por ejemplo, observar los atuendos de las personas con las que compartimos vuelos; bermudas, camisetas de tirantes y sandalias, con los pies al aire. Convendréis conmigo que, además de poco estético es antihigiénico.

Hablas siempre de la timidez del caballero español, pero nosotros tenemos la sensación de que esa timidez es compartida por el común de los occidentales. Hablamos, por ejemplo, de la elegancia inglesa y del estilo italiano, pero si viajamos a Inglaterra o a Italia o si nos fijamos en ellos cuando son quienes nos visitan, nos topamos con imágenes muy parecidas, cuando no peores a las de aquí. ¿Somos cainitas o muy críticos con nosotros mismos y quizás la globalización también se manifiesta en la imagen de la mayoría de los ciudadanos?

Generalizar siempre lleva a equivocarse, pero tratemos de hacer un ejercicio sin caer en tópicos. Hay ciertas zonas como Florencia o Milán en la que el vestir se cuida mucho más. Llevan zapatos más atrevidos y mejores trajes, incluso si son de confección son de mayor calidad. En cambio, en España, se ve muy poca calidad. Piensa en la calle Serrano de Madrid, en otros tiempos la meca de la elegancia en nuestro país. El consumidor no busca calidad. Quedan pocas tiendas de calidad, se busca barato, temporal, de usar y tirar. Best o incluso Yusty han tenido que cerrar sus tiendas históricas porque no tenían clientes que buscaran calidad; el dueño de Yusty me comentaba que vendía más zapatillas de Balenciaga que chaquetas o trajes. Ahora mantienen una boutique, redefiniendo su concepto tradicional.

Tú tienes trato, y en muchos casos amistad, con los mejores sastres de España. Parece que hay talleres, los de los grandes sastres que sobreviven en buenas condiciones. ¿Cómo está el negocio de la sastrería en nuestro país?

La sastrería es la única profesión en España que tiene un índice de paro cero, pero es porque los sastres se han ido jubilando y pocos jóvenes sueñan con serlo. Es cierto que ser sastre implica pasar horas cosiendo en una silla, y que puede resultar poco atractivo, pero, como en toda profesión, si te gusta y le pones ilusión, el resultado puede ser apasionante. En todo caso, a los sastres jóvenes, que en sastrería sería siempre a partir de los 40 años, les sobra el trabajo.

Yo percibo que donde mejor se viste a día de hoy es en Tokio, el motivo es que en Japón hay mucha tradición por la artesanía, hay tradición de visitar al sastre o al camisero. No hace tantos años, en Nápoles, todavía quedaban más camiserías que bares. Es una cuestión de tradición, tampoco te encuentras un Burger; los napolitanos van a comer a trattorías.

¿La actual inflación, sobre todo de ropa, es sostenible? Nos preocupan las cifras que hablan de que el 30% de la ropa que se produce no se vende y otro 30% se vende en rebajas, y que al año se fabrican 150.000 millones de prendas. Por no hablar de que el 50% de la que se vende por cadenas fast fashion acaba en la basura en menos de un año. En paralelo se habla de que la industria textil es la segunda más contaminante del mundo, por delante de la ganadera y detrás de la petrolera. Esta situación no es muy sostenible que digamos. ¿Una concienciación responsable no invita a volver a la ropa para toda la vida?

Creo que la actual tendencia por el cuidado del medio ambiente debería empezar por favorecer la artesanía, el consumo de proximidad y de productos duraderos. La gente compra jerséis y camisetas que no le duran ni dos temporadas; eso sí que es totalmente insostenible. Efectivamente, después del petróleo, la industria textil es la más contaminante del planeta, pero es más escalofriante que el 30%de las prendas que se crean no llegan ni siquiera a venderse, se destruyen sin usar, lo que supone quemar tejidos y tintes. Por eso merece mucho más la pena comprarse una buena prenda, que te dure años, que varias cada temporada. Recuerdo que mi madre me compró ropa cuando me vine a estudiar a Madrid y terminé la carrera usando esa misma ropa, que seguía en buen estado.

A veces la moda y la belleza están asociadas a lo superficial o lo frívolo. Hay personas que, con el objeto de aparentar autenticidad, rechazan el cuidado de lo externo, oponiéndolo a los valores internos. Sin embargo, tú mismo nos recuerdas, parafraseando a Balzac, que “la dejadez en la vestimenta es un suicidio moral”. Nuestra carta de presentación es nuestra imagen, es el primer mensaje que mandamos al exterior, y también sabemos que no hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.

Hoy en día todo es muy rápido, las relaciones son muy fugaces. Así que todo habla de ti, tu peinado, tu barba, tu perfume. Llevar una corbata no es ser presumido, es educación. Igual que nadie iría a la piscina en esmoquin, nadie debería acudir mal vestido a recoger un premio. Me llama mucho la atención en los conciertos de música clásica que la orquesta vaya vestida de punta en blanco y muchos espectadores no hayan hecho el más mínimo esfuerzo por mostrarse presentables; es una auténtica falta de educación y de respeto.

Es muy fácil adquirir los conocimientos mínimos, basta con dar importancia a la imagen, tener un poco de inquietud y leer buenos libros. Pero nuestra sociedad no va por esa línea. Incluso a nivel político, en determinados ambientes parece que vestir bien resta votos. Hay escasísimas excepciones de representantes públicos de los que podamos decir que van bien vestidos. Afortunadamente aún quedan excepciones, el Rey de España, el Príncipe Carlos de Inglaterra o el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau visten muy bien. Incluso Donald Trump, personaje polémico donde los haya, viste mejor que muchos de sus colegas.

Pero no podemos decir lo mismo de otras autoridades de nuestro país. A mí su mala imagen me molesta especialmente, porque deteriorando su imagen deterioran también la del país al que representan. En la Transición los políticos de una y otra sensibilidad eran mucho más cuidadosos con su aspecto; Santiago Carrillo, comunista confeso, vestía con chaqueta y corbata.

En todo caso la clase política y empresarial no son más que el reflejo de la sociedad, y visten como lo hace la propia sociedad; no son conscientes de que marcan tendencia igual que deportistas y artistas. En este sentido, podemos traer de nuevo aquí a Balzac, que sentenciaba el bruto se cubre, el rico se adorna, el fatuo se disfraza y el elegante se viste”.

Las mujeres visten mejor, o por lo menos transmiten la sensación de cuidar más su imagen, les cuesta menos exteriorizar que se ocupan de su imagen. Tradicionalmente han tratado de diferenciarse por su estética. Aunque me da la sensación que es algo que está cambiando, y que también visten cada vez de manera más homogénea; más pantalón, menos color, más vaquero, menos cuidado en general. Creo que en 10 o 15 años se convertirán en los clones que somos a día de hoy los hombres. Y es una pena, porque la ropa no es más que una extensión de nuestra personalidad. La manera de vestir de las personas dice mucho de su manera de ser, y nuestra tendencia a la uniformidad y a los colores oscuros denota cada vez mayor tristeza.

Y, sin embargo, en paralelo la moda se considera arte y se expone en los museos, hasta el punto de que ya son varios dedicados a la moda o en los que se expone moda femenina. El Museo del Traje de Madrid, el Museo Cristóbal Balenciaga de Guetaria, la exposición Balenciaga y la pintura española en el Museo Thyssen de Madrid, son algunos ejemplos. Suponemos que valoras y aplaudes esta tendencia, que eleva la costura a la categoría de arte.

Sí, está habiendo exposiciones de algunos diseñadores, pero es un hecho muy puntual. Y desde luego bienvenido sea el reconocimiento a la creatividad y al trabajo artesano como expresión artística. Y un apunte al respecto, la moda históricamente ha sido femenina, la alta costura siempre ha sido femenina, la mujer ha ido por delante.

Hay una pasarela en Madrid de moda de hombre, una semana después de la pasarela Cibeles, que tiene muchísima menos proyección. El hombre también es más tímido y le cuesta más acudir a una pasarela a ver ropa de hombre. A nivel internacional, hay algún escaparate, como el Pitti Uomo de Florencia, para hombres y tiene una repercusión tremenda. El estilo es un poco exagerado, pero sirve de escaparate para grandes sastres y artesanos. El objetivo del caballero elegante no debe ser llamar la atención sino ser recordado. La elegancia debe hacerte pasar desapercibido pero sin dejar a nadie indiferente.

Las redes sociales reflejan un aumento de influencers masculinos de moda clásica. Tu propio éxito denota un interés por el buen vestir clásico. Quizás no solo por la artesanía que tanto defiendes, pero sí por el estilo tradicional, que viene a ser confirmado por la apertura de gran número de tiendas de ropa masculina. ¿Crees que se está produciendo un resurgimiento del gusto por la moda clásica, por lo exquisito, y que las redes contribuyen a ello?

Podría ser, el fenómeno Scalpers así lo confirma, tiene precios asequibles y ofrece estilo, aunque la calidad sea muy justita. Y no nos engañemos, a los hombres nos gusta vestir bien y sentirnos atractivos. El problema de la ropa de confección es que, tradicionalmente ha tenido poco estilo, solía ser más bien ropa demasiado tradicional y aburrida. Sin embargo, es palpable que han modernizado y mejorado los patrones y hacen ropa mucho más estilosa, aunque su calidad no la haga duradera.

El lujo, entendido por prendas de calidad y exclusivas, está de capa caída en nuestro país; son más las tiendas de prendas de calidad que cierran que las que abren.

Quizás es un signo de los tiempos, ahora todo es rápido y efímero, nadie busca nada para toda la vida. Si el trabajo es temporal, las relaciones son puntuales y los compromisos mientras duren, es difícil pensar en prendas para toda la vida. En inversiones que duren. Puede sonar hasta aburrido. A la gente le gusta cambiar, experimentar e ir cómodo, y la elegancia requiere disciplina y cuidado. El virtuosismo de la artesanía y de la calidad tiene su público, aunque cuantitativamente no sea significativo. En todo caso el lujo siempre es exclusivo y minoritario, de lo contrario perdería ese carácter.

Y hablando de gente con estilo, se dice que entre los más estilosos de España está Rafael Medina. Sabemos que sois amigos y que prologó y presentó tu primer libro. Nos gustaría saber qué parte de su estilo es innato, se lo da su cuerpo, su altura, sus maneras, y qué parte la ropa que viste.

Así es, somos amigos y también prologó y presentó mi segundo libro en el Círculo Ecuestre de Barcelona. Yo le conocí en mi época en el San Pablo, solía salir a correr y un día le vi en el Parque del Canal de Isabel II, con su planta y presencia le resulta imposible pasar desapercibido. Me puse a su altura y, literalmente, le asalté. Desde entonces tenemos muy buena relación. Es una bellísima persona, cercano y encantador. Dada su imagen puede dar la impresión de ser altivo o distante, pero nada más lejos de la realidad. Siempre me ha ayudado en lo que le he pedido, sin dudarlo y sin contraprestación alguna. Y, efectivamente, tiene un estilo especial en el vestir. Yo conozco su casa y tiene un gran armario, pero es que, además, se viste rápido y sus combinaciones arriesgadas siempre son un éxito.

El día de la presentación del libro en Barcelona llevaba una corbata llamativa de rombos con una camisa de rayas y un traje cruzado; una combinación más que arriesgada, que en cualquier otra persona podría quedar ridícula, pero que en él quedaba espectacular. Conoce perfectamente las normas del buen vestir y sabe cómo romperlas con estilo. Tiene ese don.

Me preguntan muchas veces si se puede aprender a ser elegante y estiloso. No tengo ninguna duda de que la elegancia se puede adquirir, sabiendo lo básico y acudiendo a un buen sastre y a un buen camisero; pero el estilo es otra cosa, se tiene o no se tiene. A la persona verdaderamente estilosa se la reconoce vistiendo de sport o de deporte, porque vestir bien de traje es relativamente sencillo. La persona elegante lo es en los movimientos, en las expresiones, en el trato.

Para mí Rafael es uno de los hombres más elegantes y estilosos de España, aunque los mejores armarios los tienen Alberto Cortina hijo y Juan Abelló. Porque sólo estamos hablando de trajes, pero la ropa de calidad se extiende también a la ropa de caza, abrigos o capas, jerséis o pijamas.

La homogeneidad actual en el vestir, que el mismo traje azul marino es utilizado para ir a la oficina, para una cena o para una boda, puede ser vista como algo impropio, pero también como una oportunidad. En estos tiempos de atonía, vestir con un poco de atrevimiento conlleva destacar sobremanera.

Háblanos de la sastrería artesanal, tan exclusiva que es sinónimo del lujo contemporáneo. Ahora lo habitual es la sastrería industrial, en la que te toman medidas para hacerte un traje personalizado, cortando la tela a mano, pero cosiéndola a máquina. ¿Qué diferencia existe con el producto de los sastres artesanos?

Es otra liga, otra historia, otro nivel de exquisitez. Es estupendo ir en un BMW, pero incomparable con la sensación de conducir un Bentley. En la sastrería industrial se personaliza informáticamente un patrón estándar a las particularidades de cada cuerpo. Te enseñan una primera versión del producto, que generalmente te queda un poco grande, para hacer un par de ajustes y entregártelo como trabajo terminado. Sin embargo, un verdadero sastre te estudia desde el momento en que te ve, analiza tu patrón y tus particularidades. Te mide la caída del hombro, las asimetrías propias…

Siempre digo que un traje es de tu talla si te lo has abrochado a las ocho de la mañana y has llegado a tu casa a las ocho de la tarde con el traje abrochado, porque no te has enterado de que lo llevas. Transmite naturalidad al andar, como si fuera un pijama. Además, tiene mucha más durabilidad. A mí nunca se me ha roto un traje artesanal, y no puedo decir lo mismo de los trajes de confección que he tenido, que han podido ser muy bonitos, pero han tenido mal final. Manteniéndote en un rango de peso razonablemente estable, un traje de sastre es una inversión para toda la vida. Incluso si algo se rompe o deteriora, el sastre artesanal vuelve a conseguir la misma tela y lo rehace. Es una inversión y es infinitamente más sostenible.

Lo mismo ocurre con la camisería artesanal, que cuesta más pero tiene un gran valor. Los cuellos no van termofijados sino con forro. Cuando me hago una camisa siempre la encargo con un juego de puños y cuello extra, que es lo que se deteriora antes. De este modo, pagando un poco más tienes una camisa mejor y más duradera. La camisería a medida acaba siendo barata. La inversión inicial es más alta, pero compensa con creces.

Henry Rolls, creador del Rolls Royce, decía que la calidad se recuerda después de haber olvidado el precio, y comparto plenamente su filosofía. El creador de Crockett & Jones defendía que creó su marca porque era demasiado pobre para permitirse tener zapatos baratos. Es evidente que los buenos, bien cuidados, lo aguantan todo y con el uso se convierten en más cómodos. Fijaos alguna vez en los zapatos del Príncipe Carlos, que tienen remiendos por todas partes.

Las marcas aprovechan ferias o mercados especiales para impulsar sus ventas, pensemos en el Black Friday o en los mismos outlets, hay voces que consideran que acaba siendo contraproducente, porque salvo para eventos puntuales en los que uno quiere innovar el vestuario, para el día a día disponemos de tanta ropa que carece de sentido adquirir prendas a precio de temporada a sabiendas de que en pocos meses vas a poder adquirirla a mitad de precio, incluso más barata. ¿qué opinión tienes de estas promociones?

Hay marcas que producen artículos destinados expresamente para la venta masiva esas fechas o momentos de rebajas. Pero ese es otro mercado y tiene su público. Ahora bien, las mejores marcas no hacen rebajas ni están en los outlets, pensad en Hermès o Goyard, estas casas prefieren tener excedentes a rebajar sus precios. Únicamente hay rebajas en los productos de consumo masivo.

Dada tu naturaleza polifacética y la diversificación que mantienes de tus habilidades, ¿has pensado alguna vez en iniciar o participar en algún negocio relacionado con la ropa, con los complementos o con la artesanía o la elegancia desde cualquier otra perspectiva?

Siempre que me hacen esta pregunta recomiendo no abrir nunca un negocio de ropa. Estoy convencido de que, si quieres arruinarte, el negocio más apropiado es abrir una tienda de corbatas, que están destinadas a la desaparición. El concepto de tienda de ropa que a mí me gustaría también estaría abocado al fracaso, porque muy pocos clientes pagan por la calidad, la gente paga diseño barato. Le es indiferente la durabilidad o la artesanía, el consumo es muy cortoplacista, igual que nuestra sociedad, en la que queremos todo y ahora. El pensar a largo plazo no está de moda en ninguno de los ámbitos de la vida.

Sabemos que la excelencia está en los detalles, y no podemos desaprovechar esta ocasión para pedirle a José María un apunte de tres complementos básicos en el vestir.

Zapatos: los italianos, con su habitual atrevimiento, dijeron “Brown is the new black”, y es un principio perfectamente válido. Es cierto que lo protocolario para los ingleses de los años 30 o 40 era el negro, no se podía entrar con zapato marrón en los clubes. Pero un marrón cercano al cognac o chocolate, con los tonos de trajes azules o grises, es perfectamente válido y muy elegante. Es cierto que el negro es más agradecido en cuanto que se puede llevar a cualquier hora del día, mientras que el marrón no debería calzarse tras la puesta de sol. Yo tengo muchos más zapatos marrones que negros ya que su versatilidad es mayor.

Los náuticos en ciudad no son estilosos. Nacieron para su uso en los puertos deportivos, y debería ceñirse a las actividades náuticas. Traerlos a la ciudad es como llevar chaquetas de cazar o pescar en la ciudad, es muy habitual e incluso parece natural, pero no es lo correcto.

Corbata: recomiendo sin duda el nudo four in hand. El Windsor es el más habitual, pero la elegancia está reñida con la simetría, requiere mucha más naturalidad. Hay que tratar de evitar resultar sobrecargado, igual que los pañuelos de bolsillo con picos o formas rebuscadas, que no me resultan elegantes. Un nudo bien hecho es una virguería, es importante que el hoyuelo quede bien, porque una corbata que caiga lisa es poco estilosa. Las buenas corbatas, de seda y de siete pliegues, que son muy difíciles de conseguir, verdaderamente artesanales, tienen una caída incomparable a las corbatas habituales. Es fundamental no planchar las corbatas y evitar las tintorerías, que son sus mayores enemigos.

Cinturón: los pantalones de traje son mucho más estilosos cuando no tienen cinturón, que corta la figura y hace que la figura sea menos estilizada. La figura fluye mucho más cuando los pantalones no llevan cinturón.

¿Cuál es tu secreto para conciliar todas tus facetas profesionales y artísticas? Tu trabajo de consultoría de imagen, los viajes, el deporte, la familia, tus hobbies, la lectura; nos confiesas que te apasiona “Crimen y castigo”, de Dostoievski y que lo relees de vez en cuando. ¿Cómo lo consigues?

Es muy complicado. Ayer tuve una cena con amigos y me quedé dormido. Mi mujer estará abajo y seguro que estará esperando a que bajemos para estar juntos un rato. Me ha generado una enorme satisfacción terminar el libro y liberarme de esa obligación, ha sido muy gratificante, porque he vivido mucho estrés. Todo lo que haces como obligación, por mucho que comience siendo un hobby, termina siendo estresante.

Mi secreto es aprovechar el tiempo. Paso dos semanas al mes viajando y aprovecho los vuelos y los tiempos de espera para escribir y leer, hace años que no veo películas en los aviones, que es una afición que me encanta. Madrugo los fines de semana, apenas veo la televisión y me he hecho más eficiente; antes tardaba un mínimo de seis horas en escribir los artículos para el periódico, ahora calculo que sólo necesito tres.

También he aprendido a decir que no, limito mis charlas y mis apariciones, y no me planteo volver a escribir otro libro. Pero es cierto que me cuesta, porque nunca sabes qué te va a deparar la vida, cuánto vas a necesitar una puerta que se te abre o incluso a dónde te va a llevar.

Conversando con José María se palpa que la elegancia y las buenas maneras no sólo no están reñidas con la eficiencia y la profesionalidad, al contrario, son complementos indispensables. Porque la elegancia no viene definida únicamente por la ropa que usas, está en cómo te expresas, de qué hablas, cómo te mueves, qué lees, cómo tratas a las personas que te rodean. La elegancia es un todo, lo que eres y cómo te muestras. 

En palabras de Miuccia Prada, “lo que llevas es lo que te presenta al mundo”, especialmente hoy que el contacto humano es tan fugaz. La moda es un lenguaje instantáneo.

Y hay algo más, la ropa, los colores que utilizamos, los accesorios, influyen en nuestro estado de ánimo, y también son un reflejo de cómo nos sentimos. El aspecto no es sólo lo que proyectamos, también conforma nuestra personalidad. Para el Conde de Chesterfield, “el estilo es el ropaje del pensamiento”, y según Charles Dickens “cualquier persona puede estar de buen ánimo y temperamento cuando está bien vestido”.

En palabras de Karen Pine, “cuando nos vestimos igual que los demás nos sentimos menos responsables de nuestras acciones”. Vestir en serie puede ser un síntoma de aborregamiento de la sociedad, en el sentido literal del término, “convertir en vulgar a una persona, dejarla sin ideas, opiniones o iniciativas propias”

En todo caso, el sector moda y belleza mueve miles de millones y da trabajo a miles de personas. No es un sector baladí. En 2017 la aportación del sector moda al PIB español fue de un 2,9%, más que el de todo el sector primario, agricultura, ganadería y pesca, que, según el INE fue, en el mismo periodo, del 2,6%.

Pero no podemos pensar sólo en clave de producción y riqueza, el sector debe regirse por una economía circular, que afronte el reto de la demanda, el uso responsable de materias primas, las condiciones de mano de obra y la gestión del impacto ambiental, logrando un equilibrio entre rentabilidad y sostenibilidad.

A ello puede contribuir, sin duda, la apuesta por la elegancia de José María, por la calidad, por la artesanía y la intemporalidad. Tenemos que aprender a cuidar la ropa, a amarla.

Desde estas reflexiones y de la mano de José María y de los pensamientos clásicos que él trae a sus libros, nos gustaría contribuir a cambiar de paradigma. La moda es el reflejo de la actual instantaneidad, del consumo compulsivo, del usar y tirar, de vivir el día a día sin pensar en el más allá, pero él nos recuerda que también existe la elegancia, el estilo, y que estos conforman nuestra personalidad y pueden dar transcendencia a nuestra vida, pueden hacer que nos sintamos diferentes. Para ello podemos seguir el consejo de Epicteto, que ya en el Siglo I aconsejaba que “primero nos tenemos que conocer y después vestirnos en consecuencia”.

Un placer, José María.