ENCUENTROS PAULINOS

Entrevista a Javier López Galiacho

Por Aitor y Xabier Errasti Martínez de Antoñana

A las cinco de la tarde, hora taurina por excelencia, y a la puerta de Casa Salvador, histórico restaurante situado en el castizo barrio Chueca de Madrid, nos fundimos en un abrazo de despedida con Javier López-Galiacho. He acudido a la cita acompañado por mi hermano Xabier y, en esta ocasión, no se ha limitado a hacer de fotógrafo y grabador, con su experiencia de colegial, Decano y Subdirector y sus conocimientos taurinos, la conversación ha fluido entre los tres. Tras dos horas disfrutando de enseñanzas y fragmentos de la historia paulina, aliñada con los encantos de la cocina madrileña más tradicional, no nos queda más remedio que poner fin a este interesante encuentro del que aquí damos constancia.

Voy a contaros cosas sobre las que nunca se ha escrito, os narraré pasajes de la historia del Colegio Mayor totalmente desconocidos.

Nos adelantaba Javier por teléfono días atrás, cuando contactamos con él para concertar esta entrevista. En nuestro fuero interno su declaración de intenciones nos parecía ciertamente ambiciosa, ¿qué estaría dispuesto a contar ahora, más de diez años después de abandonar el cargo de Director del Colegio Mayor, que se había reservado hasta este momento? Con su promesa los nervios previos a la entrevista se hicieron ilusión y curiosidad. Con esta cercanía y disposición nos revelaba su primera seña de identidad, un entusiasmo contagioso por hacer realidad causas que se dan por perdidas.

Su experiencia y compromiso paulino lo avalan cinco años como colegial, dos años como Subdirector y ocho años como Director. Cuando en 1981 llegó al Colegio, como estudiante de Derecho el director era Julián Vara. No es preciso formular ninguna pregunta, los recuerdos afloran:

Políticamente era un momento muy especial, de tránsito, de construcción. Había una gran inquietud por la historia que se estaba escribiendo. Como la sociedad, el Colegio estaba dividido entre constitucionalistas y no constitucionalistas, mejor dicho franquistas y demócratas, que, por cierto, estos últimos éramos mayoría.

En el colegio se organizaban muchísimos actos culturales, cenas coloquio, cineclub con películas de arte y ensayo que estaban prohibidas. Había un gran deseo de consumir cultura, incluso despertar a un ámbito hasta hacía poco que estaba vetado. Como anécdota recuerdo las sesiones golfas en las que se anunciaban películas de John Ford y se proyectaban películas prohibidas, como Emmanuelle. También tuvo mucha importancia la política, pues la Transición la hicieron antiguos colegiales o propagandistas, con los que era habitual cenar o cruzarse por los pasillos del primer piso que siempre ha ocupado la ACdP.

Yo venía de Albacete y me dejé deslumbrar por Madrid. En el colegio me sentí muy bien acogido, hice amigos para toda la vida y mi trayectoria profesional y vital vive de experiencias colegiales. Recuerdo las fiestas como un gran acontecimiento, para el que nos preparábamos durante días. Entonces eran temáticas, la gallega, la andaluza, la castellano leonesa, de novatos, de carnaval, de primavera, y se realizaban todas en el recinto del Colegio, en la pista de hockey sobre patines (hoy pádel) y en la piscina.

JAVIER-GALIACHO Director Colegio Mayor San Pablo 1996-2004

Javier López-Galiacho, albacetense, casado y con dos hijos, doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, es profesor titular de Derecho Civil por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y director de responsabilidad corporativa del Grupo FCC desde 2005. Imparte clases de buen gobierno y ética de organizaciones empresariales y fundacionales en el IE Business School y en el programa de dirección de fundaciones de la AEF y el CEU.

Fue colegial de San Pablo desde 1981 a1986, ocupó su dirección desde 1994 a 2004 y actualmente es patrono de la Fundación Universitaria San Pablo CEU. Pertenece a la Asociación Católica de Propagandistas desde 1986.

También fue Secretario General del Colegio Cisneros, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, y jefe de su división de Derecho.

En el ámbito de la tauromaquia ha publicado el libro “De frente, en corto y por derecho (ensayo de una tauromaquia para el liderazgo empresarial y personal”, editorial SIAL y, además de apasionado y exigente aficionado, fue colaborador en Radio Nacional de España, Antena 3 de Radio y de los diarios La Tribuna de Albacete y La Verdad. Es presidente, desde su fundación en 1990, del Círculo Taurino Universitario Mazzantini y creador del premio nacional universitario de tauromaquia “Joaquín Vidal”.

Es presidente nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España (AMIThE).

Ha recibido varias distinciones como la de personaje castellano manchego del año 2014 o pregonero de la Feria de Albacete o de su Semana Santa.

También recuerda las novatadas con detalle y nos describe situaciones que es mejor no reproducir aquí. Fue novato de la mítica noche loba, que califica como un acto nazi. Novatadas contrarias a la dignidad, que generaban humillación y enfrentamientos.

Eso sí, había mucha relación personal y un gran respeto por los veteranos. En aquel momento no había ni teléfono ni internet en las habitaciones, ambos se instalaron en mi etapa de Director. Entonces había un teléfono por pasillo. Este cambio también ha influido en la relación entre colegiales y ha propiciado, en los últimos años, un mayor individualismo. Son los signos de los tiempos de esta sociedad líquida desde que ha aparecido internet, los iphone, ipad, o playstations. Antes todo era encuentro, hoy se propicia la individualidad, y así nos va.

Al finalizar en 1986 la carrera de Derecho en el CEU, me ofrecieron ser director, pero mi proyecto era preparar notarías. No es el momento, pensé, aunque más adelante el Colegio sigue ejerciendo una atracción sobre mí y en 1994 vuelvo como Subdirector. Entonces los Subdirectores eran, salvo alguna excepción, antiguos paulinos o colegiales de último año.

El Colegio estaba adscrito a la Universidad Complutense, y cuando acepté el cargo de Subdirector ignoraba por completo la existencia de un proyecto para cerrarlo, no podía ni concebirlo. Es en el curso 1993-94 cuando se inauguró por el Rey Juan Carlos la Universidad CEU-San Pablo, cuando el Colegio empieza a ser ocupado por despachos de profesores y directivos del CEU.

El cierre del Colegio estaba decidido. Había un acuerdo del patronato de 1994, está en el libro de actas, donde se decreta su cierre en cuatro años. Incluso en una intervención en la asamblea anual de propagandistas, el entonces vicepresidente, y luego presidente del patronato del Colegio, anuncia la próxima clausura del San Pablo. El proyecto de cierre contemplaba llevar el Colegio a Montepríncipe, con la Universidad, y abrir allí dos colegios, uno masculino y otro femenino. También se barajó trasladar el Colegio Mayor a las instalaciones del Colegio Llorente, a las afueras de Madrid. Una barbaridad.

La situación era tan tensa y provisional que en la promoción de 1995 no se echó a colegiales, eran claramente los últimos años del colegio. Únicamente se admitió a 8 hermanos de colegiales. Recuerdo la fiesta fin de curso del colegio de 1995-1996. Fue muy dura, hubo un expreso rechazo al Presidente del CEU, mi admirado y siempre querido Don Rafael Alcalá Santaella, catedrático de medicina, y su discurso no fue aplaudido. Una descortesía inaceptable en un colegio que predica el señorío consigo mismo y con los demás. Emilio Sánchez, colegial en aquel momento y que luego sería Subdirector conmigo, hizo un emotivo y valiente discurso a favor de la supervivencia del colegio, poniendo de manifiesto la apuesta por el futuro del Colegio que supondría la nueva Dirección. Por cierto a la que yo incorporaría a otro valiente y buen Subdirector como fue Daniel Carballeira.

En julio de 1996, con tan solo 32 años, y tras presentar mi tesis doctoral cum laude por la Complutense, me nombraron Director. Junto con Jacobo Cano soy el Director más joven que ha tenido el Colegio. Mi estrategia fue ponerme en manos de los antiguos colegiales y de su Presidente, el embajador ya fallecido Ramón Armengod. Tengo que reconocer que su ayuda fue inestimable para acertar en el rumbo de impedir el cierre del Colegio

El ambiente colegial de entonces era muy complicado. Pensaban que venía a cerrarlo. Pero desde la Dirección, colegiales, antiguos colegiales y trabajadores nos empeñamos en mantenerlo abierto. No podíamos aceptar que se cerrara. Creíamos en el proyecto Paulino, en su utilidad y en su proyección. Yo era propagandista desde el 86, cuando acabé la carrera y dejé el Colegio accedí a la Asociación como una muestra de agradecimiento y de deseo de pertenencia. Trabajaba incansablemente por mantener el colegio pero, paradojas de la vida, algunos colegiales, azuzados interesadamente por quien no voy a nombrar, pensaban que venía a cerrarlo. Fue duro, desgarrador, pero mereció la pena. Yo nunca acepté que se cerrara. Conté con el apoyo de la inmensa mayoría de mis colegiales y la totalidad de los empleados, donde encontré la fidelidad de personas con casi 40 años de entrega por el Colegio, como mi secretaria Mayte Villaverde, a la que estoy tan agradecido, los administradores Julio Palencia o el recordado Julián de Luelmo, especialmente Javier Pascual, nombrado nuevo administrador en mi etapa, o el personal de servicio como la gobernanta Amalia, Isabel, Teo, Vicky, Maria Antonia, Maripaz, Paloma, telefonistas como Antonio, Mari Carmen, Aurora, o José el cocinero. No quiero olvidar a nadie y ser injusto. Todos los trabajadores, repito.

La gran presión que ejercimos, “atrincherados” en los pisos segundo y tercero del Colegio, yo viviendo con mi mujer Pino y con los dos bebés en segundo impares, y la afortunada circunstancia de encontrar otro espacio para el desarrollo de una universidad del gran prestigio que tiene el CEU, hicieron posible que el Colegio perdurara. Las direcciones siguientes pudieron recuperar los espacios perdidos y hoy el Colegio está precioso. Pero no olvidemos que lo que hoy somos se lo debemos en gran parte a esa época en la que entre muchos evitamos su cierre.

También es de justicia reconocer en mi época, el apoyo que recibí del doctor Rafael Alcalá-Santaella, una referencia de la medicina española, y que como presidente de la ACdP me nombró como director, me dio su incondicional apoyo en momentos muy complicados, y apostó por la continuidad del colegio. Por desgracia, la enfermedad se lo llevó a destiempo, pues su presencia hubiera sido muy necesaria para centrar la ACdP y para la tranquilidad del Colegio. No dejó, en cuanto tengo ocasión, como ahora, de recordarle con enorme cariño y transmitirle a su viuda Regina e hijos, especialmente a Maria y su marido Chema Legorburu, compañeros en la ACdP,  que le estoy muy agradecido al doctor Alcalá-Santaella.

He oído que hay una idea extendida de que en esa época no se exigían buenos expedientes para permanecer en el Colegio. No es cierto, pero además de las calificaciones, hay valores y actitudes que son diferenciales, y también se tenían en cuenta. Se propiciaba y se valoraba el respeto, la empatía, la convivencia. Hoy muchos de aquellos colegiales ocupan puestos destacados y de responsabilidad. El tiempo nos ha dado la razón. El colegial es como el toro hay que saberlo ver, hay que dejarlo que vaya para arriba en los tercios de la vida. No darle puerta al primer error. Por eso para ser director de un colegio como San Pablo no vale todo el mundo. Para mí el haber sido colegial fue fundamental para entender su dirección.

Una estrategia para dar vida y presencia al Colegio fue organizar en él eventos con trascendencia mediática. El acto de entrega en el Colegio de los Premios Mazzantini de toros responde a ese objetivo. También la celebración del 50 Aniversario del Colegio de la mano de la Casa Real, al que asistió la infanta Cristina, obedece a la misma finalidad. O los actos organizados para conmemorar los 25 años de las primeras elecciones, con un homenaje multitudinario y mediático al grupo Tácito, reuniendo a todos sus miembros que en aquellos difíciles tiempos se reunían en el San Pablo, o la celebración que hicimos del aniversario de los acuerdos de España con la Santa Sede, en la que paulinos como Marcelino Oreja, Otero Novas, o Landelino Lavilla fueron personajes claves. También pusimos una enorme ilusión con la recuperación de las cenas coloquio del San Pablo. Más de 180 organizamos en mis años de Director. Algunas semanas hasta dos. Recuerdo, de manera muy especial, la comida a la que asistió Don Ramon Rubial, presidente del PSOE, en aquel momento. Nos confesó que aunque había estado 20 años encarcelado por Franco, le había perdonado. Esta grandeza es inolvidable y un mensaje de perdón y misericordia que la mera posibilidad de que los colegiales lo escucharan ya por si sólo merece los 50 años de existencia de un Colegio. O a la que asistió el Rey Simeón de Bulgaria, en la que nos contó, emocionado, que accedió al trono con cinco años. Vino solo a la cena y volvió a casa rodeado de colegiales. Recuerdo también momentos conmovedores, como el 11M, en el que todo el Colegio salimos unidos a manifestarnos. Sentía la fuerza de esa unidad paulina, es una sensación que no se olvida.

Tengo que reconocer que el Colegio me ha dado mucho. Me dio bagaje, conocimientos y habilidades. Tratar de ponerme en el lugar de los colegiales, de cada uno de los colegiales, que me demandaban respuestas a situaciones concretas, muchas veces difíciles y contradictorias, o recibir a personalidades de la categoría de la Casa Real, o con la trayectoria empresarial de Juan Abelló, Rafael del Pino o deportiva como la de Alfredo Di Stefano, realmente te pone a prueba y, definitivamente, te enriquece.

Pero, como la felicidad nunca es completa, mi paso por el Colegio como Director tampoco fue pacífico. Al irme, en 2004, la nueva dirección echaría a 70 colegiales de mi etapa. Y cual damnatio Caracala, se llevó a cabo la eliminación de cualquier vestigio de la etapa anterior. Yo dejé de existir para la dirección del Colegio, no recibí ni una invitación para asistir a actos. Hasta el punto de que se realizó un acto de homenaje a los antiguos Directores de Colegios Mayores, y ni el Padre Jose Ramón Guerrero, anterior director a mi etapa, ni yo fuimos invitados.

Estos hechos y otras maledicencias hicieron que estuviera durante cinco años sin pisar el Colegio. Fue ya en torno, creo a 2008, cuando el Director Alejandro Rodríguez de la Peña tuvo el gesto, que no olvido, de me abrirme de nuevo las puertas de mi Colegio. Al igual que no guardo rencor, ese sentimiento de perdón se lo he transmitido a quién la capitaneó, a la siguiente Dirección que maniqueamente nos borró. El toro del tiempo te pone en tu sitio. Y ahora llevo ya cuatro años, gracias a la confianza del actual presidente de la ACdP, Carlos Romero, como patrono de la Fundación Universitaria San Pablo CEU y de sus tres universidades. Todo lo que le entregue a la Casa es poco frente a lo que me ha dado en mi formación y desarrollo profesional.

En los últimos años el Colegio, especialmente gracias a mi amigo y excelente Director Antonio Rendón, ha vuelto a dar otro cambio, se ha abierto. La importancia del Patronato es clave, es el órgano que nombra al Director y sustituir a Antonio no va a ser fácil. Está haciendo una gran labor. Que dure mucho tiempo.

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Es evidente que los recuerdos del Colegio le entusiasman, su alma de colegial y de Director conviven en él y todo lo que cree que es bueno para el Colegio le interesa, le apasiona. Pero hay otros aspectos en su trayectoria vital y profesional que queremos abordar.

Nuestro primer acercamiento a Javier fue en el Colegio, como invitados a la presentación de su libro De frente, en corto y por derecho, un ensayo para una tauromaquia para el liderazgo personal y empresarial (editorial Sial). Fue un martes, 16 de diciembre de 2014, en el que nos habló de la tauromaquia como escuela de valores para guiar o gestionar la vida o la empresa.

El libro es un recorrido profundo y ameno de la mano de filósofos clásicos, de figuras del toreo y de grandes críticos taurinos, por el «planeta de los toros», en palabras de Don Antonio Díaz Cañabate. En él se aborda el sentido de la vida y de la muerte, del ejemplo, la coherencia, la responsabilidad, el compañerismo, el reconocimiento. El torero como un samurái, en un combate de disciplina, eficiencia, valor y concentración.

El miedo, la soledad, el talento, el trabajo en equipo, la ética de la primera persona, la actitud al cubo, la pasión y el amor por lo que se hace, la independencia, la fortaleza, la humildad, la autenticidad, la dimensión cultural. Un recorrido, en definitiva, por la trayectoria vital, de la mano de la fiesta de los toros. Y es que se trata de una lectura sobre la vida en la que, como en los toros, nos propone que hay que parar, templar, mandar y cargar la suerte. Ya se sabe, muleta por delante, valor, temple, vergüenza torera, y si no embiste, embisto. Una vida a la que siempre llega la hora de la verdad y no siempre se sale por la puerta grande, a veces nos pilla al hilo del pitón.

Por lo que hemos aprendido y disfrutado con la lectura de esta metáfora de la vida y escuela de valores, ya le estamos inmensamente agradecidos. Y es el momento de hablar de la fiesta de los toros. Tampoco en este tema hay que plantear preguntas puntuales:

Sinceramente, veo complicado el futuro de los toros, aunque no es un mal momento de toreros. El problema es el encaje de la fiesta en la sociedad del Siglo XXI, una sociedad de dibujos animados, en la que se hacen esfuerzos para vivir de espaldas a la muerte. El valor no se prima, el misterio que tienen la liturgia y los ritos no se valora. Estamos en la cultura de la imagen, de la velocidad. Y las imágenes en la televisión no permiten apreciar la magia de la plaza.

Mi afición viene de mi ciudad. Tengo la sensación de que en Albacete, a los 7 años, sentándome en su plaza de toros, comprendí la vida. Sólo se ama lo que se comprende, y la gente joven no comprende la fiesta. En clase pongo ejemplos taurinos, y palpo la indiferencia, la incomprensión. El toro, la fiesta, el rito, el reto, no tiene espacio en sus vidas. Y, no podemos ignorarlo, en la plaza, como en la vida de los toreros, hay ejemplo de valores, hay análisis, hay estrategia, tal y como queda reflejado en mí libro.

Qué duda cabe que ahora la fiesta de los toros tiene, además, una carga ideológica. Como partido, el único que la ha defendido es el PP, y hay quién está empeñado en que parezca que es un espectáculo de derechas y una fiesta nacional. Nada más lejos de la realidad, hay taurinos de izquierda a derecha, e ilustres de izquierda apasionados de la fiesta.

El daño que hacen los medios de comunicación es incuestionable. Se han empeñado en identificar la fiesta con violencia, prescindiendo del arte, de la transcendencia, del reto. Cuando en realidad la agresividad y la violencia inundan programas televisivos, películas, documentales e informativos. Estoy convencido de que hay que acercar los toros a la escuela, pero una vez lo dije en una conferencia y recibí amenazas e incluso una denuncia.

Soy torista, sí. El aficionado no debe ser de ningún torero, sino de quien hace una buena faena. El protagonista es el toro. El único animal salvaje de Europa al que le ha sido respetado su espacio vital. Su existencia contribuye además a preservar el ecosistema. Si desaparecen los toros, desaparece la dehesa. Sería interesante posibilitar a las personas el acceso a la dehesa, sobre todo a los estudiantes. Que la gente la pueda visitar, recorrer y conocer. El toreo y su entorno es un patrimonio cultural impresionante, humanista, pictórico. Un reflejo de nuestra cultura, una seña de identidad de nuestro país.

Y no nos engañemos, la muerte del toro es más digna que la de muchos seres humanos que malviven años y años. Ahí está representado ese sentido de finitud. La vida acaba y hay que aprovecharla. No interesa la muerte hoy en día, nuestra cultura ha desterrado a la muerte. Sin embargo, coincido con el gurú informático Steve Jobs, para el que la muerte es el mejor invento de la vida, para no desaprovecharla. Tenemos que saber distinguir entre lo que representa el arte de una muerte en el ruedo y el maltrato animal. En este sentido el toro de la Vega se parece a la tauromaquia como la tomatina a la gastronomía.

Pienso que la época de Joselito y Belmonte, tan espectacular, es la que acaba haciendo daño a la fiesta de los toros, porque es cuando se hace del toreo arte, hay menos riesgo, menos emoción, y la gente acude menos a las plazas. Ortega dice que se va melifluando el toreo, haciéndose estético. Eso lo hace más elitista, antes era más popular porque era más arriesgado. El toreo es rito antes que espectáculo. En este momento los toreros vuelven a torear quietos, supuestamente con más riesgo, pero a costa de quitarles las pilas a los toros.

A pesar de todas estas dificultades, la vida misma es dificultad y nuestro paso por la vida consiste en ir superando dificultades o, al menos, abordándolas, soy positivo con la fiesta. Hay buenos toreros, alguno extraordinario, como José Tomás, hay buenos toros, hay buenos encastes, excelentes ganaderos y empresarios, una afición culta y exigente. Quizás, como el gran arte, el toreo está hecho para espíritus sensibles, su belleza y profundidad no está hecha para las masas. ¿Será que se trata de un espectáculo elitista y como tal debemos asumirlo?

La pregunta queda en el aire y cada uno de nosotros tendremos una respuesta. Su reflexión nos recuerda que «Lo esencial es invisible a los ojos. No se ve bien sino con el corazón», en palabras de Saint Exupery, en El Principito.

Y tras estos interrogantes, queremos adentrarnos en otra de las pasiones del señor Galiacho, su trabajo. Cuando dejó el Colegio se fue directamente a FCC a poner en marcha el Departamento de Responsabilidad Social Corporativa.

Con esta nueva responsabilidad, lo que se persigue es incorporar el humanismo a la empresa. De eso trata la RSC, de hacer un capitalismo humanista. Hoy el hombre está siendo desplazado por el dinero y, paradójicamente, ese es el camino de la ruina. Hay que cambiar la manera de ver una empresa del corto al medio y largo plazo. Tenemos que dejar un mundo mejor a nuestros herederos y también dejar buenos herederos a este mundo. No hay empresas que puedan triunfar en sociedades fracasadas. El éxito de una organización empresarial es correlativa al bienestar de una sociedad.

Afortunadamente en FCC son conscientes de esta necesidad y creen en ello. Y aunque ahora el apartado económico está más complicado, hay un compromiso responsable que se mantiene. La RSC no da resultados económicos visibles, así que siempre es complicado defender la necesidad de estos departamentos. El capitalismo del siglo XXI se legitimará a base de estas medidas. Necesitamos nuevos líderes. Los políticos deberían estar comprometidos con estos temas, pero no todos lo están. Precisamente autoridad viene de auge, significa ayuda, ayuda a ser persona. Un compromiso sincero con la RSC legitima, honra y da autoridad.

En las organizaciones debería formar parte de la estrategia, si no se siembra no se recoge, pero sólo siembra el que tiene visión de futuro. Los cortoplacistas sólo piensan en beneficios inmediatos. Junto con los gestores tiene que haber líderes. Los líderes apuestan por el futuro, asumen riesgos. La gente tiene miedo a perder lo que tiene.

También tengo que reconocer que es una cuestión de fe, o crees en la RSC o no crees. San Junipero Serra fue con una mula fundando misiones por América. A veces pienso que mi labor es similar.

Y yo creo que, precisamente, la formación de líderes con principios y responsables socialmente es una de las misiones del Colegio. Y también es la idea de la ACDP. Hay que tener estrategia. No podemos recoger sin antes haber sembrado, de ahí la importancia de la estrategia.

Por último le preguntamos por el Foro Mayor San Pablo, por las actividades que considera que sería interesante llevar a cabo y por el sentido que, a su juicio, debería tener la asociación.

¿Qué se quiere hacer con el Foro Mayor San Pablo? Si se trata de seguir el ejemplo americano, hay que involucrar a todas las generaciones de paulinos. El objetivo de la Asociación debe ser la del networking vivo. Tenemos que identificarnos y poner en el curriculum que somos colegiales del San Pablo, estar orgullosos, promocionarlo. El Foro no debe ser un sanedrín, una reunión de notables. Tiene que estar abierto a todos. La estrategia que le deseo al Foro se resume en que cualquier paulino tiene que tener un amigo, un aliado, en el sitio más remoto y cuando lo necesite. Por cierto, la visión de España, como nación y empresa común de destino, la reforcé en el Colegio, conviviendo con enorme riqueza y diversidad con castellanos, andaluces, vascos, catalanes, murcianos, baleares, etc. Eliminado el servicio militar, el único modelo de convivencia nacional lo ofrecen los colegios mayores. Y es un valor añadido en una institución colegial hoy en crisis por nuevos modelos de residencia o convivencia universitaria.

El San Pablo es un Colegio de excelencia británica en la estepa castellana. Pertenecer al Colegio es un motivo de orgullo. Que exista una institución como el San Pablo es fundamental. Pero estas instituciones no salen de las piedras, las hacen las personas. Y hay veces que estas personas con talento escasean más que la tórtola en época de veda.

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Como bien se puede apreciar, todas sus reflexiones le llevan al Colegio, su método, su estrategia de vida enseguida la proyecta a la dinamización del Colegio. Ciertamente el Colegio le apasiona. Nos confiesa que se casó mientras vivía en el San Pablo, como Director, y tuvo allí a sus dos hijos. Ahora le llena de satisfacción y le emociona pensar que cuando sus hijos pasen por la puerta del Colegio, puedan reconocer que su padre, junto con otras personas, incluidos treinta trabajadores, contribuyó a que hoy siga abierto, Lo vive como su contribución a una institución a la que, reconoce, debe mucho.

Generosamente nos propone nombres de personas, de distintas profesiones, perfiles y trayectorias, que pueden colaborar en el Foro y en estas entrevistas. Se palpa su entusiasmo por colaborar e impulsar esta red paulina en la que la solidaridad y el intercambio de conocimiento sea su signo de identidad.

El tiempo se acaba, pero tenemos la sensación de que esta conversación puede continuar en cualquier momento. El sentimiento paulino tiene estos efectos.

Gracias maestro.