Cuando tuve un poco de desahogo laboral, me embarqué en una nueva novela, Las cenizas de la inocencia, con la que ya tuve el apoyo de una editorial potente, como es Plaza y Janés. Luego, ya con Planeta, en 2020 publiqué Nunca fuimos héroes, lo que ha sido una experiencia muy gratificante. En mayo sacaré otra novela con Planeta.
Desde que he escrito estas últimas novelas me siento de verdad escritor. Antes decía que escribía, pero sentía pudor para decir que era escritor.
Sigo escribiendo. Tengo que hacer malabarismos con el tiempo, pero pienso que cuando hay una gran motivación y un propósito, todo es posible. La literatura es ahora mi motor.
La vida en la Administración me ha proporcionado grandes momentos. También he tenido momentos peores, como esa experiencia que suelen contarte y que es bastante real de que cuando sales de un cargo el teléfono deja de sonar y confirmas que muchas relaciones que tenías sólo lo eran por la posición que ocupabas. En cualquier caso, todas esas experiencias han sido muy enriquecedoras y, de alguna manera, me llevan también a estar más preparado que nunca para escribir.
Esa trayectoria y esas experiencias profesionales te han permitido un acercamiento privilegiado con la cultura, con todo tipo de expresiones artísticas. Hay un debate interesante sobre los límites del consumo de ocio cultural, sobre la cultura como espectáculo o como entretenimiento. Sandra Ollo, la editora de Acantilado, distingue rotundamente cultura de entretenimiento. Atribuye a la cultura la facultad de cambiar la vida o de indicar el camino. Entiende que la cultura es alimento mientras que el entretenimiento tiene más que ver con matar el hambre. ¿Qué nos puedes aportar al respecto?
A mí no me gusta contraponer cultura y entretenimiento. No creo que ambos conceptos estén reñidos sino, muy al contrario, muy unidos. Diferente es lo que le inspire a cada uno o lo que cada uno interpreta ante cualquier manifestación cultural. Para mí la cultura ha de ser entretenida, en un sentido muy amplio de la palabra, y su objetivo esencial es provocar sentimientos. Cualquier manifestación cultural ha de ser capaz de emocionar, es indiferente que sea un libro, una pintura, una escultura, un mueble, un traje o un montaje teatral, es indiferente la expresión. Lo importante es que cause en ti un efecto, te haga vibrar, llorar, estar melancólico, arrancarte una sonrisa, pero has de disfrutarla de alguna manera. Ese es el concepto de ‘entretener’ al que me refiero. Lo peor que puede ocurrir con cualquier expresión cultural es que solo inspire indiferencia.
Ahora bien, la cultura tiene mucho de subjetividad. Thomas Mann decía que “tiene calidad artística exclusivamente aquello que te inspira simpatía”. Es decir, si a ti un vaso puesto de una manera concreta te sugiere una especial percepción del espacio o que tiene un tratamiento artístico inspirador, para ti ya es arte. Otra persona puede considerar que es un vaso de lado, pero tú ahí sientes arte. No tenemos que pensar todos lo mismo. No nos provocará la misma emoción, pero evoca sentimientos. Provocando disfrute produce entretenimiento, y ahí está la clave. No podemos rechazar aquello que no entendemos. Tenemos que aceptarlo, aunque a nosotros no nos evoque nada o incluso nos produzca rechazo.
En este momento de pandemia, el arte, las exposiciones, el cine, el teatro, los conciertos, todo lo que conlleva actos sociales está amenazado. ¿Consideras que es el momento de que, al igual que en otros sectores, el apoyo público sea imprescindible para que el sector sobreviva?
El entorno cultural, cualquier espectáculo – los cines, teatros, conciertos, museos – está sufriendo especialmente. Ahora bien, más allá de la pandemia, existe un tejido cultural muy sólido, al que hay que ayudar frente a estas adversidades. En España hay inquietud cultural e, incluso en este momento tan difícil, cuando se programan actividades culturales la respuesta es muy positiva.
En todo caso la cultura requiere colaboración pública. No hay nada malo en ello siempre y cuando se utilicen criterios objetivos y alejados del sectarismo. El acceso de los ciudadanos a la cultura es un derecho constitucional y no hay que tener reparos ni complejos para apoyarla e impulsarla con dinero público. El criterio para difundir la cultura no puede ser comercial, hay productos muy comerciales que hacen flaco favor a la cultura, y sin embargo hay otros mucho menos populares de los que no podemos prescindir. Por supuesto que desde lo público se debe apoyar a la cultura más allá de meros criterios mercantiles.
Además de la lectura y la escritura, que ya ha quedado claro que te apasionan, ¿en qué otras aficiones o deleites culturales pones tu mirada y tu tiempo?
Me gustan la música, la literatura y el cine, pero cuando he tenido responsabilidad en estas áreas, he tratado de apoyar e impulsar todas las expresiones culturales. El dinero es limitado, ya lo sabemos, pero mi criterio es que la cultura humaniza y hay que apoyarla. Hoy, echo la vista atrás y me doy cuenta, con verdadero placer, de que esas responsabilidades que he ocupado me han ofrecido oportunidades culturales muy valiosas. Os pongo un ejemplo un poco sorprendente: el descubrimiento de la Zarzuela. Yo antes no conocía, ni creo que muchos españoles sean conscientes del valor, el fondo y la importancia que tiene la Zarzuela. Según algunas investigaciones, fue Calderón de la Barca el primer dramaturgo que utilizó este término en 1657 para calificar su obra El golfo de las sirenas. Es un género musical francamente apasionante que hay que poner en valor.
En el cine, como ya ha quedado dicho, me gusta prácticamente todo. Hay películas que no se pueden olvidar, algunas han marcado mi vida y las vuelvo a ver periódicamente, ya sean las viejas comedias de Cary Grant o Katharine Hepburn, los hermanos Marx, las películas de Hitchcock o sagas como la de El Padrino.
En música me inclino por el jazz y el rock. Soy beatlemaníaco y seguidor de Bruce Springsteen, pero también soy muy seguidor de la música española.
En literatura procuro leer de todo, en este momento especialmente novela actual española. Me interesa conocer lo que se está escribiendo ahora. Acabo de leer un libro de Enrique Llamas, titulado Todos estábamos vivos, sobre la movida madrileña, que me ha parecido excelente.
Como escritor, y aunque ya nos has adelantado algunas preferencias, nos gustaría que nos indicaras algunas lecturas para ti imprescindibles, con ellas vamos haciendo una biblioteca de ilustres paulinos que, seguro que nos ayudan a orientar nuestras lecturas y atinar en su elección.
Os menciono libros que acabo de leer. Un relato magnífico me parece La Tregua, de Mario Benedetti, un pequeño gran libro, tierno, lúcido y emotivo, que me maravilló. También Stoner, de John Williams, considerada por algunos una novela perfecta. Es un relato intimista, transformador y bellamente escrito.
Aparte de esas lecturas recientes, están por supuesto mis autores de siempre. García Márquez, Eduardo Mendoza, Juan Marsé…
Con Fernando Benzo nos hemos acercado un poco más al ámbito de la escritura. Su vocación de escritor es temprana, y su empeño y perseverancia han resultado determinantes para, compatibilizando la escritura con puestos de gran responsabilidad, ir exprimiendo el tiempo y destilando su experiencia y vivencias profesionales, de forma que lo vivido, lo visto y oído lo hace literatura.
Y es que, “quien tiene un porqué siempre encuentra un cómo”, decía Nietzsche. Y Fernando reconoce que entre sus anhelos siempre ha estado poder contar historias. En su caso, la creatividad, el talento y la disciplina son inseparables. Experiencias vitales muy interesantes, valentía para abordar retos comprometidos, voluntad para ir contra corriente cuando considera que las libertades están amenazadas, y trabajo, mucho trabajo, son los ingredientes que han permitido a Fernando convertir sus vivencias y sus fantasías en literatura. Y ya se sabe que cuando conviertes tu fantasía en una realidad estás contribuyendo al progreso.
“Labor omnia vincit”, reza la famosa frase del poeta romano Virgilio. En estos momentos tan complicados pensamos que para salir adelante emocional y materialmente resulta imprescindible tenerla presente y ponerla en práctica. Hay mucho que hacer y que deshacer, que pensar y que repensar, y al igual que Fernando hace de su sueño una realidad y sigue trabajando y soñando ininterrumpidamente, todos nosotros estamos llamados a cultivar la actitud adecuada que contribuya a crear un entorno más amable y solidario.
“La actitud es una insignificancia que marca la diferencia”, decía Churchill. Así que con la mejor actitud nos despedimos. Eso sí, para cuando recobremos la libertad quedamos emplazados en Vitoria-Gasteiz, nuestra ciudad, recientemente elegida como uno de los mejores destinos por la revista National Geographic y donde estaremos encantados de recibirle.
Nos confiesa haberla recorrido a través de las novelas de Eva García Sáenz de Urturi, donde ambienta su trilogía de La ciudad blanca, también llevada al cine. Una vez más la literatura y el cine son una invitación a recorrer las estancias más íntimas.